"No hable s¨®lo de antropofagia, por favor"
Eduardo Strauch ha sobrevivido a un accidente a¨¦reo, ha aguantado 72 d¨ªas en los Andes con lo puesto y ha practicado la antropofagia, pero es un hombre t¨ªmido. Uno puede confundir al principio esa timidez con suspicacia, pero Strauch, uno de los 16 supervivientes del c¨¦lebre episodio inmortalizado en ?Viven! (el libro y, despu¨¦s, la pel¨ªcula) y ahora objeto de un conmovedor documental, N¨¢ufragos, de Gonzalo Arij¨®n, no pone ning¨²n reparo a tratar los aspectos macabros de aquella dram¨¢tica aventura. Una sola petici¨®n: "Por favor, cuando escriba, no hable s¨®lo de antropofagia". Quedar para comer con un superviviente de la tragedia de los Andes tiene su aqu¨¦l. ?l pide verdura y pescado, pero no arruga una ceja cuando su comensal se inclina por el entrecot al punto. "No, no soy vegetariano. Me gusta la carne. Es cierto que al volver de los Andes pas¨¦ unos meses sin comerla". Tambi¨¦n le cost¨® volver a volar. Pero lo ha hecho, como ha regresado, varias veces, a aquella cumbre doliente, en la que quiere que al morir esparzan sus cenizas.
El superviviente del accidente a¨¦reo en los Andes lo afront¨® con humor negro
El tema de la antropofagia va saliendo en la comida. "No tengo ning¨²n problema para hablarlo. La curiosidad me parece normal. No me siento distinto por haber comido carne humana; tampoco lo percib¨ª como una comuni¨®n, pero eso ayud¨® a algunos". Strauch tiene un porte elegante y educado. Se declara agn¨®stico. Cumplir¨¢ 61 este a?o pero conserva parte del atractivo de aquel joven jugador de rugby del que tres chicas se declararon sus novias cuando le dieron por muerto en los Andes. Arquitecto, casado, con cinco hijos de edades entre 17 y 27 a?os, dice que su relaci¨®n con la historia de la tragedia ha ido variando en intensidad, pero que siempre le ha acompa?ado. "Un 20% de m¨ª est¨¢ todav¨ªa en la cordillera, y no quiero que baje", explica. "Nunca tuve problemas de conciencia, ni pesadillas, pero lo que vivimos all¨ª fue algo tan conmovedor... Estoy seguro de que he ido haciendo una sanaci¨®n, una autoterapia; sin embargo, a¨²n hay duelo". Eduardo Strauch, que contaba 25 a?os, form¨® parte all¨ª arriba del n¨²cleo duro: fue de los que se encargaron de obtener y distribuir la carne de los cuerpos -una tarea que "no era grata"- durante los 65 d¨ªas que los consumieron. Tomaban poco cada vez. Empezaron, dice, por los que conoc¨ªan menos, pero nunca trascend¨ªa exactamente de qui¨¦n se trataba. No se limitaban a la fibra. Tambi¨¦n comieron tu¨¦tano. Hacer uso de "cierto humor negro" les ayud¨® mucho en el trance, y ofrecerse ellos mismos: "Si muero, com¨¦dme, nos dec¨ªamos unos a otros". Considera que la fortaleza mental fue decisiva para sobrevivir. Recuerda el impacto, la sensaci¨®n de irrealidad, el ruido infernal, el instante de silencio y luego los gemidos. Fue su primera relaci¨®n con la muerte. No se considera valiente -"del mont¨®n"-, pero s¨ª pragm¨¢tico. "A otros les cost¨® mucho la decisi¨®n de la antropofagia, se les cruzaban reflexiones religiosas, filos¨®ficas. Yo lo tuve muy claro. Y estoy muy contento de haber podido lidiar con todo aquello". Ha podido hablarlo con sus hijos e incluso responderles a qu¨¦ sabe la carne humana: "A vacuno". La de los Andes es una historia con muchos ingredientes, con perd¨®n por la palabra, pero sin sexo: "No hubo, todo ese tiempo se nos olvid¨®".
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