P¨²blico
"?Pero qu¨¦ se puede decir sobre este p¨²blico contempor¨¢neo, con todas sus necesidades y deseos?", se interroga a s¨ª mismo el pensador alem¨¢n Boris Groys (Berl¨ªn, 1947) en el libro titulado Pol¨ªtica de la inmortalidad. Cuatro conversaciones con Thomas Knoefel (Katz), reci¨¦n editado en nuestra lengua. La pregunta le sale al paso de la hoy dominante teor¨ªa sociol¨®gica que defiende la necesidad de que el arte y, en realidad, cualquier producto intelectual deben orientarse en funci¨®n de las necesidades y deseos del p¨²blico actual. La respuesta que a continuaci¨®n se da no puede ser m¨¢s obvia y contundente: "Lo primero que se puede decir es que se trata de un mont¨®n de personas sobre las cuales cabe suponer que en un momento no tan lejano estar¨¢n todas muertas. Ya por esta ¨²nica raz¨®n carece de sentido escribir especialmente para este p¨²blico".
Aunque es impensable la creaci¨®n de una obra de arte o de cualquier producto intelectual que no haya tenido en cuenta el correspondiente receptor, real o virtual, lo que llamamos, en nuestra ¨¦poca, "p¨²blico" es un fen¨®meno social tan reciente que apenas cuenta, seg¨²n y d¨®nde, con tres siglos de historia. Es cierto que el t¨¦rmino "publico" tiene muy diversas acepciones, pero la que nosotros usamos se refiere al consumo an¨®nimo o mercado, una instancia hist¨®rica a la que se le puede otorgar toda la importancia y capacidad de est¨ªmulo que se considere oportunos, pero en absoluto determinante para que el hombre haya creado o cree arte, ciencia o lo que se quiera embutir dentro de lo que hoy consideramos un producto cultural; esto es: el creador ha necesitado siempre un receptor, pero s¨®lo desde hace muy poco ese receptor ha respondido al patr¨®n de p¨²blico. El p¨²blico como tal, por tanto, ha sido, es y presumiblemente ser¨¢ irrelevante para cualquier creaci¨®n intelectual.
?Hay, pues, que despreciar el gusto del consumidor actual? ?Acaso los antepasados de ¨¦ste no fueron, en este caso sin discusi¨®n, tambi¨¦n mortales? Por otra parte, ?cabe considerar perjudicial la extensi¨®n del n¨²mero de receptores y que ¨¦stos est¨¦n, t¨¦cnica y pol¨ªticamente, mejor servidos? Desde el punto de vista del creador, la cuesti¨®n del p¨²blico es que, sea cual sea el mont¨®n de gente que se agrupe en un momento dado, y sea cual sea su nivel de recepci¨®n, siempre le sabr¨¢ a poco, porque su receptor ideal comprende adem¨¢s a todos los muertos y a todos los a¨²n no nacidos, cuya suma es literalmente infinita.
A esto es a lo que se refiere Boris Groys, que considera que el destinatario de una obra de arte es por fuerza siempre un "desconocido". "Se escribe, en ¨²ltima instancia", a?ade, "no para un lector real, sino para un lector ut¨®pico (...), que ante todo ama el libro. Y amar el libro significa valorar el libro m¨¢s que la realidad misma. Poco importa si tal lector vive hoy, o si va a nacer m¨¢s tarde, o si ser¨¢ s¨®lo un personaje on¨ªrico, pues s¨®lo se trata de una idea regulativa que, no obstante, es constitutiva para el proceso de la escritura y que no puede ser remplazada por la invocaci¨®n de un p¨²blico actual". Tal es la desmesurada ambici¨®n del verdadero artista.
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