El equipo de Espa?a
El grupo de Luis ha espantado todos los fantasmas y afronta el ¨¦xito con una normalidad absoluta - Est¨¢ al margen de otras disidencias y despierta admiraci¨®n en todos los rincones
Un paseo por la Gran V¨ªa madrile?a, las ramblas de Catalu?a, el casco viejo de Bilbao o la Triana sevillana no delatar¨ªa a chicos de aspecto tan convencional como Casillas, Capdevila, Cesc, Xavi, Alonso o Iniesta. Unos de los nuestros. Al fin y al cabo, son el prototipo de espa?ol medio por estatura, f¨ªsico y camerino. A su lado desfilan Cazorla y Villa, dos asturianos profundos; Senna, un brasile?o adoptivo; Marchena, G¨¹iza y Ramos, andaluces con ra¨ªces, y Silva, un canario peninsular afincado en Valencia.
Todos juntos, con el resto, han despojado a Espa?a de sus fantasmas y ma?ana se enfrentar¨¢n al ¨¦xito total, ante Alemania, con una normalidad absoluta, la principal se?a de identidad de esta selecci¨®n triunfante.
Han conseguido extrapolar el debate Madrid-Barcelona, con lo que eso significa
Un grupo que ha conseguido extrapolar el debate Madrid-Barcelona, con lo que eso significa deportiva y sociol¨®gicamente en este pa¨ªs. La tradicional bipolaridad de ambos clubes hab¨ªa marcado siempre a una selecci¨®n tan identitaria. Ahora, la Espa?a de los clubes ya no tiene tanto acento. El Real Madrid cuenta con dos jugadores -el mostole?o Casillas y el sevillano Sergio Ramos-, el mismo n¨²mero que en 1964, cuando en la victoria ante la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica s¨®lo se alistaban Zoco y Amancio. El Bar?a, mejor representado, tiene el sello de Puyol, Xavi, Iniesta y Cesc, ahora en el Arsenal, no todos catalanes ni los ¨²nicos catalanes.
Por una vez, ¨¦sta es la Espa?a de merengues, cul¨¦s, asturianos, jerezanos, canarios, sevillanos, manchegos, valencianos, vascos... El equipo de Espa?a en el que se impone la normalidad, el equipo de todos, tan patri¨®tico como global.
Cuesta creer que Casillas sea un demonio en Catalu?a o Xavi el lucifer de Madrid. Estos chicos no entienden de esas cuestiones cavernarias. Se identifican por m¨²ltiples nexos, tienen los mismos gustos, no son demagogos y no hiperbolizan con cuestiones tan sensibles para generaciones anteriores como la letra del himno, la bandera, el toro y el tricornio. El f¨²tbol les une y est¨¢n al margen de otras disidencias. Conscientes de que en este tipo de campeonatos la transferencia de sentimientos nacionalistas, centrales o perif¨¦ricos es inevitable, son j¨®venes futbolistas ajenos a las manipulaciones, los excesos y los oportunismos de aqu¨¦llos que aprovechan cualquier rendija para agitar de forma torticera el debate del que se alimentan. No se sienten en deuda con el pasado futbol¨ªstico espa?ol, no se dan por aludidos ante aqu¨¦llos que de forma machacona les intentan atormentar con viejas cicatrices. Nada que ver. Ellos s¨®lo son parte de un concilio, el f¨²tbol, su cord¨®n umbilical, sin otras aristas, sin claves geogr¨¢ficas ni rancias simbolog¨ªas.
?se es su ¨¦xito. Despiertan la misma admiraci¨®n en todos los rincones porque no excluyen a nadie. No son sectarios ni ventajistas, e interpretan el deporte como un cauce m¨¢s para alcanzar la gloria. La misma que encumbra a Rafa Nadal, Alberto Contador, Pau Gasol o Fernando Alonso. No hacen lecturas torcidas de sus victorias, en las que se identifican con todos y a todos hacen sentirse part¨ªcipes.
El deporte ha sido capaz de motorizar a una Espa?a moderna y el f¨²tbol, por su gran altavoz siempre sometido a posibles tentaciones manipuladoras, se ha quitado la caspa. Lo ha conseguido esta generaci¨®n de futbolistas. ?sa es su mayor victoria, su gran contribuci¨®n.
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