Los principios del PP
Cuando una organizaci¨®n pol¨ªtica proclama tener "principios", suele ser un signo claro de que su lugar en el espectro pol¨ªtico se sit¨²a en la extrema derecha. Ten¨ªan principios el carlismo o el Movimiento Nacional franquista. Un partido pol¨ªtico conservador, como el PP, que ahora incluso reivindica ser de centro, debiera insistir en que posee planteamientos que desde el centro-derecha responden a las demandas de la Espa?a de hoy. En suma, que responde a una ideolog¨ªa hoy en auge en Europa, con Angela Merkel o con Sarkozy, y que desde la misma aspira a gobernar nuestra sociedad. A la vista de los textos del pasado congreso, el salto de los "principios" a "las ideas", aunque ¨¦stas se autodefinan "ideas claras", revela ante todo un vac¨ªo ideol¨®gico, ya que su interminable enumeraci¨®n en el documento as¨ª titulado no lleva a parte alguna por pretender llevar a todas. El PP dice estar dispuesto a defender la libertad, la solidaridad, incluso la igualdad, el medio ambiente, etc¨¦tera. De c¨®mo dar contenido a tales r¨®tulos y establecer enlaces y prioridades en una circunstancia tan dif¨ªcil como la actual, nada.
La gran baza de Rajoy en el periodo precongresual ha sido el uso de la virtud de la paciencia
Y el momento es ¨®ptimo para emprender esa tarea. La gran baza de Rajoy en el periodo precongresual ha sido el uso de esa virtud de la paciencia en que apoyaron sus ¨¦xitos pol¨ªticos en el pasado personajes de todo tipo, incluidos dictadores como Franco y Stalin. Una vez que estuvo seguro de nadar a favor de corriente, con los barones del partido y los estatutos en calidad de pilares y de v¨¢lvulas de seguridad respectivamente, midi¨® con cautela sus movimientos, tanto a la hora de dejar que sus adversarios fueran identific¨¢ndose como cuando lleg¨® el momento de tomar decisiones para privarles de toda posibilidad de inquietarle desde dentro. Rajoy no tolera que un jugador dentro del PP, por relevante que sea su posici¨®n, le arrastre a admitir la partida. Ruiz-Gallard¨®n pudo experimentarlo en sus propias carnes el pasado a?o. Una vez fijados los t¨¦rminos del enfrentamiento, no hubo piedad ni el menor s¨ªntoma de voluntad de s¨ªntesis: quien se autoexcluye de la pir¨¢mide de poder no debe esperar otra suerte que la eliminaci¨®n, y si ¨¦sta no es por ahora posible -caso de Esperanza Aguirre-, su puesta al margen de los centros de decisi¨®n.
Cabe pensar que sin pretenderlo ha logrado poner en pr¨¢ctica ese resorte conservador de las estructuras autoritarias que es el flujo circular del poder. El l¨ªder m¨¢ximo obtiene su seguridad de la presencia en posiciones clave dentro de la organizaci¨®n de aquellos que le garantizan la lealtad por haber sido nombrados por ¨¦l y por deberle el ejercicio de los propios cargos. El acierto en las designaciones y la implacabilidad a la hora de mantener la disciplina entre los designados constituyen los factores que garantizan el buen funcionamiento de ese flujo circular movido desde el v¨¦rtice. No parece que las reformas estatutarias, pinceladas de superficie, vayan a afectar las reglas de funcionamiento de la organizaci¨®n popular. Si el edificio se derrumba en el futuro, ser¨¢ por la variable externa: una cascada de malos resultados en las elecciones venideras.
A ello juegan sin duda los hoy derrotados, cuya precipitaci¨®n -impulsada desde El Mundo y la Cope en l¨ªnea con Esperanza Aguirre- favoreci¨® desde un principio la supervivencia de un Rajoy muy tocado tras las elecciones. Las propias formas de su ataque personal a Rajoy pusieron de manifiesto que se trataba de una conjura, m¨¢s que de una oposici¨®n abierta, y que no les importaba desgarrar la organizaci¨®n. El goteo de dimisiones de notables no tuvo otro efecto, revelando de paso que los disidentes carec¨ªan de apoyos suficientes para constituir una oposici¨®n en toda regla. Ciertamente, las reglas de juego no les favorec¨ªan; de ah¨ª la ocurrencia de las primarias, recurso efectista pero inalcanzable, en vez de plantear una efectiva democratizaci¨®n del procedimiento.
Puestos a actuar mal, remat¨® la faena el ex presidente Aznar, tal vez confiado en que unos signos suyos bastar¨ªan para devolverle el liderazgo moral del partido. Nada de esto sucedi¨® y su expresi¨®n de disgusto ante la rectificaci¨®n de Rajoy, sin un solo argumento ni orientaci¨®n ¨²til para el futuro, desemboc¨® en un claro efecto bumer¨¢n. Otro a la espera del fallo, mientras la mayor¨ªa de los opositores hac¨ªan todos los m¨¦ritos posibles para que la opini¨®n viera en ellos la extrema derecha del partido. A Rajoy le fue f¨¢cil entonces, con el cambio de clima en el estilo de oposici¨®n, presentarse como adalid del centro. Su juego, no obstante, sigue siendo limitado: tal vez no baste con el pragmatismo y con la ca¨ªda de imagen de Zapatero en un tiempo de crisis.
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