Ideolog¨ªa forzosa
S¨®lo hay dos formas de ser conservador, como cualquier otra cosa: con orgullo o con verg¨¹enza. El Partido Popular no es conservador por convicci¨®n; lo es por inercia, por rubor. Es como si no se atrevieran a descolgar del sal¨®n el retrato del abuelo, y se limitaran a ver si alg¨²n d¨ªa cae el clavo. Son conservadores para no dar un disgusto a pap¨¢. Y la falta de convicci¨®n, en pol¨ªtica, se nota. El conservador vergonzoso se enfrenta al discurso progresista con aire quejicoso, pero cuando la izquierda conquista una parcela (y como la izquierda suele: sin admitir discrepancia) el conservador se siente acoquinado y acaba dando el s¨ª. La verdad, ser conservador de esa manera es como correr en el pelot¨®n progresista, pero llegando a cada meta volante con horas de retraso. Un conservador vergonzante es un progresista que avanza cojeando hacia el futuro. Un conservador de verdad, muy al contrario, jam¨¢s abandona la trinchera: ah¨ª resiste, con la bayoneta calada.
Un conservador vergonzante es un progresista que avanza cojeando hacia el futuro
Al Partido Popular no deber¨ªa votarle ning¨²n conservador. Los movimientos de Rajoy, en el reciente congreso del partido, buscaban emprender por en¨¦sima vez el viaje al centro. Pero el PP persigue el centro sin alcanzarlo nunca porque, una vez llega al lugar central que imaginaba, su adversario socialista ha ido m¨¢s all¨¢ y el centro ideol¨®gico, en consecuencia, tambi¨¦n se ha desplazado. El PP de antes, que era menos liberal que un socialista, ten¨ªa al menos la vitola de conservador. Pues bien: se la ha fumado.
La renovaci¨®n del Partido Popular se ejemplifica en sus f¨¦minas: Ana Mato, Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa, Dolores de Cospedal. Antes las se?oras del PP eran de misa diaria, ahora est¨¢n separadas y se fuman al monitor de tenis. Antes se casaban con fuste catedralicio, acompa?adas de una suegra con peineta, ahora se casan ante el concejal de distrito, que a lo mejor es de Izquierda Unida. Antes, en fin, eran madres de familia numerosa, abiertas a lo que Dios diera en traer; ahora se prestan a la inseminaci¨®n artificial. Sus compa?eros varones son iguales salvo en eso, en que ellos a¨²n no tienen derecho a la inseminaci¨®n artificial. Pero no hay que preocuparse: tras un nuevo combate contra las fuerzas reaccionarias, el Gobierno reconocer¨¢ pr¨®ximamente el leg¨ªtimo derecho de los hombres a ser madre.
Dan morbo esas chicas conservadoras, bien armadas, que en su vida privada escandalizar¨¢n no ya a su abuela, sino a su hermana mayor. Las jefas del PP tienen el morbo de las chicas formales cuando sacan los pies del tiesto, como si el tard¨ªo acceso a la libertad sexual prometiera en ellas una furiosa entrega a los vicios de la carne. Y es que el conservadurismo vergonzante del Partido Popular consiste en adoptar ideas progresistas a destiempo. El famoso viaje al centro supone hollar ese lugar que frecuentaba el progresismo hace un par de d¨¦cadas. Lo que ocurre es que, con esa pol¨ªtica deambulatoria, la gente pierde el norte. En la apertura del congreso del Partido Popular, Esteban Gonz¨¢lez Pons ilustr¨®, con involuntaria crudeza, la inanidad ideol¨®gica y moral de su partido: "No somos el Partido Comunista Chino, ya no hay ideolog¨ªas forzosas".
Pero, ?qu¨¦ se creer¨¢ ese tipo que es un partido pol¨ªtico? ?Qu¨¦ querr¨¢ decir la estupidez de que "no hay ideolog¨ªas forzosas"? Quiz¨¢s no sea casual que Esperanza Aguirre haya salido derrotada, tras el aguerrido gesto de llamarse p¨²blicamente liberal. Y es que en el Partido Popular ya no hay sitio ni para un conservador ni para un liberal. Vamos, que, como dicen ellos, eso no es el Partido Comunista Chino. Desternillante.
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