M¨¢s musulmanas con velo. ?Porque quieren?
El pa?uelo isl¨¢mico, que critica la ministra A¨ªdo, gana presencia en la juventud - Por tradici¨®n, pero tambi¨¦n como gesto militante
Las mujeres musulmanas llevan velo porque les da la gana. Nadie se lo impone. As¨ª de tajantes han respondido las autoridades isl¨¢micas en Espa?a a las declaraciones de Bibiana A¨ªdo, la ministra de Igualdad, dispuesta a desafiar a la correcci¨®n pol¨ªtica con tal de hacer llegar su mensaje. A¨ªdo critic¨® las restricciones que el islam impone en la indumentaria de la mujer, destapando una vez m¨¢s la caja de Pandora del hiyab y los derechos de la mujer.
El 'hiyab' se pone de moda tras el 11-S como reacci¨®n a la islamofobia
Chebaa decidi¨® cubrirse a los 25 en una b¨²squeda de su identidad
Para algunas, ir tapadas es una protecci¨®n ante el frenes¨ª masculino
"Soy creyente y considero el velo una opresi¨®n", dice Fadela Amara
La mayor¨ªa niega que les hayan obligado a taparse la cabeza
En Turqu¨ªa, la lucha por el laicismo se libra en el armario femenino
Mientras parte del feminismo occidental ha convertido el velo en s¨ªmbolo de sumisi¨®n, las mujeres musulmanas, progresistas y conservadoras, se quejan de la obsesi¨®n por un trozo de tela que consideran parte de su cultura y que -aseguran- nadie les impone ni les quita derechos. Pero estas decisiones est¨¢n muy condicionadas, sobre todo, por el clima pol¨ªtico y social reinante tras el 11 de septiembre. El deseo de defender su identidad ante la islamofobia occidental, junto a algo tan trivial como la moda, ha animado a muchas mujeres a cubrirse. Esta marea pol¨ªtico-religiosa hace que a la hora de la verdad, sean una minor¨ªa las mujeres que se planteen conscientemente la decisi¨®n de llevar o no el velo. Para millones de ellas, no hay elecci¨®n posible.
"Esta historia de los Gobiernos europeos y el velo es contagiosa. Francia ha conseguido contaminar incluso a Espa?a, un pa¨ªs m¨¢s cercano que otros al mundo musulm¨¢n", se queja desde Rabat Nadia Yassine, l¨ªder del movimiento islamista Justicia y Espiritualidad, perseguido por el Gobierno marroqu¨ª. Yassine admite que a algunas chicas sus familias les obligan a taparse la cabeza, "pero muchas lo deciden libremente". "En Europa no se dan cuenta de que m¨¢s all¨¢ de cuestiones pol¨ªticas o religiosas, el velo es una moda que arrasa. Las j¨®venes ven a las modelos en la tele y les gusta", sostiene Yassine.
"Desde luego, a m¨ª nadie me oblig¨® a pon¨¦rmelo; es m¨¢s, a mi familia no le hizo demasiada gracia", dice Angelica Oballe, una alemana de 21 a?os que hace apenas unos meses se convirti¨® al islam y emigr¨® a Oriente Pr¨®ximo. Hoy, Oballe pasea por Jerusal¨¦n con los ojos perfilados de kohl, falda larga y colorido pa?uelo en la cabeza. Decidi¨® vestir as¨ª a los 20 a?os "porque el Cor¨¢n lo ordena", pero, sobre todo, porque se siente "m¨¢s protegida y respetuosa con Dios". "Fue una decisi¨®n libre que tiene que ver con mi forma de relacionarme con Dios, pero tambi¨¦n es una manera de demostrar que estoy orgullosa de ser musulmana, que no tengo por qu¨¦ esconderme".
Menos entusiasta se muestra Mina Chebaa, quien, a sus 38 a?os, resopla cuando se le pregunta por el velo. Dice que no entiende la cansina obsesi¨®n occidental por "liberarlas" del yugo textil. "Estamos hartas. Si les preocupan los derechos de las mujeres, que se preocupen de las maltratadas, o de impedir que las mujeres con velo no tengan acceso a los trabajos en la Administraci¨®n". Chebaa, miembro de la plataforma para la emancipaci¨®n de las mujeres musulmanas en B¨¦lgica, admite que hay maridos que obligan a sus mujeres a velarse, pero afirma que son minor¨ªa. Ella decidi¨® cubrirse muy tarde, a los 25 a?os, cuatro despu¨¦s de casarse. "Fue una decisi¨®n fruto de un proceso de b¨²squeda de mi identidad", explica.
Muchas musulmanas se r¨ªen cuando escuchan a una occidental preocuparse porque van tapadas. Algunas presumen de que en su cultura lo que cuenta es la belleza interior y no las mechas o el bronceado. En L¨ªbano, Marruecos, Egipto... a lo largo y ancho del mundo musulm¨¢n se escuchan parecidos argumentos de boca de mujeres de distinto signo pol¨ªtico o fervor religioso.
Para buena parte de la opini¨®n p¨²blica europea, laicistas y feministas incluidos, que las mujeres se cubran, al margen del grado de libertad con el que lo hagan, constituye un acto de sumisi¨®n y una p¨¦rdida de derechos. Explicaba muy bien esta posici¨®n hace meses en una entrevista con este diario Fadela Amara, hoy secretaria de Estado franc¨¦s y fundadora de Ni Putas Ni Sumisas, organizaci¨®n que combate activamente el uso del pa?uelo. Amara, contraria a cualquier tipo de relativismo cultural cuando est¨¢n en juego los derechos de las mujeres, considera el velo un acto de sumisi¨®n en estado puro. "Hay que distinguir entre religi¨®n y tradiciones arcaicas. La interpretaci¨®n de los textos religiosos siempre se ha hecho por y para los hombres. Yo soy musulmana y considero el velo como un instrumento de opresi¨®n. Su historia est¨¢ ligada no tanto al islam como a sociedades patriarcales", dec¨ªa Amara.
En el caso de Samah, una veintea?era beirut¨ª, casada con un cl¨¦rigo de Hezbol¨¢ a la que ni se le ocurre la posibilidad de no cubrirse, la religi¨®n fue un factor determinante. Un chador negro, de la cabeza a los pies, no deja que se adivine ni una curva en su cuerpo. Su rostro, muy dulce, queda enmarcado por la tela desde el nacimiento del cabello hasta la barbilla. Ella cree que la prenda es una protecci¨®n ante la incontrolable biolog¨ªa masculina. Sus palabras son elocuentes: "Ellos son diferentes. Siempre tienen ganas de sexo. Por eso, no hay que provocarles. Si una mujer va con escote y minifalda, ?qu¨¦ va a hacer el hombre? Pues violar a la primera que pille". Eso dec¨ªa poco antes de que las bombas israel¨ªes destrozaran su barrio en Beirut.
Preocupada porque la periodista anduviera con la melena al aire, la obsequi¨® con un libro, La cuesti¨®n del hiyab, un argumentario editado por la organizaci¨®n para la propagaci¨®n isl¨¢mica de Teher¨¢n. El manual explica que si la mujer se cubre de acuerdo con el islam, "le permite adquirir prestancia y respeto y la protege de individuos fr¨ªvolos e inmorales".
Adem¨¢s de moda, instrumento de liberaci¨®n o protecci¨®n ante el frenes¨ª masculino, el velo ha cobrado fuerza en los ¨²ltimos a?os como s¨ªmbolo de identidad. Si Occidente no las quiere, ellas le vuelven la espalda y se aferran a las tradiciones. Las cabezas cubiertas avanzan en la tradicionalmente laica sociedad palestina, en Turqu¨ªa, Egipto, en las segundas y terceras generaciones de musulmanes en Europa... "Es un fen¨®meno que se extiende no s¨®lo por el Magreb u Oriente Pr¨®ximo, sino tambi¨¦n por Bangladesh, Indonesia... Las mujeres se han convertido en el campo de batalla entre Oriente y Occidente tras el 11-S", sostiene la feminista turca Liz Er?evik.
Ella cree que el debate se plantea en t¨¦rminos muy simplistas -velo s¨ª o velo no- y que hay que ver por qu¨¦ cada vez m¨¢s mujeres usan el pa?uelo. "Por un lado, Occidente invade Kuwait o Afganist¨¢n para liberar a las mujeres y, por otro, los l¨ªderes musulmanes las instrumentalizan para reforzar la identidad nacional. Este debate polarizado lo ¨²nico que hace es menguar los derechos de las mujeres", sostiene Er?evik por tel¨¦fono desde Estambul.
En Turqu¨ªa, probablemente m¨¢s que en ning¨²n otro pa¨ªs, est¨¢ claro que la batalla pol¨ªtica entre la oposici¨®n laicista y el Gobierno se libra en el guardarropa femenino. El Tribunal Constitucional acaba de anular la ley que permit¨ªa ir con velo a la universidad. La prohibici¨®n ha obligado a algunas mujeres a ocultarse o a ponerse pelucas o gorros para sortear la vigilancia, mientras que otras dejan de estudiar. "Como feministas no estamos dispuestas a renunciar al derecho a la educaci¨®n. Adem¨¢s, es una medida que profundiza en la discriminaci¨®n, porque s¨®lo nos afecta a nosotras", a?ade Er?evik.
El ataque a la igualdad que denuncia es precisamente la idea que se escond¨ªa tras el discurso de A¨ªdo. De ¨¦l se desprende que para la ministra el problema fundamental no son las imposiciones de una u otra religi¨®n, sino la forma desigual en que se aplican. Es decir, que cuando una cultura limita las libertades individuales, a las mujeres les toca casi siempre la peor parte. "?Por qu¨¦ los isl¨¢micos y los mayas no tienen que cargar con el peso de la identidad cultural y ellas, por el contrario, tienen que mostrarla como la prueba m¨¢s rotunda de que esas culturas existen?", fueron sus palabras, que provocaron el inmediato salto a la yugular de los l¨ªderes isl¨¢micos. Le espetaron que las musulmanas visten el pa?uelo "porque les da la gana, y no porque nadie les obligue". Y le pidieron que "no hable de lo que no sabe".
En Espa?a, mientras el PP dijo en plena campa?a electoral que quer¨ªa incluir la cuesti¨®n del velo en el famoso contrato de integraci¨®n de inmigrantes, el Gobierno no se ha decantado por regular esta materia. "Lo m¨¢s importante es ser sumamente respetuoso con los h¨¢bitos y culturas de cada pa¨ªs, teniendo mucho cuidado en que esas tradiciones culturales no ataquen a la libertad ni supongan una vulneraci¨®n de la libertad a las personas o un ataque a los derechos humanos", apunt¨® ayer la vicepresidenta del Gobierno, Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega.
El laissez faire espa?ol, como el brit¨¢nico o el alem¨¢n, dista de las restricciones francesas. Francia, la gran valedora del laicismo, prohibi¨® en 2004 el uso de signos religiosos en las escuelas p¨²blicas, lo que suscit¨® una marea de rechazo en el mundo musulm¨¢n. Pa¨ªses como B¨¦lgica y Holanda se han decantado tambi¨¦n por poner coto a los dictados religiosos. Mientras la ciudad belga de Amberes ha prohibido el uso del velo a las funcionarias que trabajan cara al p¨²blico, en Holanda no se permite vestir el burka en las escuelas y centros oficiales. Lo que est¨¢ claro es que, de momento, los pa¨ªses europeos no han sabido o no han querido adoptar una postura com¨²n. Y que los intentos de regulaci¨®n han levantado ampollas.
En Estados Unidos, donde no se restringe el uso del pa?uelo, las mujeres musulmanas no corren mejor suerte y, en general, como en el resto de Occidente, se asocia la cabeza cubierta a una restricci¨®n de sus derechos y a una cultura democr¨¢tica cuando menos deficiente, lejos del poder liberador que alguna de estas mujeres le atribuyen al velo. Y si no, que se lo pregunten a Hebba Aref y a Shimaa Abdelfadeel, a las que se les prohibi¨® subir al escenario en un reciente mitin de Barak Obama por llevarlo. El senador cristiano no quiso dejarse ver con esas mujeres, no fueran a creer sus votantes que tiene algo que ver con las oprimidas musulmanas.
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