Beduinos enganchados al m¨®vil
En el desierto jordano de Wadi Rum ha llegado la tecnolog¨ªa, pero las horas las siguen marcando el sol y la arena. Y en Petra pervive el misterio
El desierto de Wadi Rum est¨¢ situado al sur de Jordania, ya cerca del mar Rojo. Hay una autov¨ªa que lleva hasta ¨¦l desde Amm¨¢n, y atraviesa un inmenso desierto. Vemos ocasionalmente beduinos acompa?ados de peque?os reba?os. Parecen indiferentes a ese traj¨ªn de los coches, ellos apenas necesitan moverse, y cuando lo hacen es siempre sin prisas. Necesitan el merodeo, la lentitud y los meandros del laberinto. De otra forma, ?c¨®mo encontrar¨ªan el agua, los peque?os frutos, la hierba con que alimentan a su ganado? Al¨¢ les prohibi¨® plantar semillas y arar la tierra para que tuvieran que recorrerla sin descanso, y ellos se limitan a cumplir su destino. No hay infelicidad en ellos. El beduino siempre conf¨ªa en que lo que sucede es lo mejor que le podr¨ªa suceder.
Todo el pa¨ªs es un desierto interminable, gris, en el que apenas hay zonas de verdor. A veces cruzamos junto a un pueblo o una ciudad, con cabras y burros que pasean por los lindes de la carretera. Producen una sensaci¨®n de vac¨ªo, de peque?os pueblos fantasmas que han sido abandonados. Hacia el sur, el terreno se hace m¨¢s abrupto y rocoso, y el atardecer nos sorprende en una inmensa depresi¨®n del terreno. El sol se oculta tras una cadena de monta?as y su luz ba?a las rocas y la arena, que parecen empapadas de sangre. Un lugar situado en los l¨ªmites del mundo, como los descritos en los relatos b¨ªblicos; que no est¨¢ hecho para el deseo y la memoria, sino para la soledad y el di¨¢logo con el absoluto.
Hemos quedado con Amyat, el beduino que va a ser nuestro gu¨ªa, en un cruce de carreteras, pero al llegar ya casi es de noche. Hay varios coches detenidos, y vemos la luz de los faros y el merodeo de la gente a su alrededor. Llevan fardos y cestas, y parecen estar cambiando productos, como en un mercado improvisado. Uno de ellos se acerca a nosotros. Es nuestro gu¨ªa. Es un hombre de unos cuarenta a?os, que no deja de sonre¨ªr. Se monta en nuestro coche y nos internamos en el desierto. Es un desierto de arena roja, en la que parecen flotar inmensas moles de piedra. Es Amyat quien nos dice por d¨®nde debemos ir, pues no hay caminos ni el rastro de senda alguna. Se orienta por la forma de las rocas. Amyat siempre ha vivido en el desierto. Lo recorre con su familia desde que era ni?o, y lo conoce como la palma de su mano. En la arena crecen plantas le?osas que recuerdan nuestra retama. Los beduinos la utilizan como le?a. Lo m¨¢s hermoso de Wadi Rum son las noches, y sus cielos estrellados, pero llegamos una noche de luna llena y las estrellas apenas se ven. Hay eco. Gritamos nombres y frases, y todo se repite en otro lugar. Me acuerdo de la ninfa Eco. Fue castigada por la celosa Hera a perder su propia voz y tener que repetir las voces de los dem¨¢s. Pero se enamor¨® de Narciso y esto la hac¨ªa feliz. Eco es la imagen del amor, de un amor antiguo que dice que no somos due?os de nada, ni siquiera de nuestro propio coraz¨®n. El que ama, dicen los ¨¢rabes, muere para s¨ª, y si no es amado, es decir, si no vive en el ser amado, muere dos veces. Una idea que, en los albores de la Edad Media, dar¨ªa lugar al mito del intercambio de los corazones entre los amantes.
Tras la parada, buscamos la jaima en que vamos a pasar la noche. Es muy grande, con capacidad suficiente para albergar a una excursi¨®n completa de turistas. Los beduinos, que antes pastoreaban el ganado, se ocupan ahora de traer y llevar reba?os de turistas. Pero esta noche no hay nadie. Los beduinos son muy hospitalarios, y la cena no termina nunca. Comemos mansaf, que es cordero guisado con una bola de yameed o yogur deshidratado, arroz y tomate ali?ado con especias. Y no dejamos de beber t¨¦. La noche ha empezado a refrescar y se agradece la bebida caliente. Nos acompa?an el padre de Amyat y dos de sus primos. Visten las t¨²nicas propias del desierto y son silenciosos y dignos. Todos ellos tienen m¨®viles, que no dejan de manipular. En la ¨²ltima novela de Philip Roth, su protagonista se lamenta de que los m¨®viles hayan llegado a abolir la experiencia de la separaci¨®n. Y sin embargo, la escena est¨¢ llena de encanto. Hombres curtidos por la escasez y las carencias que juegan con sus peque?os juguetes. Due?os de las emociones de los ni?os y el dolor de los adultos.
Prodigiosa memoria
Amyat es un gran narrador y nos cuenta numerosas historias. Muchas de ellas tienen por protagonistas a los camellos, sus compa?eros inseparables en el desierto. Historias que hablan de su prodigiosa memoria y de su car¨¢cter rencoroso. En una ocasi¨®n, su padre se arroj¨® sobre una camella que estaba criando y bebi¨® su leche, pues estaba sediento. Y a?os despu¨¦s la cr¨ªa todav¨ªa se acordaba de que le hab¨ªa quitado su leche y trat¨® de matarle.
Pero tambi¨¦n historias de su conmovedora fidelidad, y de c¨®mo algunos llegan a morir de tristeza al separarse de sus amos. O de las madres que al perder a sus cr¨ªas se niegan a aceptar su muerte y a separarse de sus restos. Cuando pasa esto, cogen la piel de la cr¨ªa y la ponen sobre un arbusto. La madre la cree viva y sigue produciendo leche para ella. Y las historias de su extra?o pudor. No se aparean si se sienten mirados, y a veces, en las plazas y los lugares p¨²blicos, sus due?os tienen que tender una lona sobre ellos para que lo hagan.
Al amanecer visitamos el desierto. Sus arenas son rojas y acogen cumbres que alcanzan m¨¢s de 1.500 metros de altura. Monta?as lisas como la palma de la mano. Es un territorio castigado por la erosi¨®n, y algunas formaciones p¨¦treas parecen cera derretida bajo el intenso sol. Ca?ones, desfiladeros, puentes de piedra, rocas veteadas de colores y un mar de dunas rojas componen un paisaje de una belleza alucinada y extra?a. En la primavera, las lluvias hacen surgir manchas de vegetaci¨®n donde crecen an¨¦monas o amapolas.
De regreso a Amm¨¢n, me detengo solitario en Petra. Petra es una ciudad tallada en la roca. Una ciudad secreta, en la que los mercaderes almacenaban sus productos. Hay que recorrer un desfiladero de cerca de dos kil¨®metros para llegar a su entrada: un templo cuya fachada recuerda el tel¨®n dorado de un teatro. Hay un monasterio en lo alto de una de las monta?as y para llegar a ¨¦l es preciso ascender centenares de escalones. Los subo lentamente, acompa?ado de decenas de turistas, mientras a nuestro lado bajan y suben peque?os burros con su cargamento humano. Cada poco hay vendedores de baratijas. Una ni?a de ojos oscuros, los ojos de las palomas junto a las lagunas, descritos en el libro de Salom¨®n, me muestra unas piedras. Me ofrece algo que me bastar¨ªa con agacharme para tomar del suelo, pero lo hace con una nobleza silenciosa y sonriente que me obliga a detenerme para mirarlas.
Me acuerdo de Mahmud, el protagonista de una de las historias de amor m¨¢s celebres de la tradici¨®n isl¨¢mica. Pierde a la mujer que ama y se pasa la vida busc¨¢ndola. Un d¨ªa, un hombre le sorprende echando tierra en un cedazo y, cuando se interesa por lo que hace, le contesta que buscar a su amada. Y c¨®mo vas a encontrarla ah¨ª, le pregunta. Si quiero encontrarla un d¨ªa, en alg¨²n lugar, tengo que buscarla por todos los lados.
Le compro las piedras a la ni?a siguiendo su ejemplo. Mahmud tiene raz¨®n: lo importante es no dejar de buscar.
? Gustavo Mart¨ªn Garzo es autor de la novela El jard¨ªn dorado (Lumen, 2008).
Gu¨ªa
C¨®mo ir
- La mayorista Dahab (www.dahabtravel.es) ofrece un circuito jordano (ocho d¨ªas-siete noches) pernoctando en Amm¨¢n, Petra y Wadi Rum, desde 885 euros, m¨¢s suplementos. Incluye vuelos, visitas con gu¨ªa, seguro y alojamiento (media pensi¨®n) en hoteles de tres estrellas y en un campamento en Wadi Rum.
- Royal Vacaciones (www.royalvacaciones.com) ofrece un circuito (ocho d¨ªas-siete noches) pernoctando en Amm¨¢n, Petra y Wadi Rum desde 729 euros, m¨¢s suplementos. Incluye vuelos, visitas, alojamiento (media pensi¨®n) en hoteles de tres estrellas y en un campamento en Wadi Rum. Salidas de Madrid los d¨ªas 13, 20 y 27 de julio.
Informaci¨®n
- Turismo de Jordania (www.na.visitjordan.com).
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