Salvajes, sentimentales, canallas y so?adores
Me conmueve el individuo. Me aterran las masas, aunque a veces me diviertan. Las masas me gustaban cuando cre¨ªamos en los cuentos de hadas del socialismo. Ahora s¨®lo creemos en las hadas. Algo en la suerte y en el f¨²tbol. El mejor de los juegos para mostrar lo peor de nosotros mismos. Lean la iron¨ªa de Nick Hornby en su ¨²til manual de navegaci¨®n por los fanatismos futboleros: Fiebre en las gradas. Es mucho m¨¢s f¨¢cil saber ganar. No todos los futboleros tienen el talante tranquilo de Javier Mar¨ªas, aunque no disimule sus pasiones. Para sobrevivir campeonatos, triunfos y derrotas son muy aconsejables sus escritos sobre los salvajes y sentimentales del deporte rey. A Mar¨ªas le gusta el f¨²tbol porque, entre otras cosas, es "la recuperaci¨®n semanal de la infancia". No s¨®lo con lecturas conseguimos recuperaciones infantiles.
Hubo tiempos en que los estadios de f¨²tbol fueron c¨¢rceles. Que ni la derrota, ni el triunfo, nos permitan el olvido
La clase obrera, que hace tiempo se dio cuenta de que no ir¨ªa al para¨ªso -no todos, siempre queda un ret¨¦n de desinformados-, decidi¨® ir al f¨²tbol. As¨ª, el f¨²tbol es un para¨ªso que tambi¨¦n lleva dentro un infierno. Eso es justicia po¨¦tica. En estas tardes de f¨²tbol y amigos recordamos a ?ngel Gonz¨¢lez, un excelente fingidor hasta cuando nos ense?aba su sonrisa, cuando dec¨ªa que lo suyo no era nada grave. ?ngel, ante nuestras vociferantes razones y nuestras pasiones patri¨®ticas -aunque llevaran la bandera tricolor-, sab¨ªa mantener una ir¨®nica distancia. Tranquila manera de esperar el triunfo de los suyos: cualquiera menos Espa?a. Era su forma de vengarse, su manera de hacer contra¨¦pica en un pa¨ªs de fanatizados de banderas con toro. No lleg¨® a ver las euf¨®ricas jornadas en Col¨®n.
Todo pasa, la plaza roja, ?ay!, volver¨¢ a ser la que fue. Deseo que un poco m¨¢s centrada. Que cuando vuelvan los de los vivas a Espa?a, como dice Mar¨ªas, no parezcan una mezcla de "Espada" y "Guada?a". Seamos menos tensos. Viva Espa?a manque pierda. Menos gritos y menos bombo.
Una Espa?a razonable, amable y h¨²meda. Un poco de disparate, algo de erotismo, un cabar¨¦ popular con m¨²sica y muslos que amansen a las fieras de la ciudad y a las que llegan para la Expo. Una de las mayores alegr¨ªas -adem¨¢s de la obra de ese genio de pueblo y cosmopolita que es Patxi Mangado, con su bosque acu¨¢tico, su nobleza de sombras, su arboleda recuperada que tiene una peculiar belleza tel¨²rica, tan misteriosa como un bosque- es la reapertura del zaragozano El Plata. Cabar¨¦ del pueblo, buen sitio para brindar por la memoria de Salvador Allende. Es su centenario, y la documentalista Carmen Castillo -aquella revolucionaria que se parec¨ªa a Romy Schneider- ha venido a recordarnos unos tiempos en que los estadios de f¨²tbol fueron c¨¢rceles. Que ni la derrota, ni el triunfo, nos permitan el olvido. -
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