"Todo mi dolor se transform¨® en otra fuerza"
La resiliencia es, seg¨²n los expertos en psicolog¨ªa, la capacidad de algunos sujetos para sobreponerse a tragedias o periodos de dolor emocional. Si esa resiliencia es la adecuada, entonces el sujeto puede resultar incluso fortalecido a causa de los contratiempos. Michelle Bachelet se considera a s¨ª misma una persona "resilente" con un instinto constructivo que le nace de forma natural, y ¨¦se puede ser, quiz¨¢, su gran secreto. Su secreto a voces. Hija de un militar v¨ªctima de sus propios compa?eros de milicia, la dram¨¢tica historia de Michelle Bachelet la hermana con la de miles de sus compatriotas, v¨ªctimas a su vez de un cruento golpe de Estado y de una dictadura cruel e implacable. Ella misma, junto a su madre, sufri¨® el cautiverio, unas torturas que siempre ha minimizado y, finalmente, el exilio.
Pero con la democracia que ella ayud¨® a restaurar, la socialista Michelle Bachelet acab¨® convirti¨¦ndose en ministra de Salud primero y ministra de Defensa despu¨¦s. Jefa suprema, en fin, de esa instituci¨®n que tanto dolor infligi¨® a su vida y a la de su propio pa¨ªs; de una instituci¨®n que ella aprecia en lo m¨¢s ¨ªntimo.
Presidenta de la Rep¨²blica desde enero de 2006, Michelle Bachelet es hoy uno de los l¨ªderes m¨¢s conocidos y valorados del mundo. La revista Time la incluy¨® recientemente en el listado de los 100 personajes m¨¢s influyentes del planeta.
En Chile, sin embargo, su liderazgo parece estar en horas bajas. Y ello a pesar de que todos los analistas internacionales coinciden en seguir se?alando a Chile como el pa¨ªs m¨¢s exitoso de Am¨¦rica Latina por su crecimiento econ¨®mico, por sus pol¨ªticas sociales y su estabilidad financiera.
Los transportistas est¨¢n en huelga y los estudiantes se manifiestan en las calles. La coalici¨®n a la que pertenece (la Concertaci¨®n de Partidos por la Democracia) parece romperse. Concurrir¨¢ con candidaturas separadas a las pr¨®ximas municipales por vez primera. Bachelet, a la que los analistas locales acusan de tardar demasiado tiempo en tomar decisiones, se ha hecho una foto con todos los presidentes de la coalici¨®n (Patricio Aylwin, Eduardo Frei y Ricardo Lagos) para llamar a la unidad. "In¨¦dito", critican. "Claro s¨ªntoma de debilidad".
La entrevista (pospuesta para un d¨ªa despu¨¦s a causa de la crisis pol¨ªtica local) tiene lugar en un suntuoso sal¨®n del palacio de la Moneda contiguo a su despacho, del que emerge con su c¨¢lida sonrisa y ese flequillo que le otorga un cierto aire de ni?a. Se deshace en disculpas por la espera (en realidad s¨®lo ha sido de media hora), dice que lee todos los d¨ªas EL PA?S por Internet y rompe el hielo con una charla informal que facilita el encuentro.
Veo su retrato oficial en este palacio, vestida con chaqueta blanca entallada y la banda de Chile cruzada en su pecho, y me parece estar viendo la imagen de un militar.
No, no. Lo de la banda forma parte de las tradiciones republicanas de Chile, y el vestido es verdad que lleva unos botones que pudieran parecer [se r¨ªe]. Pero no. Simplemente era un estilo que estaba de moda cuando asum¨ª el cargo y era elegantito.
Se lo digo porque hay una parte de su biograf¨ªa que se ha destacado poco y me ha llamado la atenci¨®n: su curso de estrategia militar aqu¨ª en Chile y el de posgrado en defensa continental en Fort Leslie McNair (Washington) a mediados de los noventa.
Lo hice porque consider¨¦ que uno de los problemas que tuvimos en Chile era una falta de di¨¢logo entre el mundo de la pol¨ªtica y el mundo militar. Mi gran preocupaci¨®n era c¨®mo lograr no repetir una tragedia como la que hab¨ªamos pasado [el golpe de Estado y la dictadura de Augusto Pinochet entre 1973 y 1990]. Yo cre¨ªa que en el mundo de la pol¨ªtica y de la izquierda hab¨ªa que entender que las Fuerzas Armadas eran parte constitutiva del Estado y que ten¨ªamos que generar confianza entre ambos mundos, dejando atr¨¢s los prejuicios, para asentar las bases de la democracia. Porque la democracia es algo mucho m¨¢s que la mera elecci¨®n de los representantes. Lo importante y lo dif¨ªcil es aprender a convivir con un esp¨ªritu de amistad c¨ªvica. ?se es el sentido de mi acercamiento a lo militar en plena transici¨®n pol¨ªtica.
Pensaba que era un mecanismo de defensa; salvando todas las distancias, como el ind¨ªgena americano que aprende el espa?ol, la lengua de los conquistadores, para combatirlos mejor.
No, porque ya est¨¢bamos en democracia. Era una manera de explorar c¨®mo construir una sociedad sana y democr¨¢tica y no reproducir los errores del pasado. Me parec¨ªa, adem¨¢s, que desde la izquierda no le hab¨ªamos dado el valor suficiente al mundo militar, como tampoco a la seguridad ciudadana.
?Es la militar una instituci¨®n que usted quiere especialmente, a pesar de todo lo ocurrido?
Yo sent¨ª que a trav¨¦s de mi historia pod¨ªa tender puentes entre los dos mundos. Mi acercamiento fue gen¨¦rico, pero tuvo consecuencias en lo personal. Recuper¨¦ los afectos y descubr¨ª que muchas de las cosas que yo hab¨ªa vivido ah¨ª ten¨ªan que ver con mi car¨¢cter, con mi forma de ver las cosas. Mi padre era un hombre muy excepcional, un hombre muy recto, con gran sentido del deber y gran amor al pa¨ªs, a la patria. Es mi mismo sustento como pol¨ªtica: sentir que uno se debe a su pa¨ªs, a la patria, pero no como un concepto abstracto, sino a las personas. Sent¨ª que conectando la pol¨ªtica con el mundo militar yo pod¨ªa hacer una diferencia. Los valores que me ense?aron en mi familia me permit¨ªan entender mejor el mundo militar, tanto para reconocer aquello con lo que me identificaba como para cuestionar lo que no me parec¨ªa justificable, como los horrores y los errores que sufri¨® nuestro pa¨ªs.
El 11 de septiembre de 1973, los militares rebeldes, a las ¨®rdenes del general Augusto Pinochet, bombardearon este palacio en el que ahora estamos y asesinaron a su presidente Salvador Allende. Durante la dictadura pinochetista, que dur¨® hasta 1990, murieron 3.197 personas y hubo 1.197 detenidos desaparecidos. Entre las v¨ªctimas figura el general de Brigada de la Fuerza A¨¦rea Alberto Bachelet, el padre de la ahora presidenta de Chile.
Es impresionante la carta que les escribi¨® su padre desde su cautiverio antes de morir: ?Me quebraron por dentro en un momento, me anduvieron reventando moralmente?. ?C¨®mo vivi¨® aquella p¨¦rdida?
Era dif¨ªcil vivir aquello s¨®lo desde la ¨®ptica personal porque lo est¨¢bamos viviendo de forma colectiva. La gente desaparec¨ªa, aparec¨ªa muerta. La sensaci¨®n era que en Chile estaba pasando un horror que en lo personal afectaba a mi familia. Muchos otros estaban viviendo dolores muy profundos.
?Y eso es consolador?
No lo s¨¦ [reflexiona largamente]. Era m¨¢s bien una sensaci¨®n de desamparo global [r¨ªe con sarcasmo]. Desamparo en lo familiar. Bueno, yo estaba con mi madre, que era una mujer muy fuerte. Yo tambi¨¦n soy una persona fuerte. Nos pregunt¨¢bamos cu¨¢nto iba a durar aquello. Y en lo personal fue muy triste, muy doloroso, porque yo era adem¨¢s muy regalona de mi padre, la ¨²nica ni?ita en casa y esa cosa tradicional de ser la ni?ita del pap¨¢. Ten¨ªamos una relaci¨®n muy estrecha y cari?osa. Mi padre era muy protector. Y, claro, tuve todo el dolor de la p¨¦rdida, que luego reviv¨ª en muchos momentos de mi historia.
?Por ejemplo?Cuando tuve hijos. Me hubiera gustado tanto. Mi padre era un padre entretenido. As¨ª como era estricto, era un padre que jugaba con nosotros. Era deportista. Lament¨¦ muchas veces no s¨®lo no haber contado con ¨¦l como hija; tambi¨¦n que mis hijos perdieran esa oportunidad de tener ese abuelo que hubiera sido tan entretenido e interesante. Bueno, han tenido una abuela entretenida e interesante.
Pero de su madre no suele hablar, quiz¨¢ lo haga luego?
S¨ª. Cuando yo soy elegida ministra de Defensa me habr¨ªa gustado que hubiera estado ah¨ª mi padre conmigo. Tambi¨¦n cuando fui elegida presidenta, aunque esa noche sent¨ª que estaba conmigo. Estoy segura de que para ¨¦l habr¨ªa sido un tremendo orgullo. En realidad, siempre estuvo orgulloso de esta hija que era superbuena alumna, deportista, que tocaba la guitarra, que cantaba.
Ni siquiera le importaba que fuera usted una 'hippy'?.
Bueno, hab¨ªa un par de cosas que no le gustaban tanto. Adem¨¢s, yo era un hippy entre comillas, porque era una buena alumna y viv¨ªa en casa, no en una carpa por ah¨ª.
Pero ya podr¨ªa sospechar para entonces que usted no era muy convencional.
Es que yo le dir¨ªa que en cierto sentido mi padre era poco convencional. No es casual que yo sea como soy. Era serio y protocolario, pero andaba en bermudas cuando en Chile no se usaban y no asum¨ªa el rol t¨ªpicamente machista. Era abierto de mente, cuestionador y nada dogm¨¢tico. Siempre respet¨®, ador¨® y tuvo una profunda admiraci¨®n por mi madre.
?Qu¨¦ bien!
S¨ª, mi madre era una mujer inteligente. Yo tuve en mi hogar gente inteligente, cuestionadora del, entre comillas, "orden natural de las cosas". Por el contrario, para ellos el orden natural de las cosas es que la gente tuviera una vida de calidad, con justicia, con solidaridad, con humanidad, que no hab¨ªa ninguna raz¨®n para que hubiera pobres.
En 1973, cuando se produjo el golpe de Estado, su hermano mayor, su ¨²nico hermano, ya fallecido, viv¨ªa en Australia. Tras la muerte de su padre, Michelle Bachelet qued¨® sola con su madre, ?ngela Jeria, cuyas denuncias por lo que ocurr¨ªa en Chile motivaron la detenci¨®n de ambas. Era enero de 1975. Durante las tres semanas de prisi¨®n en Villa Grimaldi, las dos sufrieron "apremios f¨ªsicos", seg¨²n reza la biograf¨ªa oficial. Bachelet siempre ha procurado eludir los detalles de los mismos. Otro militar conocido de la familia logr¨® su liberaci¨®n y huyeron al exilio, como miles de chilenos. Fueron a Australia. A Alemania, despu¨¦s.
Supongo que lo de Villa Grimaldi fue tambi¨¦n terrible para usted. ?C¨®mo ha podido superar y perdonar todo aquello?
No s¨¦ si mi capacidad de resiliencia, como le llaman los expertos, tiene que ver con mi padre o con mi madre. Probablemente con los dos. Porque mi madre tiene hoy d¨ªa la misma actitud que yo. Ella cree que tenemos que aprender de la historia. Es arque¨®loga, as¨ª que esto de la historia le importa mucho. Probablemente por esa historia familiar, yo dir¨ªa que lamentando profundamente lo pasado, uno mira c¨®mo puede ser un actor relevante en garantizar que este pa¨ªs sea un pa¨ªs mejor para todos en el futuro. Y esa actitud m¨¢s constructiva, m¨¢s propositiva (no quisiera calificarla), es lo que me nace naturalmente. Pero quiero serle muy clara. Hubo un momento en mi vida en que yo no estaba en esta actitud. Ten¨ªa dolor, rabia, ira. Pas¨¦ por todas las etapas, en lo personal y en lo colectivo. Pero primero hice mi duelo propio, primero enterr¨¦ a mi padre, y despu¨¦s todo ese dolor se fue transformando en otra fuerza.
?Y qu¨¦ fue lo que m¨¢s le ayud¨® a transformar esa fuerza?
[Tarda en contestar]. No s¨¦. Tal vez? buscar la manera de que nuestro pa¨ªs recuperara la democracia.
?Y ese deseo es tan fuerte como para aceptar que usted pudiera cruzarse por la calle con su propio torturador o el de su padre?
Efectivamente. Mi madre y yo nos encontramos a la vuelta del exilio con personas que tuvieron cargos relevantes, que tomaron decisiones complejas que significaron la muerte y las torturas de mucha gente. Y luego en democracia nos encontramos con mucha gente, incluso en el Parlamento, que tuvieron responsabilidades pol¨ªticas importantes en lo sucedido. Y, bueno, se desarrollaron conductas democr¨¢ticas de relacionamiento. Yo dir¨ªa que nuestro pa¨ªs hizo una transici¨®n que algunos criticaron mucho, pero que ha sido bastante efectiva por su ritmo y su gradualidad.
Usted ha asumido incluso los sentimientos negativos que sufri¨®, motivados por el r¨¦gimen de terror. Reconoci¨® p¨²blicamente hace dos a?os no haber sido comprensiva con aquel novio suyo, Jaime L¨®pez, que, bajo tortura, delat¨® a sus amigos.
Hubo momentos de ira, de rabia, de dolor, y tambi¨¦n de polarizaci¨®n de los afectos y de la capacidad de mirar las cosas. Pasados los a?os, hay que ser capaces de entender el proceso de una manera distinta. Hay cosas que no voy a justificar aunque pasen 400 a?os. Hay gente que hizo cosas horribles. Nunca les dar¨¦ el benepl¨¢cito de admitir que no fueron lo que fueron: asesinos, traidores. Pero en el caso de este chico. Ten¨ªa 23 a?os y estaba asumiendo lo que otros no hicieron (se hab¨ªan ido, se hab¨ªan escondido). Ahora tenemos la posibilidad de poner en su justo t¨¦rmino las cosas.
Tras el exilio, usted vuelve a Chile en 1979, llega la democracia y su vida parece convertirse en una pel¨ªcula de final feliz. En 2000 es nombrada ministra de Salud; luego, de Defensa, y ahora, presidenta. Parece la victoria del bien sobre el mal.
Ja, ja. Luego le comento en offesa opini¨®n.
Pero es as¨ª y Chile se ha convertido en el ejemplo de Latinoam¨¦rica.
Yo lo he vivido de manera distinta, como fruto del trabajo para sacar las cosas adelante. Hay que hacerse cargo de un nuevo Gobierno que me representa, un presidente que yo ayud¨¦ a elegir y me propone estas tareas y yo echo para adelante. Nunca lo he interpretado como un gesto de reparaci¨®n. Obviamente, desde fuera se pueden sacar las conclusiones que usted dice.
Cuando fue ministra de Defensa pregon¨® ser mujer separada, agn¨®stica y socialista. ?Fue una sorpresa para usted lograr despu¨¦s la presidencia de la Rep¨²blica en un pa¨ªs que los propios chilenos tildan de machista?
Tengo la sensaci¨®n de que la gente lo que busc¨® y recompens¨® fue la percepci¨®n de una persona cre¨ªble, honesta y dispuesta a trabajar por ella. Y siento que el humor es una parte importante de la vida que puede aligerar tensiones. As¨ª que en la primera reuni¨®n que tuve con el jefe de las Fuerzas Armadas le dije todo eso de que soy agn¨®stica y madre soltera. El mensaje era: esto es as¨ª, s¨ª, pero les puedo asegurar que vamos a trabajar bien. Hay falta de credibilidad en los l¨ªderes pol¨ªticos porque lo que la gente busca y necesita son personas que de verdad trabajen por ella. El hecho de que yo hablara de mi condici¨®n y creencias tan abiertamente reflejaba a una persona consecuente y honesta.
?Dice que ve falta de liderazgos pol¨ªticos en el mundo?
Muchas encuestas en muchos pa¨ªses demuestran que los ciudadanos no sienten que los pol¨ªticos se ocupen de las cosas que les pasan en su vida. Los sienten discutiendo de abstracciones y pele¨¢ndose el poder por el poder, m¨¢s que el poder para hacer lo que es necesario. Y en este sentido, creo que es lo que Chile necesitaba.
?Y c¨®mo se logra salir de ah¨ª? ?C¨®mo no dejarse arrastrar por la "alta pol¨ªtica" y no perder pie con la realidad?
Creo que las mujeres, por nuestra experiencia desde que nacemos, estamos muy capacitadas para estar inmersas en la realidad. Porque nos toca hacernos cargo de muchas cosas, sobre todo sociales. Las chilenas, como supongo las espa?olas, se hacen cargo de la familia, de la casa, van a comprar el pan, saben los precios. Tenemos un aprendizaje social, desde muy chicas, que habitualmente nos hace pr¨¢cticas, realistas y con conexi¨®n a tierra. Yo, adem¨¢s, leo los diarios todos los d¨ªas, veo Internet, escucho a la gente, me escriben cartas y mailsy leo todo eso. Yo converso con mi familia, que es una familia cr¨ªtica, nada autocomplaciente. Me relaciono con mis asesores y no les pido que me cuenten que las cosas est¨¢n estupendas. Lo que m¨¢s desprecio es la lealtad entendida como incondicionalidad. Al rev¨¦s. Para m¨ª, la palabra lealtad significa decir lo que est¨¢ mal y lo que est¨¢ bien. As¨ª que es dif¨ªcil no tener una mirada realista.
La prensa local le critica mucho, y parece que los mismos rasgos que le ayudaron a ganar la presidencia son ahora mal percibidos.
Por un lado, la gente me dice: "No cambie. Por favor, no cambie. Usted es cercana. Nos ve. Existimos". Yo saludo, converso, abrazo, beso. Me r¨ªo. Y la gente lo aprecia profundamente. Tengo la sensaci¨®n de que mi estilo de liderazgo fue menos comprendido en el mundo de la pol¨ªtica m¨¢s convencional. Porque la gente que me eligi¨® lo hizo sabiendo c¨®mo soy. Pero tal vez tambi¨¦n la gente siente que estoy m¨¢s distante, porque muchas veces tengo que ocuparme de asuntos muy abstractos.
?Significa algo para usted que en Latinoam¨¦rica haya ahora en la c¨²spide dos mujeres [Bachelet y Cristina Fern¨¢ndez en Argentina], dos sindicalistas [Lula en Brasil y Evo Morales en Bolivia], un obispo [Fernando Lugo en Paraguay], dos m¨¦dicos [de nuevo Bachelet y Tabar¨¦ V¨¢zquez en Uruguay] y un militar [Hugo Ch¨¢vez en Venezuela]?
En Brasil, el pasado mes de mayo, cuando asum¨ª la presidencia pro t¨¦mpore de esta Uni¨®n de Suram¨¦rica (Unasur), nos reunimos Evo, Lula y esta presidenta. ?Qui¨¦n hace cinco a?os hubiera imaginado que en una testera como ¨¦sta estar¨ªamos un ind¨ªgena, un l¨ªder sindical y una mujer? Esto demuestra que Am¨¦rica Latina es otra.
?Afortunadamente!
Y es una Am¨¦rica Latina ansiosa de incluir y no de excluir. Ansiosa de ser representada por personas que desde su diversidad buscan lo mejor para sus pueblos. Y creo que representan mejor a Am¨¦rica Latina. Esa diversidad es lo que nos ha permitido ir avanzando hacia una mayor integraci¨®n (pese al sentido de urgencia de ir mucho m¨¢s r¨¢pido), en una voluntad de ir avanzando desde el concepto de unidad en la diversidad.
Curioso. Es el lema de la Uni¨®n Europea que se quiso introducir en el nuevo tratado: unidos en la diversidad?
Mire, los nuevos l¨ªderes latinoamericanos no son s¨®lo una demostraci¨®n de que aqu¨ª hay de todo; tambi¨¦n, de que durante muchos a?os fueron los excluidos. En nuestros pa¨ªses, los ind¨ªgenas han sido excluidos del poder; los sindicalistas, claro, nunca estuvieron en el m¨¢ximo poder. Y las mujeres, para qu¨¦ decir. En Chile, durante la dictadura, se inhabilit¨® a los dirigentes sindicales para ser parlamentarios y todav¨ªa no hemos logrado cambiar eso. Vamos hacia una sociedad m¨¢s inclusiva, y creo que en Am¨¦rica Latina est¨¢ pasando lo mismo.
?Cree que puede ser el gran momento de Am¨¦rica Latina? Todos los art¨ªculos que leo son muy pesimistas al respecto?
A Am¨¦rica Latina se le dijo en los a?os ochenta que su nivel de pobreza y subdesarrollo eran producto de no haber hecho las reformas econ¨®micas necesarias. Las hicieron y est¨¢n registrando crecimientos econ¨®micos importantes y sostenidos, pero la pobreza se mantuvo igual o se increment¨®. A mi juicio, lo que sucedi¨® es que las pol¨ªticas econ¨®micas no llevaron de la mano las pol¨ªticas sociales para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. En Chile hemos logrado un crecimiento econ¨®mico importante y sostenido y hemos reducido la pobreza. En 2006 bajamos el nivel de pobreza al 13,7% desde el 39% que ten¨ªamos cuando recuperamos la democracia. La extrema pobreza ha quedado en el 3% y ven¨ªamos del 20%. Obviamente, no es suficiente. Somos pr¨¢cticamente el primer pa¨ªs de Latinoam¨¦rica en todos los indicadores: mayor expectativa de vida, menor mortalidad materna e infantil (despu¨¦s de Cuba) y baja tasa de desnutrici¨®n. Y son indicadores ya similares a los de los pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo. Seguimos teniendo desaf¨ªos tremendos: se nos ha envejecido enormemente el padr¨®n electoral. Debemos mirar c¨®mo interesar a los j¨®venes en la pol¨ªtica. Esos j¨®venes no votan y han vivido siempre en democracia creyendo que los derechos son algo natural. Ahora tenemos que luchar por tener un desarrollo sostenible. Hemos creado por vez primera un Ministerio de Medio Ambiente. Queremos seguir teniendo crecimiento econ¨®mico, pero no a cualquier precio. Queremos equidad y justicia social. Con la reforma de la Previsi¨®n que hemos hecho, a partir de este mes de junio el 40% de los ciudadanos m¨¢s pobres van a tener una pensi¨®n m¨ªnima solidaria o van a ver aumentada la que tienen [esa pensi¨®n supondr¨¢ duplicar la m¨ªnima actual].
Es el camino de los Estados de bienestar europeos.
Bueno, no podemos compararnos con Europa. Nosotros venimos de Estados neoliberales brutales.
No hago m¨¢s que escuchar que la presidenta Bachelet est¨¢ acabada, que a este Gobierno no le queda nada por hacer. En realidad, el hecho de que su mandato acabe en 2010 sin posibilidad de presentarse a la reelecci¨®n fomenta esa percepci¨®n, supongo.
Hoy mismo cuento con el 48% de la aprobaci¨®n de la gente, pero es verdad que ha habido momentos duros y dif¨ªciles. En todo caso, yo voy a gobernar hasta el ¨²ltimo d¨ªa de mi mandato y seguimos haciendo miles de cosas en infraestructuras y mejoras sociales.
?Qu¨¦ explicaci¨®n da entonces al desencanto de los chilenos?
Los Latinobar¨®metros demuestran que los ciudadanos chilenos siempre se sienten m¨¢s infelices que los dem¨¢s. Los chilenos somos extraordinariamente exigentes. Tambi¨¦n creo que los medios de comunicaci¨®n influyen negativamente en este sentido. Hay una disociaci¨®n entre la experiencia personal y la percepci¨®n colectiva. Lo ve¨ªa cuando era ministra de Salud. La gente dec¨ªa que la asistencia sanitaria era p¨¦sima, pero si les preguntabas c¨®mo les hab¨ªa ido las tres ¨²ltimas veces que la utilizaron dec¨ªan: excelente. Mi aspiraci¨®n no es que los medios oculten los problemas, pero echo de menos el equilibrio. En cuanto a los pol¨ªticos, cuando converso con otros presidentes me dicen: nadie es profeta en su tierra.
?A qu¨¦ se dedicar¨¢ cuando termine su mandato?
No he tenido tiempo para pensarlo. Soy presidenta 24 horas al d¨ªa. Voy a seguir trabajando, porque a¨²n no habr¨¦ cumplido los 60 y he sido siempre activa. Seguir¨¦ con mi vocaci¨®n p¨²blica y s¨¦ que dedicar¨¦ m¨¢s tiempo a mi familia. Desde luego, escribir¨¦ un libro. El hecho de ser la primera mujer presidenta es toda una experiencia a transmitir. Adem¨¢s es sorprendente leer c¨®mo se interpretan algunas cosas con c¨®digos tan diferentes a la realidad.
?Ha ido tomando notas?
No, pero tengo buena memoria. Y creo que ese libro ser¨¢ bueno para Chile, para mujeres que ocupen puestos similares y tambi¨¦n para los hombres, ?por qu¨¦ no?. Es bueno que ellos se pongan de vez en cuando los zapatos de otros y sepan lo que significa ser mujer y nuestras dificultades al asumir un cargo; que sepan que a las mujeres nos valoran distinto. Si lloras, dicen de ti que eres blanda. Si no lloras, que eres demasiado inflexible. Como siempre te critican, hagas lo que hagas, yo he decidido mostrarme tal como soy. Es bueno que los hombres comprendan tambi¨¦n que las mujeres respondemos de una manera diferente. Creo que todo esto no me lo puedo quedar s¨®lo para m¨ª. Se lo debo a la cosa p¨²blica, y yo tengo un tremendo sentido del deber. Es lo que me mueve en la vida.
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