Todo el pueblo para educar
La localidad madrile?a de Villaconejos funda una comunidad de aprendizaje en la que los padres tambi¨¦n ense?an
La clase de tres a?os ha terminado rebozada en harina y sabiendo m¨¢s gracias a sus educadoras, con las que han cantado; a madres y abuelas con las que han medido az¨²car y amasado roscos; a t¨ªas y hermanos mayores que han jugado al corro de la patata; a padres con quienes han compartido desayuno con chocolate; al grupo folcl¨®rico Lim¨®n y Miel, que ha bailado jotas y explicado qu¨¦ son unas casta?uelas. La Casa de Ni?os de Villaconejos, en Madrid, es una comunidad de aprendizaje, lo que significa que todo el pueblo est¨¢ invitado a participar en la educaci¨®n de sus 55 alumnos de uno a tres a?os: desde el electricista que viene a ense?ar por qu¨¦ se enciende una bombilla, al frutero que invita a un picoteo sano.
Una casa de ni?os (centro educativo p¨²blico de gesti¨®n municipal) se basa en el principio de participaci¨®n de los adultos responsables de los peque?os. Las cinco educadoras de la de Villaconejos, que funciona desde 1997, han decidido dar un paso m¨¢s y convertirse en comunidad de aprendizaje (la primera surgi¨® a finales de los setenta en Catalu?a, donde esta corriente tiene mayor presencia junto al Pa¨ªs Vasco). "Supone ahondar en la l¨ªnea de colaboraci¨®n en la que ven¨ªamos trabajando", dice Ana Mar¨ªa Hern¨¢ndez. "Hay quien traslada todo el peso de la educaci¨®n a la escuela pero ¨¦sa es una tarea que corresponde a todos". Especialmente a las familias, que participan en comisiones mixtas de trabajo sobre aprendizaje, salidas y fiestas, infraestructuras y servicios. Los padres, por ejemplo, pintar¨¢n la fachada del cole con dibujos elegidos por ellos mismos.
Todo comenz¨® en septiembre, cuando estas educadoras asistieron a unas jornadas de comunidades de aprendizaje y les gust¨® la idea. Se lo propusieron a la directora, Sara Carriedo, que las anim¨®. A los padres, que aceptaron. A su Ayuntamiento, que dijo "adelante". "Resulta enriquecedor porque son muchas cabezas pensando soluciones; mucha gente que llega donde nosotras no podemos", opina Ana ejerciendo de portavoz de sus compa?eras, Natalia, Nuria, Eva y Beatriz. Como la madre que da talleres de psicomotricidad o la que ha mediado para una visita al centro de salud.
Tambi¨¦n supone una manera diferente de plantearse la ense?anza. Y m¨¢s trabajo, que a veces se llevan como tarea porque la jornada lectiva no estira lo suficiente. "No todos los claustros lo aceptan porque estamos acostumbrados a centrarnos en clase, con una programaci¨®n cerrada. Y hay gente a la que le da miedo meter a los padres en el aula", coinciden Sara y Ana Mar¨ªa. En ese momento, la cabeza de una madre asoma por la puerta del despacho e interpela a la directora con la naturalidad de quien est¨¢ acostumbrado a hacerlo. "Nuestra recompensa es moral", retoma Ana. Ni laboral ni salarial. Ella y sus compa?eras tienen categor¨ªa, y cobran, como educadoras, aunque tres sean maestras. Seg¨²n se lamentan, ostentan los sueldos m¨¢s bajos de su zona.
S¨®lo la Casa de Ni?os de Villaconejos se convirti¨® en comunidad de aprendizaje tras aquellas jornadas de septiembre y, de paso, en el ¨²nico centro de infantil de Madrid que sigue este "proyecto de transformaci¨®n". Las otras dos casas que dirige Carriedo optaron por no adherirse. Y el colegio p¨²blico del pueblo, que en principio parec¨ªa receptivo, finalmente, desisti¨®. "Les supon¨ªa un esfuerzo, hab¨ªa interinos que dec¨ªan, 'para qu¨¦ voy a iniciar nada si el curso que viene estar¨¦ en otro sitio". Con lo que la l¨ªnea de trabajo trazada con los alumnos a partir del a?o no tendr¨¢ continuidad en niveles superiores. Pese a todo, este centro contin¨²a su transformaci¨®n, que se completa con la remodelaci¨®n de las aulas "para organizarlas no por edades, sino por temas". La de psicomotricidad, la de pl¨¢stica, la de juego simb¨®lico, la de construcciones. Los ni?os, mezclados, decidir¨¢n d¨®nde y a qu¨¦ ritmo quiere aprender. Acompa?ados por el t¨¢ndem familia-educadoras.
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