El secreto que Cuatro conoc¨ªa
Son las diez de la noche del lunes 30 de junio, primer d¨ªa de la nueva era contada a partir de la noche en la que Torres le rob¨® la cartera a los alemanes y la gloria al destino fat¨ªdico de la selecci¨®n espa?ola durante casi medio siglo. Estoy en Santiago de Chile, a 12.000 kil¨®metros de la plaza roja donde se fragu¨® la nueva alianza de la afici¨®n espa?ola con su equipo, y donde hace 24 horas compart¨ª con los profesionales de Cuatro la satisfacci¨®n de haber sido los agitadores de una marea roja que por fin lleg¨® a buen puerto.
Me acaban de llamar Elena S¨¢nchez y Fernando Jerez para retransmitirme emocionados lo que saben que me estoy perdiendo, el ba?o de multitudes de los ganadores de la Eurocopa, su consagraci¨®n futbol¨ªstica. Hay muchas razones para sentirse feliz en la distancia, pese a tener la sensaci¨®n de que en el ¨²ltimo minuto los Reyes Magos deslizaron en mi almohada un carb¨®n a modo de billete para viajar a Chile, justo en el momento en que Iker alzaba en las pantallas del mundo entero la copa conquistada.
Hemos visto a unos chicos plenos de arte, lejos del patr¨®n de las gestas raciales
Por los muchachos de la selecci¨®n, por la gente, por los profesionales de Cuatro, por los que en su d¨ªa apostaron por un derecho tan caro como arriesgado, por la ilusi¨®n que se ha metido en vena un pa¨ªs temeroso de los malos vientos, hay motivos para sentirse satisfecho. Feliz por todos los que tuvieron fe en que el equipo espa?ol estaba m¨¢s all¨¢ del miedo y de la mediocridad, y m¨¢s all¨¢ de los viejos resabios sobre la simbolog¨ªa del rojo y el color de las banderas.
Esto no pretende ser la cr¨®nica de una epopeya, pues el f¨²tbol es s¨®lo f¨²tbol, conviene recordarlo. Es, en todo caso, la constataci¨®n de un cambio, uno m¨¢s entre los muchos de distinto signo, y casi siempre positivo, que ha protagonizado la sociedad espa?ola en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Tal vez en el f¨²tbol, no as¨ª en otras disciplinas deportivas, se hab¨ªa hecho esperar demasiado. La Espa?a de Cesc y de Villa ha dado pie a una nueva generaci¨®n de futbolistas, ha creado otra escuela en el toque de bal¨®n y ha hecho posible otra manera de mirar a la selecci¨®n y de sentirla, tal vez porque ha habido otro estilo de contarlo.
Comprendo a quienes permanecen anclados en el pret¨¦rito indefinido, a los que gustan de llevar el bal¨®n atado a la bota del nacionalismo, ya sea castellano, euskald¨²n o de barretina; comprendo que no entiendan que Col¨®n sea la plaza roja o que Espa?a entera se movilice al grito de ?Podemos!
Luego est¨¢n los que lamentan que el f¨²tbol haya perdido su toque ingl¨¦s, que tanto prestaba para fardar en el club de los exquisitos. Uno es muy libre de consumir el f¨²tbol con cuchillo y tenedor, incluso las aceitunas con hueso, pero a estas alturas no creo que vayan muy lejos quienes traten de negarle lo que le pertenece por derecho propio: ser el mayor espect¨¢culo del siglo XXI o la religi¨®n por encima de todas las religiones, lo que ustedes prefieran. S¨ª, el f¨²tbol pertenece a las masas, y cuando roza el arte, como sucedi¨® en algunos partidos de la selecci¨®n, hay que admitir con satisfacci¨®n que no s¨®lo los exquisitos tienen paladar para saborearlo.
Estos d¨ªas no han faltado kamikazes circulando en contra de 14 millones de ciudadanos y, ya sean vascos, catalanes o madrile?os, uno tiene que lamentarlo por ellos. Sorprende, por dem¨¢s, que gente tan partidaria del derecho a decidir no le deje a la gente decidir divertirse.
El f¨²tbol de la roja ha discurrido precisamente por carriles muy alejados de la ret¨®rica y ha mostrado su lado m¨¢s humano. Hemos visto a unos chicos esforzados, correctos, elegantes y plenos de arte y ambici¨®n, lejos del patr¨®n de las gestas raciales que se nos supon¨ªan. Y a su lado, a una afici¨®n crecientemente ilusionada, a unos Pr¨ªncipes que sufren y se alegran como los dem¨¢s mortales, y hasta a Sus Majestades perdiendo la real compostura sin que se les mueva la corona.
Hemos aprendido que la confianza (?Podemos!) es un seguro, que la fuerza no es s¨®lo m¨²sculo, que el esp¨ªritu de grupo se cultiva lejos del divismo y que en una sociedad competitiva el ¨¦xito est¨¢ sobre todo al alcance de los que aceptan poner su talento, por grande que sea, al servicio de un objetivo compartido.
Y nadie mejor que la televisi¨®n de la quinta de Cesc para contarlo. Carre?o, Mart¨ªnez, Lama, Nico, Casta?o, unidos en su poder¨ªo profesional a la sabidur¨ªa de Rela?o y wiki-Maldini, al entusiasmo de ?ngels y Camacho, a la elegancia de Quique y a la seguridad del equipo m¨¢s fiable en una retransmisi¨®n deportiva, el de Canal +.
La ambici¨®n de los que no tienen nada que perder, porque todo lo tienen por ganar, ha unido la suerte de los profesionales de Cuatro con esta generaci¨®n gloriosa de futbolistas que Luis ha gobernado con tanto acierto. Adem¨¢s de contarlo con pasi¨®n, Cuatro se siente feliz de haber sido capaz de ilusionar a la afici¨®n en torno a la roja como nadie lo hab¨ªa hecho hasta ahora.
Hay una ruta que empieza en Innsbruck, pasa por Viena y finaliza en Zona Cuatro, en Col¨®n. La plaza volver¨¢, como lugar p¨²blico que es, a convocar multitudes por otras muchas causas, pero ha quedado te?ida de rojo para la historia. Rojo, un adjetivo acosado por la pol¨ªtica como pocos y al que le vendr¨ªa muy bien incorporar esta acepci¨®n estrictamente futbol¨ªstica, si la Real Academia de la Lengua lo tiene a bien.
Imagino a estas horas al ej¨¦rcito de San Iker de regreso a sus casas, mientras a su paso se abre el mar rojo de la Castellana. Mois¨¦s lo sab¨ªa. Todo consist¨ªa en gritar "?Podemos!" con determinaci¨®n. Cuatro estaba en el secreto.
Daniel Gavela es director general de Cuatro.
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