La excepci¨®n religiosa espa?ola
Los privilegios pol¨ªticos, sociales, simb¨®licos y econ¨®micos de los que disfruta la Iglesia cat¨®lica en un pa¨ªs supuestamente aconfesional como Espa?a no tienen parang¨®n en el mundo democr¨¢tico
Cuenta Avraham Burg, ex presidente de la Knesset, el Parlamento israel¨ª: "Mi padre ense?aba el Talmud con la kip¨¢. Pero, cuando ense?aba historia, se la quitaba. Con ello se?alaba la separaci¨®n f¨ªsica entre lo sagrado y lo laico". Hay muchas definiciones de la laicidad, pero ¨¦sta es tan buena como cualquiera. Lo cual no permite deducir que Israel sea un modelo de democracia laica.
Considerando Europa desde el punto de vista hist¨®rico, hay que reconocer que el hecho religioso forma parte de los cimientos de nuestras sociedades. Con una salvedad, aunque importante: en estos cimientos no est¨¢n s¨®lo las creencias cristianas, sino tambi¨¦n la jud¨ªa y la musulmana, aunque en menor medida.
Espa?a no puede afrontar ning¨²n fundamentalismo sin convertirse de veras en un Estado laico
Los obispos avalan la actitud casi golpista de una radio y tambi¨¦n hacen pol¨ªtica directamente
Siendo as¨ª, es incontestable que todas las conquistas de la modernidad democr¨¢tica se han logrado contra las iglesias y no con ni gracias a ellas: el principio democr¨¢tico contra la autoridad de derecho divino; la libertad de pensar y de debatir contra el dogma; la igualdad de sexos contra la ley de todas las iglesias y los usos y costumbres que de ello derivaron; el desarrollo de la ciencia y el estudio de la naturaleza, en particular de la medicina, contra los tab¨²es religiosos hostiles a toda experimentaci¨®n; la tolerancia general contra la intolerancia hacia otros cultos o hacia diferencias dentro del mismo culto, por no hablar de las convicciones agn¨®sticas o ateas.
Hoy d¨ªa, todas las leyes de car¨¢cter liberalizador e igualitario, como las que regulan los derechos a la contracepci¨®n, al aborto y al matrimonio entre individuos que consienten libremente, as¨ª como el derecho a una muerte digna, se han logrado o se logran en re?ida lucha contra todas las iglesias. Es l¨ªcito concluir que una buena ense?anza de las religiones ser¨ªa sin duda ¨²til a la causa de la libertad de conciencia, una libertad que, curiosamente, a¨²n hoy es necesario defender con la m¨¢xima vigilancia.
Es un hecho, por otra parte, que las democracias europeas son cada vez m¨¢s multirreligiosas. Ning¨²n Estado europeo puede referirse a una sola religi¨®n com¨²n como argamasa social. Al contrario, las sociedades democr¨¢ticas modernas s¨®lo pueden organizarse en base a valores universales nacidos de la ¨¦tica, como la justicia, la igualdad y la libertad de conciencia. Este conjunto de valores lleva directamente a la autonom¨ªa de la esfera pol¨ªtica y social de la esfera religiosa, en la cual lo sobrenatural y la fe cierran todo posible debate. En cambio, la democracia pretende dar a cada uno la posibilidad de dar libremente un sentido a su propia vida.
La condici¨®n m¨ªnima para que una sociedad sea democr¨¢tica es el reconocimiento de la libertad de expresi¨®n y el respeto a las opiniones ajenas. ?Gozan de esta libertad los ateos en Espa?a? Recientemente, mientras el alcalde de Toledo -ciudad de un Estado aconfesional seg¨²n la Constituci¨®n- consagraba el Ayuntamiento de la ciudad a la defensa del dogma de la Inmaculada Concepci¨®n de la Virgen, un encuentro de Ateos Espa?oles era considerado como "una mancha" para el buen nombre de esa ciudad.
Para tomar como ejemplo el caso franc¨¦s, el primer art¨ªculo de su Constituci¨®n define el Estado como una rep¨²blica indivisible, laica, democr¨¢tica y social. Y, seg¨²n una ley de 1905, "la rep¨²blica asegura la libertad de conciencia y garantiza el libre ejercicio de los cultos", al tiempo que "no reconoce, ni paga ni subvenciona culto alguno". Lo que significa que la religi¨®n es una instituci¨®n que goza de plena libertad en cuanto a su funcionamiento interno. Sus principios, creencias y leyes jam¨¢s ser¨¢n combatidos, pero la libertad de conciencia, tal como la libertad de culto, forma parte de las libertades p¨²blicas garantizadas por el Estado. De ello nace la instituci¨®n del Estado civil. En realidad siempre se ha considerado impl¨ªcitamente que la laicidad es la garant¨ªa de los derechos humanos o, por lo menos, que es el marco legislativo neutro m¨¢s propicio para la aplicaci¨®n de estos derechos.
Espa?a alberga hoy una multitud de confesiones o convicciones diferentes, entre las cuales la protestante y la musulmana re¨²nen ya tres millones de personas, a las que habr¨ªa que a?adir budistas, jud¨ªos, no creyentes y ateos. Dicho sea de paso, el ate¨ªsmo est¨¢ considerado aqu¨ª m¨¢s bien como "ausencia de convicci¨®n".
La Constituci¨®n de 1978 (10.2) se refiere expl¨ªcitamente a la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos en todos sus extremos y, en particular, a la referencia a la Declaraci¨®n de 1948 sobre la libertad de conciencia que vale la pena citar: "Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religi¨®n; este derecho incluye la libertad de cambiar de religi¨®n o de creencia, as¨ª como la libertad de manifestar su religi¨®n o su creencia, individual y colectivamente, tanto en p¨²blico como en privado, por la ense?anza, la pr¨¢ctica, el culto y la observancia". En 1981, Naciones Unidas juzg¨® oportuno volver al asunto: "Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religi¨®n". ?Puede progresarse hacia el respeto de estos valores sin la laicidad?
La Constituci¨®n espa?ola es aconfesional y ofrece un espacio neutro para todos. Entonces, ?d¨®nde est¨¢ el problema?, ?cu¨¢l es la excepci¨®n espa?ola comparada con la mayor parte de las democracias laicas occidentales? Es la financiaci¨®n, no generosa sino pr¨®diga, de la Iglesia cat¨®lica por el Estado, entre exenciones fiscales, ayudas econ¨®micas y subvenciones a los centros escolares concertados. Es el que toda alusi¨®n a la laicidad sea considerada blasfema.
El problema -la excepci¨®n- es tambi¨¦n el que las altas autoridades de la Iglesia cat¨®lica se pronuncien pol¨ªticamente sobre las decisiones gubernamentales y den consignas de voto. Es el que los obispos bajen a la calle para manifestarse pol¨ªticamente contra un Gobierno elegido democr¨¢ticamente por la mayor¨ªa de los ciudadanos. Es el que escuelas construidas para ser p¨²blicas se conviertan por arte de magia en escuelas privadas o concertadas. Es el que los presidentes de Gobierno y los ministros de este Estado aconfesional juren o prometan el acatamiento a la Constituci¨®n ante la Biblia y un crucifijo.
Y tambi¨¦n es el que la Conferencia Episcopal financie -?con el dinero del Estado?- y apruebe los planteamientos casi golpistas de una radio nacional, portavoz de una ultraderecha que cabalga alegremente sobre el lema de que Espa?a se rompe, y practica una estrategia de la tensi¨®n en lugar de lo que deber¨ªa ser el papel de una iglesia: ayudar al consenso.
Y as¨ª, cuando la vicepresidenta del Gobierno, Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega, anuncia la intenci¨®n gubernamental de revisar la Ley de Libertad Religiosa durante la actual legislatura, la reacci¨®n de ciertos comentaristas especializados en la deformaci¨®n y el insulto en una radio que en Gran Breta?a "llevar¨ªan a los tribunales y tendr¨ªa dif¨ªcil defensa", seg¨²n Paul Preston, sea la de deducir, sin verg¨¹enza, que "excluir las convicciones religiosas del ¨¢mbito p¨²blico es como mutilar la condici¨®n humana".
Tranquilos, no es para tanto. Por una parte, uno puede preguntarse con qu¨¦ derecho las iglesias -en este caso, la cat¨®lica- se erigen en los ¨²nicos defensores de la condici¨®n humana. Y, por otra parte, no parece que la condici¨®n humana haya sufrido mucho hist¨®ricamente al pasar de la ciega obediencia a los d
iktats, abusivamente cambiantes, de la denominada "ley de Dios", al libre ejercicio de la conciencia.
En todo caso, no es respetando lo que tambi¨¦n podr¨ªa llamarse "costumbres" como una sociedad democr¨¢tica puede hacer frente con pleno derecho a los fundamentalismos de todo signo que constituyen uno de los problemas importantes de nuestro tiempo.
Nicole Muchnik es periodista y pintora.
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