Leonora Carrington en Par¨ªs
Una de las ¨²ltimas surrealistas vivas (junto con Dorothea Tanning), Leonora Carrington, fascina por su vida tormentosa y una obra absolutamente personal, inconfundible. Ahora, la Maison de l'Am¨¦rique Latine en Par¨ªs le dedica, por sus 90 a?os, una peque?a pero bella retrospectiva que es todo un acontecimiento dado lo dif¨ªcil que es ver obras de esta artista, exiliada en M¨¦xico desde l942. All¨¢ nos encontramos Mar¨ªa Kodama, Micheline Phankim -legataria de Michaux-, Andr¨¦s S¨¢nchez Robayna, la viuda de ?ngel Valente, Dominique Rabourdin y una pl¨¦yade de coleccionistas del surrealismo, ¨¢vidos por ver cosas in¨¦ditas de quien fuera calificada como "la novia del viento".
Nacida en 1917 en Lancashire (Inglaterra), era hija de un acaudalado industrial textil que la intent¨® controlar durante toda su infancia y juventud, mientras que su madre, irlandesa, fue muy importante en su vida, al narrarle historias fant¨¢sticas y fabulosas que m¨¢s tarde estar¨ªan en el centro de su lenguaje creativo. Educada en varios colegios religiosos, donde no toleraba ni las ense?anzas ni la disciplina, su ¨²nico deseo era ser monja, y m¨¢s espec¨ªficamente, "levitar". Pero decidi¨® ser pintora y pudo estudiar en la Chelsea School of Art, y con Amed¨¦e Ozenfant, en West Kensington.
Leonora Carrington fascina por su vida tormentosa y una obra absolutamente personal e inconfundible
Entonces se produjo un hecho capital en su vida: una amiga le present¨® en 1937 a Max Ernst y el flechazo fue mutuo, de modo que se inici¨® una de las m¨¢s intensas y breves historias de amor entre artistas del siglo XX. Con ¨¦l huy¨® a Cornualles, donde estuvo con Man Ray, Paul y Nusch Eluard, Roland Penrose y Lee Miller.
De 1937 a 1938 es su mejor obra, Autorretrato, en la que la vemos a ella vestida de amazona, con un caballo blanco, real, que se escapa -met¨¢fora de sus huidas-, y una hiena hembra, imagen de la noche y del instinto animal. La imagen del potro blanco aparecer¨¢ tambi¨¦n en su cuento La dama oval, escrito en Sant Martin d'Ard¨¨che y publicado en 1939 con seis collages de Max Ernst.
Con el estallido de la II Guerra Mundial, como ciudadano alem¨¢n, Max Ernst fue encarcelado en Largenti¨¨re. "Yo intent¨¦ sacar a Max del campo de concentraci¨®n con la ayuda de Marie Cuttoli, cuyo marido estaba con De Gaulle", me cont¨® Leonora en M¨¦xico en septiembre de 2004, cuando la entrevist¨¦ en su casa de la Colonia Roma del D.F.
Cuando los alemanes invadieron Francia, temiendo por su propia seguridad, Leonora decidi¨® escapar y huy¨® a Espa?a, donde pretend¨ªa obtener el visado para el pasaporte de Max, que ella guardaba consigo.
Pero en aquellos momentos ya ten¨ªa alucinaciones, delirios y man¨ªas persecutoria. En Espa?a, explica, "me convenc¨ª de que Madrid era el est¨®mago del mundo y de que yo ten¨ªa que curar este aparato digestivo". Una banda de requet¨¦s, vi¨¦ndola mentalmente trastornada, intent¨® abusar de ella; entonces, tras la fuerte presi¨®n de su padre, fue llevada a Santander a la cl¨ªnica del doctor Morales, donde se le dieron inyecciones de cardiazol para provocar su inmovilidad, un m¨¦todo entonces utilizado y hoy totalmente obsoleto dado que el paciente experimenta una sensacion de muerte inminente. Tuvo tambi¨¦n ataques de epilepsia y visiones en torno a una nueva astrolog¨ªa, a la c¨¢bala y a su particular interpretaci¨®n del mundo. Finalmente fue "liberada" gracias a la intervenci¨®n de un primo y del embajador ingl¨¦s en Madrid, y fue enviada a Lisboa, bajo la vigilancia de una dama de compa?¨ªa. Leonora logr¨® enga?ar al ama con varias artima?as y se recluy¨® en la Embajada de M¨¦xico, donde reclam¨® la presencia de un diplom¨¢tico amigo de Picasso, Renato Leduc, con el que se casar¨ªa a fin de huir de los alemanes y de su familia.
Su viaje a la locura fue relatado por ella al doctor Pierre Mabille, gran amigo de los surrealistas, y a su compa?era Jeanne Megnen en 1943; el relato fue publicado primero en la revista VVV de Nueva York (en el n¨²mero 4, de 1944) y luego por Henri Parisot en 1945, y constituye una obra maestra de la literatura sobre la enajenaci¨®n mental.
Max Ernst, entretanto, decidi¨® compartir la vida con Peggy Guggenheim, acaudalada coleccionista de arte moderno con quien huy¨® en avi¨®n a Estados Unidos. Leonora y Renato pudieron llegar a Estados Unidos en 1941. En mi entrevista del a?o 2004 no pude resistir el preguntarle si no hab¨ªa constituido un duro golpe para ella ver en Am¨¦rica que Max Ernst era el marido de Peggy Guggenheim. "Ella era buena gente", me contest¨® para mi sorpresa. "Son las circunstancias de la vida, que cambian", a?adi¨®, en referencia a su tr¨¢gica separaci¨®n de Max Ernst.
En 1942 volvieron a M¨¦xico y all¨¢ se vincul¨® al grupo surrealista de Benjamin P¨¦ret y de su esposa, Remedios Varo (de quien se hizo inseparable); de Luis Bu?uel y de Kati Horna (una excelente fot¨®grafa) y su marido, Jos¨¦ Horna; de Wolfgang Paalen y Alice Rahon. Divorciada ya de Leduc, conoci¨® a Emerico (Chiki) Weisz, fot¨®grafo h¨²ngaro, con quien se cas¨® en 1946.
Sus pinturas recuerdan cuentos de hadas y los relatos infantiles, especialmente los irlandeses y celtas que ella o¨ªa de ni?a, donde existen druidas y magos que perciben una dimensi¨®n superior. Personajes como la diosa Danu o el caballo como s¨ªmbolo de b¨²squeda de renovaci¨®n aparecen frecuentemente en sus lienzos, as¨ª como gatos, cisnes, serpientes y alusiones a la c¨¢bala y a la alquimia. Seg¨²n Whitney Chadwick, "el inter¨¦s de Carrington por recuperar las im¨¢genes del poder femenino se anticip¨® al inter¨¦s de muchas mujeres atra¨ªdas por el movimiento feminista en los a?os sesenta y setenta". Preguntada sobre la creaci¨®n art¨ªstica de las mujeres y el hecho de su falta de reconocimiento, me contest¨®: "S¨ª, siempre est¨¢bamos a la sombra de alg¨²n maestro". Y a?adi¨®: "Mire, es una cuesti¨®n de poder. F¨ªjese en la naturaleza; los pavos reales, mire c¨®mo son sus hembras, de color gris...".
Ahora Leonora Carrington brilla con luz propia, sus obras son buscadas y compradas y goza de un enorme prestigio. Pero en 2007 cumpli¨® 90 a?os...
victoriacombalia@gmail.com
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