Elke Wehr, traductora literaria
El viernes 27 de junio muri¨® en Berl¨ªn Elke Wehr, una de las personas que m¨¢s ha hecho por la literatura en lengua espa?ola durante los ¨²ltimos decenios. Como correspond¨ªa a su oficio de traductora al alem¨¢n, su nombre no dir¨¢ nada a los lectores de nuestro pa¨ªs.
Lo normal ser¨ªa que tampoco dijera mucho a los del suyo, tan extendida en todas partes est¨¢ la costumbre de silenciar la incomparable y fundamental tarea de los traductores en general. Su caso, sin embargo, fue excepcional, y rara era la ocasi¨®n en que los cr¨ªticos alemanes, austriacos o suizos no destacaban su labor, al rese?ar alguna obra vertida por ella al alem¨¢n. En 2006 recibi¨® el Premio Paul Celan por su obra completa, que inclu¨ªa -inveros¨ªmilmente- t¨ªtulos de Clar¨ªn, Vargas Llosa, Cort¨¢zar, Roa Bastos, Octavio Paz, Roberto Arlt, Bryce Echenique, Cunqueiro, Sempr¨²n, Manuel Rivas, Fernando Vallejo, Borges, Pombo, Chirbes, Carpentier, Piglia y otros, incluyendo a quien esto firma.
Vivi¨® en Madrid durante algunos a?os, en un piso de la calle Marqu¨¦s de Urquijo, y muchas personas del mundo literario la recordar¨¢n de aquella ¨¦poca, con su pelo rubio corto, su rostro inequ¨ªvocamente alem¨¢n -yo sol¨ªa decirle que casi parec¨ªa una caricatura- y su voz recia. Luego se traslad¨® a Polop, y en los ¨²ltimos a?os pasaba parte de su tiempo en esta poblaci¨®n alicantina y parte en Berl¨ªn, trabajando siempre sin parar, embarcada en "la tarea infinita", como llam¨® a la traducci¨®n en un escrito de 2004 que subtitul¨® as¨ª: "C¨®mo todo tiene que cambiar para que todo quede igual". Intentaba resolver por su cuenta las dificultades de los textos, y s¨®lo antes de darles el toque final se dirig¨ªa al autor vivo -hablo por m¨ª- para consultarle escas¨ªsimas dudas. Prestaba tanta atenci¨®n que una vez me se?al¨® una frase de una novela m¨ªa dici¨¦ndome: "Esto es una apor¨ªa, esto no puede ser". Yo no hab¨ªa ca¨ªdo en la cuenta, y tampoco vi manera de cambiarla. "No importa", me tranquiliz¨®; "si la apor¨ªa est¨¢ en espa?ol, mi deber es conservarla en alem¨¢n, y es un desaf¨ªo con el que hasta ahora no me hab¨ªa encontrado: me divertir¨¢". De todos los lectores de esa novela, s¨®lo ella repar¨® en la enigm¨¢tica frase. Ni siquiera lo hab¨ªa hecho su autor.
Cuando el 18 de junio supe de su enfermedad, la llam¨¦ por tel¨¦fono. Estaba en el hospital, pero sonaba bien de voz. Se sab¨ªa sin esperanza y lo aceptaba. "Mis amigos me admiran mucho por esto; la verdad es que no s¨¦ por qu¨¦. ?Qu¨¦ otra cosa se puede hacer?". Y a?adi¨®: "He tenido sesenta y dos a?os buenos, no me puedo quejar". No sab¨ªa cu¨¢nto iba a durar, a?adi¨®, pero me quiso "tranquilizar": "He entregado el primer tercio del ¨²ltimo volumen de Tu rostro ma?ana, y espero entregar el segundo de aqu¨ª a no mucho. Es lo que m¨¢s me ayuda y me anima, trabajar". Espero que la editorial alemana conserve lo que lleg¨® a poner en alem¨¢n, de ese volumen que carecer¨¢ de su voz. No leo alem¨¢n, pero todas las cr¨ªticas de mi novela Coraz¨®n tan blanco destacaron lo maravilloso que sonaba su texto en esa lengua. Como s¨¦ que no suena as¨ª en la m¨ªa, estoy convencido de que Elke Wehr lo mejor¨®. Y los m¨¢s de 1.200.000 lectores que tuvo esa novela en alem¨¢n la leyeron sobre todo a ella, en realidad. No me cabe la menor duda, y por ello mi agradecimiento a Elke Wehr ser¨¢ tan infinito como lo fue su tarea y su gran pasi¨®n. Nuestra literatura -y aqu¨ª me atrevo a incluir a los dem¨¢s autores a los que prest¨® su voz- habr¨ªa sido sin ella mucho peor.
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