La transici¨®n multicultural
"Eres una banana". La primera vez que se lo dijeron, sus ojos rasgados se abrieron como platos. "?Perdona?", le dijo a la mujer china que le miraba como si examinara a una especie nueva. "S¨ª, amarillo por fuera y blanco por dentro", sentenci¨® ella. A Chong Jon Chao Yang, de 22 a?os, se le olvida que tiene rasgos asi¨¢ticos. Lleg¨® a Madrid siendo un ni?o y quiz¨¢ por ello vacila cuando le preguntan de d¨®nde es: "Soy espa?ol... y chino. Pero soy diferente a mis padres, tengo otra mentalidad". El olor de la comida china, con la que su familia se ha ganado la vida, lo tiene clavado en la memoria. Tambi¨¦n los personajes de la serie La Bola de Cristal. Con ellos aprendi¨® sus primeros tacos en espa?ol. Se siente de aqu¨ª y de all¨¢.
Uno de cada seis j¨®venes en Espa?a siente algo parecido. Encarnan el punto de inflexi¨®n de una sociedad que cambia de rostro. Son la generaci¨®n de la transici¨®n multicultural. Seg¨²n la OCDE, Espa?a es ya el pa¨ªs con m¨¢s porcentaje de inmigrantes de Europa (10%, 4,5 millones de personas) y el segundo del mundo, despu¨¦s de Estados Unidos. La generaci¨®n de enlace comienza a brotar. "Estos j¨®venes le van a dar un tinte distinto a Espa?a, la van a transformar en una sociedad pluricultural. Empiezan a verse en trabajos, servicios y puestos medios de poder. Puede ser un cambio prometedor, o conflictivo si no se prev¨¦n aspectos como los prejuicios", opina Tom¨¢s Calvo, director del Centro de Estudios sobre Migraciones y Racismo (Cemira) de la Universidad Complutense de Madrid.
Las segundas generaciones han significado la ruptura de estructuras en pa¨ªses como EE UU, Francia o Reino Unido. "Forman parte de la comunidad en la que viven y quieren tener voz", comenta la antrop¨®loga norteamericana Susan Gonz¨¢lez Baker, quien vivi¨® los albores de la inmigraci¨®n en Espa?a como agregada de la Embajada estadounidense. "En la protesta contra ETA por la muerte de dos ecuatorianos en Barajas me sorprendi¨® ver la cantidad de j¨®venes ecuatorianos que se convocaban v¨ªa m¨®vil. Pens¨¦: "Est¨¢ comenzando otra Espa?a"".
La inmigraci¨®n insufla juventud a una poblaci¨®n espa?ola que envejece (el ritmo m¨¢s acelerado de la UE, seg¨²n la OCDE). Seg¨²n el Injuve, es la poblaci¨®n que m¨¢s crece. En los ¨²ltimos cuatro a?os, los j¨®venes inmigrantes de entre 15 y 29 a?os han aumentado un 64%, hasta llegar a 1,3 millones. Tres nacionalidades concentran el 40% de esta generaci¨®n: Rumania (211.127), Marruecos (193.393) y Ecuador (141.252). El perfil de este joven es un puzle de acentos, nacionalidades y matices. Pero hay rasgos comunes: comienzan a trabajar pronto, dejan la casa de sus padres antes que la media espa?ola, participan un poco m¨¢s en voluntariados, prefieren ir de compras que de marcha y tienen mucho inter¨¦s por las nuevas tecnolog¨ªas, detalla la soci¨®loga Sonia Parella, de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona. En muchos casos son triling¨¹es: hablan el idioma materno, el castellano y el de la comunidad en la que residen. La Asociaci¨®n para la Investigaci¨®n de Medios (AIMC) y la consultora Nielsen dan m¨¢s pistas: duplican el env¨ªo de SMS y llamadas de m¨®vil y recurren m¨¢s a Internet.
Cuando se conecta a la Red, el ecuatoriano Esteban Melo, de 25 a?os, se asoma a varios rincones del mundo. Su t¨ªa en Quito le pregunta si ha comido bien, un amigo en Nueva York se queja de que est¨¢n pidiendo documentaci¨®n en los autobuses, y una amiga en Madrid le recuerda una invitaci¨®n al cine. "Inmigrar no es algo ideal, pero tenemos la suerte de vivir en una ¨¦poca de comunicaci¨®n. La tecnolog¨ªa nos ayuda a estar menos lejos", se?ala.
"A diferencia de otros pa¨ªses de Europa, Espa?a recibe la inmigraci¨®n en pleno boom tecnol¨®gico. Internet y el m¨®vil son herramientas indispensables para un inmigrante, para comunicarse con sus familias, buscar trabajo, relacionarse...", comenta Adela Ros, directora del programa Inmigraci¨®n y Sociedad de la Informaci¨®n de la Universitat Oberta de Catalunya. Seg¨²n Nielsen, mientras un joven espa?ol gasta 30 euros al mes en m¨®vil, uno inmigrante gasta 50. Las empresas de telefon¨ªa dise?an productos en su propio idioma y con tarifas donde sale m¨¢s barato llamar a Bucarest que a Sevilla. Seg¨²n el Injuve, nueve de cada diez inmigrantes tienen m¨®vil.
El instinto de comunicaci¨®n se refleja adem¨¢s en la proliferaci¨®n de blogs y comunidades virtuales tipo Facebook. "Son como diarios de viaje. Cuelgas fotos, textos, v¨ªdeos... As¨ª, la familia y los amigos saben si est¨¢s bien", comenta el colombiano Jos¨¦ Ignacio Penagos. En dos a?os ha montado un canal de televisi¨®n y una emisora on-line. S¨®lo en Madrid han surgido m¨¢s de setenta medios de comunicaci¨®n dirigidos a p¨²blico latino, y sus plantillas son j¨®venes.
Esteban es secretario de comunicaciones de la Federaci¨®n Nacional de Asociaciones de Ecuatorianos (FENADE). Sigue enviando e-mails y sms a la colonia ecuatoriana de la Comunidad de Madrid (250.000 personas, la segunda m¨¢s grande despu¨¦s de la rumana) para convocar actividades culturales en las que se reafirma la identidad del pa¨ªs andino. Esteban se define como ecuatoriano. Lleva diez a?os viviendo aqu¨ª y a¨²n no ha perdido su acento. "He sentido racismo", cambia de tema. "Pero tambi¨¦n he encontrado personas maravillosas. De los j¨®venes espa?oles he aprendido sobre todo la solidaridad", agrega. Chong, por su parte, se siente integrado, demasiado. "Tengo 22 a?os y no s¨¦ qu¨¦ hacer con mi vida. A veces pienso en mis padres, que llegaron aqu¨ª con mi edad y que se abrieron camino a pesar de tener otra cultura y otro idioma", comenta en una sala del Comit¨¦ para la Integraci¨®n de los Inmigrantes Chinos de Madrid, donde imparte clases de espa?ol. De momento ha decidido dejar la hosteler¨ªa, estudia audiovisuales. De las paredes del centro cuelgan diplomas con nombres de culebr¨®n: Jos¨¦ Francisco, Mar¨ªa de los ?ngeles, Juan Felipe... "Son chinos adultos que se han cambiado el nombre", cuenta. "Creen que as¨ª les ir¨¢ mejor".
"Para quienes vienen con sus padres siendo ni?os", explica Rosa Aparicio, catedr¨¢tica de sociolog¨ªa de la Universidad Pontificia de Comillas, "no supone un gran trauma llegar a otro pa¨ªs. No es el caso del chico entre 13 y 16 a?os. Llega al instituto con otro nivel de exigencia y cuando ya se han consolidado los grupos de amigos. ?l es el nuevo de la clase y se siente m¨¢s vulnerable. Al final se junta con los de su propio pa¨ªs formando guetos". La mayor¨ªa de los j¨®venes inmigrantes aterrizan, despu¨¦s de la reagrupaci¨®n familiar, en el aula de un instituto. Seg¨²n el Ministerio de Educaci¨®n hay m¨¢s de 600.000 alumnos extranjeros en las aulas (uno de cada siete), esto sin contar los hijos de inmigrantes que ya han nacido en Espa?a. La inmigraci¨®n ha llenado los institutos tras a?os de sucesivos descensos de la escolarizaci¨®n, derivados de la reducci¨®n de la natalidad. En Catalu?a hay m¨¢s de 80 institutos donde rebasan el 50% de la clase.
El paro ya alcanza al 23% de la poblaci¨®n inmigrante, seg¨²n el Gobierno, aunque uno de cada seis ha montado su propio negocio. "Los j¨®venes extranjeros han llegado a Espa?a principalmente por su cuenta (42,6%) y, en menor medida, a trav¨¦s de sus padres (33,8%). Estamos ante una poblaci¨®n con proyectos econ¨®micos", se?ala Parella, de la UAB. Muchos se ubican en la hosteler¨ªa (27%), en comercios (26%) o en la construcci¨®n (15,8%). Aunque aumentan en la industria, la ense?anza y las profesiones liberales. Casi el 40% de los reclutados en el Ej¨¦rcito son extranjeros. La mayor¨ªa de miembros de la brigada paracaidista est¨¢ conformada por inmigrantes nacionalizados.
Para el soci¨®logo estadounidense Alejandro Portes, autor de una obra de referencia sobre el tema como The New Second Generation, "la pregunta clave sobre el futuro de las segundas generaciones no es si se integrar¨¢n en la sociedad, sino en cu¨¢l segmento de ¨¦sta lo har¨¢n". En pa¨ªses con tradici¨®n migratoria como EE UU, Francia o Alemania, esa ecuaci¨®n se ha traducido en muchos casos en clases 'permanentemente empobrecidas y v¨ªctimas del racismo'.
Prejuicios, 'game over'. El muro de los prejuicios se construye desde ambos lados. La encuesta Aprendiendo a Convivir Culturas y Religiones, que el Cemira adelanta con diez mil j¨®venes en Espa?a, detecta prejuicios comunes. "Los grupos de menor simpat¨ªa entre alumnos espa?oles son: marroqu¨ªes, gitanos y subsaharianos. Lo llamativo es que los alumnos inmigrantes se?alan el mismo orden. Los extranjeros redefinen sus lealtades de acuerdo al grupo mayoritario. El nivel de prejuicio no es alarmante, pero s¨ª alto, sobre todo hacia marroqu¨ªes y gitanos", comenta el director del centro, Tom¨¢s Calvo, mientras agrega que despu¨¦s del 11-S los marroqu¨ªes encabezan la lista. Ir¨®nicamente, seg¨²n el estudio de Aparicio, los chicos marroqu¨ªes (el colectivo inmigrante m¨¢s grande en Espa?a) son los m¨¢s integrados en la sociedad espa?ola, tienen amigos y est¨¢n bien ubicados en sus trabajos.
El marroqu¨ª Amed Eamarouchan, de 20 a?os, estudia electr¨®nica por las ma?anas y trabaja como conserje por las tardes. Ha sido campe¨®n de taekwondo de Cabanillas del Campo (Guadalajara), el pueblo con m¨¢s nacionalidades de Espa?a, m¨¢s de 70. "Me duele que tengamos mala fama porque la realidad es otra. Me siento muy integrado, tengo amigos espa?oles y extranjeros. A veces bromeamos, me dicen que a ver si un d¨ªa voy a explotar y yo les ense?o alguna patada".
Los j¨®venes marroqu¨ªes del barrio de Lavapi¨¦s en Madrid decidieron romper el muro de los prejuicios con un videojuego dise?ado por ellos mismos: Bordergames. El escenario es la ciudad, y los obst¨¢culos, los prejuicios. "Ellos dise?an las pruebas y escriben los di¨¢logos. Es un lenguaje que entienden bien", explica el marroqu¨ª Tarik el Idrissi, de 30 a?os, responsable del taller de guiones. Tarik lleg¨® a Espa?a escondido en un barco. "Tuve que esperar un mes para comprarme un m¨®vil con mi primer sueldo. As¨ª pude avisar de que estaba bien", recuerda. Su historia la ha escuchado cientos de veces de chicos que, como ¨¦l, treparon hasta Madrid a golpe de ingenio. El videojuego ha saltado a Barcelona y Berl¨ªn. En la primera, la protagonista es una joven paquistan¨ª que esquiva las presiones de su familia para casarse. En la segunda, un joven turco lucha para ser estrella de rap.
La madrile?a Gema, de 19 a?os, se queja en cambio de los prejuicios de su novio dominicano Joel, de 18. En el portal de un edificio del barrio de Tetu¨¢n, en Madrid, discuten sobre las miradas y tonos de voz de los vecinos de la comunidad. "Siempre cree que se est¨¢n metiendo con ¨¦l. Que si le miran mucho en el metro, en la calle... Yo tambi¨¦n le miro", comenta la chica mientras Joel sonr¨ªe. A su lado pasa una mujer mayor que le mira de reojo. ?l tambi¨¦n la mira con desconfianza.
En puntos equidistantes de la Pen¨ªnsula, tres j¨®venes inmigrantes miran al mar como si hubiesen dejado algo. En Vigo est¨¢ el venezolano Alejandro Mosquera, de 21 a?os. Sus abuelos eran gallegos que emigraron al pa¨ªs caribe?o. "Aqu¨ª puedes estar mejor o peor, pero tienes seguridad y tranquilidad, algo que valoro mucho", comenta. Est¨¢ casado y trabaja ensamblando coches. Al sur, en Algeciras, el senegal¨¦s Lamine Thior, de 21 a?os, sue?a con jugar en la NBA. "Me encanta el baloncesto", comenta con acento andaluz. En su caso, el mar le arrebat¨® a su padre cuando sal¨ªa a pescar. Y en Barcelona, la china Xian Ing Yaang, de 22 a?os, trata de entender el Mediterr¨¢neo. "No me gusta la marcha. Yo soy m¨¢s tranquila", comenta detr¨¢s de la barra del bar donde trabaja.
Llevan varios a?os en Espa?a y, aunque a veces la nostalgia les escueza, saben que no van a volver. "Cuando llegu¨¦, todo me parec¨ªa aburrido, hasta que alguien me dijo que all¨¢ la vida tambi¨¦n pod¨ªa ser aburrida. Vivo con mi madre. Decid¨ª quedarme para ayudarla", comenta Xian. Confiesa que no tiene amigos de su edad y que prefiere las cartas al e-mail. "Me gusta hablar y re¨ªr, pero de otra manera", explica. En su caso no ha tocado a las puertas de la vida social, pero ¨¦stas se abren para otros. En Madrid, uno de cada cuatro madrile?os afirma tener un amigo inmigrante, seg¨²n la Consejer¨ªa de Inmigraci¨®n. "El 39% de los chicos extranjeros se?ala que ha visitado alguna vez la casa de sus compa?eros espa?oles. Algo realmente positivo", subraya Tom¨¢s Calvo.
El madrile?o Miguel ?ngel S¨¢nchez, de 75 a?os, es la puerta de entrada del rumano Iovanescu Nicolae Lucian, de 15 a?os. Ambos viven en Tetu¨¢n, el distrito con m¨¢s inmigrantes de Madrid (20%), y participan en el proyecto Historia e Historias de Tetu¨¢n de la asociaci¨®n de vecinos. "Tenemos encuentros intergeneracionales entre los nuevos y antiguos habitantes del barrio para que se reconozcan y rompan estereotipos", explica Roc¨ªo Cutip¨¦, una de las responsables del proyecto. "La gente es un poco borde. En mi pa¨ªs saludas al que va por la calle. Aqu¨ª hice lo mismo y me pusieron cara de mala leche", comenta Iovanescu mientras acaricia el crucifijo que cuelga en su pecho. Alto y fornido, se diluye cuando sus compa?eras latinas le invitan a bailar reggaeton. "No me gusta. Me gusta la m¨²sica de amor, como la de Titanic", explica sin soltar el crucifijo. Vive con su madre, trabajadora de la limpieza, y sue?a con estudiar arquitectura.
Miguel, por su parte, recuerda el barrio de su juventud m¨¢s ruidoso que el actual. "?ramos inmigrantes de provincia. Hac¨ªamos vida en la calle. Los mayores sacaban las sillas para hablar mientras los canijos se met¨ªan en las alcantarillas. Y pon¨ªamos la m¨²sica a toda pastilla. Si no somos tan diferentes como creemos", relata el anciano. Eso percibi¨® el joven cuando les sentaron frente a frente. Los amigos de Miguel se han muerto o se han marchado. Los de Iovanescu empiezan a ser un recuerdo. "Mi mejor amigo est¨¢ aqu¨ª, pero no s¨¦ c¨®mo encontrarlo. Perd¨ª la pista", apunta el joven. El d¨ªa que se conocieron, despu¨¦s de hablar, pas¨® algo. ?No s¨¦, hubo buen rollito?, dice el anciano. Y se puso a dise?ar un tour para que el joven conozca el barrio que comparten.
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