Mi escarabajo
D¨ªa a d¨ªa, etapa a etapa, voy haciendo en estas columnas un glosario de mis m¨¢s valiosas posesiones. Sin querer, porque muchas veces no es lo que pretendo, pero los hechos hacen que a veces vengan mis propias cosas a apoyarme en los argumentos.
Nunca he hablado aqu¨ª de que tengo un escarabajo del 73. No un cole¨®ptero disecado, sino el veh¨ªculo que mand¨® dise?ar Hitler a Ferdinand Porsche para motorizar al pueblo alem¨¢n. Como le digo a un amigo m¨ªo, no es viejo; por favor, es vintage. Naci¨® en una cadena de montaje de Brasil cuando yo a¨²n no era ni siquiera un proyecto, y ah¨ª sigue dando guerra con su indestructible motor b¨®xer cuatro cilindros.
Es peque?o, lento, ruidoso, inc¨®modo, poco pr¨¢ctico... Y podr¨ªa seguir largo y tendido enumerando todos sus defectos. Sin embargo, ning¨²n coche moderno me har¨¢ disfrutar nunca tanto como ¨¦ste lo hace. Porque cada vez que lo conduzco lo disfruto como un ni?o, como si fuese la primera vez. Pero no obstante, normalmente para el d¨ªa a d¨ªa, prefiero otro veh¨ªculo m¨¢s moderno. M¨¢s grande, m¨¢s r¨¢pido, m¨¢s seguro, m¨¢s confortable y en resumen, m¨¢s pr¨¢ctico para todo. Desde aquel 73, los coches han mejorado mucho. Es el sino de los tiempos, la evoluci¨®n, y no voy yo a quejarme. Pero el precio a pagar ha sido la p¨¦rdida del encanto: se ha ido perdiendo el car¨¢cter, e incluso aunque parezca surrealista en una m¨¢quina, tambi¨¦n la personalidad.
Especial del Tour de Francia |
Y eso tambi¨¦n est¨¢ pasando en este Tour. Ayer era el jueves de la primera semana. Primera etapa de media monta?a, en el siempre traicionero Macizo Central. Gano Ricc¨° y Schumacher perdi¨® el liderato por una ca¨ªda en pleno sprint. Viendo la clasificaci¨®n general, en cualquier otro a?o anterior estar¨ªamos hablando de que est¨¢n ya en la segunda semana. Pero no, esto acaba de empezar.
El Tour, inamovible durante a?os y a?os a su esquema tradicional, ha decidido este a?o dar una vuelta de tuerca a su cl¨¢sico planteamiento y modernizarse. Hasta ahora, la primera semana del Tour era territorio de los sprinters. Los favoritos se asomaban en el pr¨®logo, se defend¨ªan en la contrarreloj por equipos, y se dedicaban a sestear en el pelot¨®n. Hibernando y rezando por no caerse mientras esperaban con ansia a la segunda semana. S¨®lo entonces comenzaba su carrera, la de los Alpes y Pirineos -el orden de los factores no altera el producto-, las interminables cronometradas, y a veces, las etapas del Macizo Central.
Pero este a?o tenemos un Tour nuevo. Yo, como espectador, lo estoy disfrutando. Es espectacular, pero a m¨ª me deja un regusto amargo. Echo de menos ese sabor a?ejo -el mismo de mi escarabajo- de aquellas primeras semanas: las fugas numerosas, los equipos lanzados en su persecuci¨®n, los codazos del sprint, los nervios, la tensi¨®n, el riesgo de ca¨ªdas, la lucha diaria por el maillot de puntos rojos... No puedo negar que algo de todo esto hemos visto (a m¨ª tambi¨¦n los dos coches me llevan igualmente de un lugar a otro), pero yo me quedo con lo vintage, con lo cl¨¢sico.
Yo tengo suerte. Mi escarabajo est¨¢ aparcado en el garaje para cogerlo cuando quiera, pero me parece a m¨ª que al Tour lo han cambiado ya para siempre. Para buscar al otro, al cl¨¢sico, rem¨ªtanse a las hemerotecas.
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