Espa?a despliega en ?frica una armada contra los cayucos
11 barcos, 4 aviones y 2 helic¨®pteros cierran el paso a los 'sin papeles'
La inmigraci¨®n ilegal se ha convertido en un negocio muy rentable para algunos Estados de ?frica occidental. ?ltimo ejemplo: el Gobierno ha decidido regalar tres aviones de vigilancia C-212 a Mauritania, Senegal y Cabo Verde, con el prop¨®sito de que las autoridades de esos pa¨ªses rastreen el mar en busca de cayucos cargados de inmigrantes. Las donaciones se suman al obsequio de ocho patrulleras (cuatro a Mauritania y cuatro a Senegal), veh¨ªculos todoterreno y material de campa?a en los ¨²ltimos a?os.
El Gobierno ha dado patrulleras y aeronaves a Senegal y Mauritania
El bloqueo del Atl¨¢ntico desplaza a los inmigrantes hacia Libia e Italia
La ¨²ltima de esas entregas fue aprobada por el Consejo de Ministros el pasado d¨ªa 3. Se trata de un avi¨®n C-212 del Ej¨¦rcito del Aire, por el que Espa?a ha cobrado a Senegal una cifra simb¨®lica: cien euros. El C-212 es un bimotor de transporte dise?ado para aterrizar en pistas dif¨ªciles. Adem¨¢s, est¨¢ previsto que los senegaleses reciban pr¨®ximamente un helic¨®ptero UH-1H del Ej¨¦rcito.
Esos regalos, como antes los de las patrulleras, van acompa?ados de revisiones peri¨®dicas por parte de t¨¦cnicos espa?oles y de cursos de formaci¨®n para sus nuevos usuarios locales: pilotos y mec¨¢nicos. Este peri¨®dico ha intentado averiguar el monto econ¨®mico de las donaciones, sin ¨¦xito.
Tanta generosidad tiene sus contrapartidas. Por ejemplo, el permiso para patrullar con medios propios en las aguas territoriales de los pa¨ªses beneficiarios. A los medios entregados, el Gobierno ha sumado el despliegue de sus propios aviones y patrulleras, y Europa ha a?adido, a trav¨¦s del organismo de control de fronteras Frontex, otras dos aeronaves y otros dos barcos. En total, una peque?a armada, a la que dentro de dos meses se incorporar¨¢ un sistema de comunicaci¨®n por sat¨¦lite, cierra el paso a los inmigrantes.
A la vista de semejante fuerza de vigilancia (a la que hay que sumar los enlaces del Ministerio del Interior y los esp¨ªas del Centro Nacional de Inteligencia), resulta sorprendente que puedan seguir llegando cayucos a Canarias. Y el hecho es que llegan, pero cada a?o son menos los que lo consiguen. Los expertos de Frontex han advertido que el tap¨®n espa?ol en el Atl¨¢ntico ha desviado el flujo de inmigrantes hacia Lampedusa (Italia) y, en menor medida, hacia Malta, siempre a trav¨¦s de Libia. S¨®lo en Lampedusa, el n¨²mero de inmigrantes interceptados este a?o duplica a los del mismo per¨ªodo del a?o anterior.
Los hombres del CNI han detectado, ahora mismo, tres bolsas de inmigrantes en las ciudades mauritanas de Nuadib¨² y de Nuakchot y en la guineana de Conakry. Cada una de esas bolsas est¨¢ formada por unas 5.000 personas. En Senegal, pa¨ªs desde el que hace s¨®lo un a?o zarpaba la mayor¨ªa de los cayucos, los inmigrantes lo tienen muy dif¨ªcil para hacerse a la mar. Las autoridades locales se han tomado muy en serio su labor de control. No ocurre lo mismo con los mauritanos, que en los ¨²ltimos tiempos han relajado la vigilancia, hasta el punto de que el 90% de las embarcaciones llegadas a Canarias en lo que va de a?o hab¨ªan zarpado de su territorio.
El punto clave de salida de los cayucos est¨¢ en los alrededores de una antigua ciudad espa?ola: La G¨¹era. Se halla en el extremo sur del S¨¢hara Occidental, cara al Atl¨¢ntico, justo a la espalda de Nuadib¨². Un acuerdo t¨¢cito entre Marruecos (que ocupa el S¨¢hara Occidental) y los independentistas saharauis del Frente Polisario ha dejado esa zona en manos del ej¨¦rcito mauritano.
El territorio, de soberan¨ªa discutible, se ha convertido en el centro de todo tipo de tr¨¢ficos il¨ªcitos. All¨ª es posible comprar un todoterreno de lujo robado en Madrid, un fusil kalashnikov procedente del norte de Mal¨ª o una partida de coca¨ªna llegada de Suram¨¦rica. Terreno abonado para las redes de la inmigraci¨®n.
El oc¨¦ano bate las playas de La G¨¹era con una fuerza descomunal y el viento alisio lanza la arena del desierto como si fuera metralla. Los cayucos se la juegan en ese infierno al acercarse a la costa para recoger inmigrantes o para repostar combustible y renovar sus reservas de agua y de provisiones.
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