Mabel Mara?¨®n
Mabel Mara?¨®n Moya naci¨® en Madrid en 1918, y ha muerto ahora, con 90 a?os, en Londres, la ciudad en la que residi¨® tras casarse, en 1944, con el prestigioso editor, periodista y diplom¨¢tico cat¨®lico ingl¨¦s, Tom Burns.
Juntos formaron una de esas parejas admirables que saben crecer y perdurar juntos en la plenitud de su amor, a las que Roger Garaudi se refiri¨®, tan certeramente, cuando escribi¨® que su ejemplar excepcionalidad es comparable, en la rareza, a la genialidad de un m¨²sico como Beethoven. Mabel ha conservado ¨ªntegramente, hasta el ¨²ltimo instante de su vida, su lucidez y las extraordinarias cualidades que la caracterizaron siempre: una alegre vitalidad, una bondadosa inteligencia, una ilimitada generosidad y un optimismo inquebrantable. Fue la hija menor del Dr. Mara?¨®n y de Lola Moya, quienes sintieron por ella el mayor de sus afectos. Esta predilecci¨®n por la hija peque?a, que, adem¨¢s, viv¨ªa lejos, fue compartida, de manera natural, por sus propios hermanos y sus sobrinos, que a partir de hoy nos encontraremos m¨¢s solos en nuestra propia orfandad.
La Guerra Civil trunc¨®, como en tantos otros casos, su formaci¨®n, al marchar con sus padres al exilio cuando apenas ten¨ªa 18 a?os. Termina entonces sus estudios de secundaria en la ciudad inglesa de Norwich, donde luego sustituy¨® dando clases de espa?ol a su amiga Carmen Zulueta, hija de un ministro de Estado de la Rep¨²blica. De vuelta a Par¨ªs, donde viv¨ªan sus padres, se matricul¨® en La Sorbona, regresando a finales de 1942 a Espa?a con su familia.
En 1937 hab¨ªa acompa?ado a su padre en un viaje por los principales pa¨ªses de Suram¨¦rica. Cruzando el Atl¨¢ntico, su padre escribi¨®: "bajo las alas de acero la ni?a morena duerme y el avi¨®n vuela en silencio para que no se despierte". Su madre, antes de partir, les envi¨® una carta representativa de aquel terrible momento. Entre otras cosas, le dec¨ªa a su marido "...que Mabel asista a todas tus conferencias, que todas son una ense?anza y un orgullo. As¨ª podr¨¢ luego contarme. Disfrutad cuanto pod¨¢is. ?Dichosos los que han vivido siempre alegres y sin complicaciones y afanes! Hay que estar unidos. Hay que gozar de los suyos y dejar un poco los deberes y responsabilidades... conciencia tranquila y vida sencilla y nada m¨¢s. Y esto es f¨¢cil de conseguir, y ahora quiz¨¢s lo ¨²nico a que pueda aspirarse. El dolor de Espa?a, no ha perdonado a nadie. ?Qu¨¦ puede esperarse de un pa¨ªs que lleva nueve meses combatiendo entre hermanos! ?Cuanto dolor, y cuantas l¨¢grimas, cuanto odio, cuanto rencor, y, sobre todo, cuanta injusticia! Todo pasar¨¢, el tiempo borrar¨¢ tanta tristeza y tanto crimen, y quedar¨¢n los hogares deshechos. Las pobres mujeres sin compa?ero, y los hijos sin padres, y los hombres j¨®venes, felices, alegres y sencillos, muertos, sin querer, h¨¦roes, sin desear m¨¢s que vivir en paz...".
Cuando Mabel, ya casada, se instala en Londres, superadas las incertidumbres de la guerra civil, el exilio y la II Guerra Mundial, puede, por fin, disponer de un horizonte de estabilidad que le permitir¨¢ desarrollar su propio proyecto vital. Se dedica a su familia, a su marido y a sus hijos Mar¨ªa Bel¨¦n, Tom, David y Jimmy, y crea, en su casa, un verdadero "hogar de acogida" para j¨®venes y mayores, exiliados y estudiantes, amigos de los padres y de los hijos, y para toda su amplia familia, que, as¨ª, sin necesidad de llamar antes, ten¨ªamos siempre un techo, comida y una familia esper¨¢ndonos, aunque, frecuentemente, por un exceso de ocupaci¨®n, tocara dormir en el sof¨¢ del saloncito. En este encantador lugar, situado enfrente de la catedral de Westminster, se respiraba un cierto y divertido esp¨ªritu bohemio que no era m¨¢s que la prevalencia del coraz¨®n sobre cualquier otra consideraci¨®n. Pero su quehacer se expande m¨¢s all¨¢ del entra?able y numeroso universo de sus amigos y parientes. As¨ª, crea el Hogar Espa?ol en el distrito londinense de Bays-water, una anticipaci¨®n de lo que luego ser¨ªa el Instituto Espa?ol de Inmigraci¨®n. Cont¨®, para ello, con la ayuda de un emprendedor sacerdote segoviano, el padre Manuel Herranz, y de su amiga Casilda Santa Cruz -mujer del embajador de Espa?a en Londres-, as¨ª como con el apoyo de la Fundaci¨®n Juan March. Tambi¨¦n constituy¨® una asociaci¨®n -Spanish Welfare Fund- que desarroll¨® una ingente labor de apoyo a los espa?oles con dificultades econ¨®micas o de cualquier ¨ªndole, y fund¨®, finalmente, la Anglo-Spanish Society, asociaci¨®n cultural que contribuy¨® decisivamente al mejor entendimiento entre los dos pa¨ªses, que, 50 a?os despu¨¦s, contin¨²a realizando una magn¨ªfica labor. Como se ha publicado, "Mabel, en cierta manera fue la embajadora extraoficial de Espa?a en Londres, y sus criterios, y los de Tom, fueron siempre consultados por los representantes oficiales llegados a la capital inglesa". El mundo del periodismo tampoco le fue ajeno: nieta de Miguel Moya, esposa del editor de The Tablet, y madre de dos excelentes periodistas, ella misma colabor¨® asiduamente con la BBC sobre asuntos hisp¨¢nicos. En reconocimiento de todas estas iniciativas, en 1965 fue nombrada Dama de la Orden de Isabel la Cat¨®lica, condecoraci¨®n que desde su recta y patri¨®tica espa?olidad le colm¨® de contento.
Su padre, cuando Mabel cumpli¨® diez a?os, le dedic¨® un precioso poemilla del que entresaco sus ¨²ltimos versos:
"Pero tambi¨¦n hay un faro
en la tarde de la vida:
las otras vidas que empiezan
cuando la nuestra declina.
?Un resplandor en mi tarde,
eso eres tu, Mabelita!"
Y aquella ni?a fue desde entonces, durante ochenta a?os, para todos los que la conocimos, ese resplandor que a partir de ahora continuar¨¢ alumbr¨¢ndonos en el recuerdo.
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