Obama: el d¨ªa despu¨¦s
El candidato dem¨®crata, de ganar las presidenciales, tendr¨¢ que enfrentarse a una feroz resistencia al cambio por parte de los poderes tradicionales de Estados Unidos. ?l lo sabe y parece dispuesto a negociar
El candidato presidencial Barack Obama se acerca raudo y sin evidentes obst¨¢culos al objetivo magno que apareci¨® en su horizonte hace apenas cuatro a?os, cuando desembarc¨® en Washington como un senador sin experiencia pero con un carisma arrebatador y una ambici¨®n de acero.
Las encuestas le dan entre siete y quince puntos de ventaja sobre su rival a la presidencia, el senador republicano John McCain del Estado de Arizona. Si no tropieza ante alguna zancadilla electoral como la que quit¨® la Casa Blanca a Al Gore en el 2000, el 4 de noviembre el senador dem¨®crata de Illinois podr¨ªa ser elegido el primer presidente negro de los Estados Unidos; ¨¦l, que naci¨® en 1961, en plena batalla contra la discriminaci¨®n racial.
Obama comienza a anunciar a sus partidarios que tendr¨¢n que tener paciencia
Podr¨ªa proponer como vicepresidente a Jim Webb, popular entre las clases trabajadoras
Llegar a la Casa Blanca es la parte menos ¨¢spera del camino. Apenas entre en el Despacho Oval, el 21 de enero de 2009, enfrentar¨¢ las primeras r¨¢fagas de una estructura pol¨ªtica f¨¦rrea, habituada a imponer sus intereses y renuente a los cambios. Obama lo sabe y no ser¨¢ el primer presidente en afrontar esa batalla en desventaja. Les sucedi¨® a John F. Kennedy que sali¨® del trance gracias al auxilio de asesores belicosos, el mejor de los cuales era su hermano Bob, y luego a Bill Clinton, que lleg¨® desde la gobernaci¨®n de Arkansas con un moderado adiestramiento.
Lo acechan, sin embargo, desaf¨ªos m¨¢s arduos. Ha prometido poner de nuevo en pie a una naci¨®n debilitada por una pol¨ªtica exterior con la que el presidente George W. Bush ha creado una atm¨®sfera de miedo y sospecha.
La econom¨ªa, ya postrada, sigue deterior¨¢ndose d¨ªa tras d¨ªa. Si el Congreso no aprueba un paquete extraordinario de medidas, la crisis de las hipotecas seguir¨¢ dejando literalmente en la calle a las familias de clase media cuyas deudas alcanzan valores superiores a los de sus casas.
La recesi¨®n es una amenaza cada vez m¨¢s clara: los precios de los combustibles alcanzan alturas explosivas, el costo de los seguros m¨¦dicos se lleva el 15% de los ingresos de quienes pueden pagarlo y la bonanza de la era Clinton se ha evaporado tanto que ni siquiera queda su recuerdo.
Todas las preguntas abren ventanas hacia el d¨ªa siguiente a la asunci¨®n presidencial. Si Obama gana, ?tiene el equipo, los recursos, la imaginaci¨®n para lograr revertir los desatinos de un pasado que por lo menos seis meses m¨¢s seguir¨¢ siendo presente?
No hay dudas de su energ¨ªa, de su contagiosa certeza en que su gobierno podr¨¢ acabar con las adversidades actuales, pero tambi¨¦n est¨¢ claro que las medusas del poder en Washington, enquistadas desde hace d¨¦cadas, lo enfrentar¨¢n con h¨¢biles estratagemas no bien empiece a rozar sus intereses.
Los primeros pasos del candidato dem¨®crata hacia la preparaci¨®n de un posible gobierno hacen pensar que no lo ignora y que se dispone a negociar. Ya les ha advertido a los votantes ilusionados con cambios r¨¢pidos que quiz¨¢ no les gustar¨¢ ver m¨¢s de lo mismo.
El programa de McCain, heredero del partido gobernante, s¨®lo roza el de Obama en la pol¨ªtica para los 12 millones de indocumentados que habitan los Estados Unidos: ambos quieren un camino a la legalizaci¨®n que implique el pago previo de una multa y la obligatoriedad de aprender ingl¨¦s. En los dem¨¢s puntos fundamentales las diferencias son hondas y representan, en general, la continuidad de Bush o la b¨²squeda de otro rumbo. Pero una cosa son las excelentes propuestas de Obama y otra la posibilidad de implementarlas.
All¨ª donde Obama promete comenzar a retirar las tropas de Irak apenas asuma y traer todas las unidades de combate en 16 meses, McCain se niega a hablar de fechas. El candidato dem¨®crata cree que las acciones militares en Irak, lejos de acentuar la seguridad de los Estados Unidos, agravaron los conflictos en la zona y estimularon la adhesi¨®n a Al Qaeda; por eso s¨®lo dejar¨ªa soldados para proteger la embajada norteamericana y su personal en Bagdad. Al contrario, McCain sostiene que "ser¨ªa un grave error salir antes de que Al Qaeda sea derrotado en Irak y antes de que entre en acci¨®n una fuerza de seguridad iraqu¨ª competente, entrenada y capaz".
El republicano cree tambi¨¦n que las tropas norteamericanas son un componente importante de una pol¨ªtica de firmeza ante Ir¨¢n, cuyo r¨¦gimen, junto con el de Siria, ha contribuido, supone McCain, a la violencia en Irak. Obama, en cambio, se propone "lanzar el esfuerzo diplom¨¢tico m¨¢s agresivo de la historia norteamericana reciente para alcanzar un nuevo pacto de estabilidad en Irak y Oriente Medio". Para evitar el peligro nuclear en Ir¨¢n y defender los lazos entre Israel y Estados Unidos, tratar¨ªa de entablar un di¨¢logo directo.
En la econom¨ªa, que enfrenta una recesi¨®n m¨¢s profunda y larga que la de comienzos de la d¨¦cada de los 90 y la del 2001, Obama quiere ir m¨¢s all¨¢ que la devoluci¨®n de impuestos con la que este a?o se trat¨® de estimular el gasto de los contribuyentes. Se propone eliminar las reducciones tributarias, una iniciativa de Bush que el Congreso aprob¨® hasta el a?o 2010, a los que ganen m¨¢s de 250.000 d¨®lares por a?o, y tratar¨ªa de imponer un alivio impositivo para quienes ganen menos de 50.000 d¨®lares anuales, entre los cuales se hallan los hogares negros, con un promedio de 32.100 d¨®lares. Subir¨ªa, adem¨¢s, el impuesto al capital, algo que eriza a los republicanos.
Un dato crucial para asegurar el futuro de la Administraci¨®n de Obama es qui¨¦n ser¨¢ finalmente su compa?ero de f¨®rmula. Hasta ahora, los asesores que manejan el tema con seriedad y reserva parecen inclinarse por dos, John Edwards (aunque es improbable que acepte alguien que intent¨® ocupar ese lugar y perdi¨®) y Sam Nunn, quien fuera senador durante 24 a?os y actualmente dirige una ONG contra la amenaza nuclear en el mundo.
A Obama le gustan las sorpresas y no ser¨ªa raro que a ¨²ltima hora se incline por alguien que casi nadie menciona: un senador nuevo, no contaminado por la atm¨®sfera de Washington y que, como ¨¦l, encarna el cambio prometido: el senador dem¨®crata Jim Webb, del Estado de Virginia.
Aunque le falta el carisma de Obama, a Webb le sobra historia. Combati¨® en Vietnam, donde obtuvo cinco condecoraciones; fue secretario de Marina durante el Gobierno de Ronald Reagan; gan¨® un premio Emmy como productor de un documental; escribi¨® guiones, uno de los cuales, Whiskey River, sobre la guerra de Irak, ser¨¢ dirigido por Rob Reiner; fue corresponsal de guerra en el L¨ªbano; escribi¨® novelas y en este momento recibe rese?as por su libro Tiempo de pelea: por unos Estados Unidos equitativos y justos, un manifiesto de sus creencias pol¨ªticas.
Orgulloso de sus tres tatuajes y de su origen -hijo de una familia trabajadora, descendiente de inmigrantes paup¨¦rrimos-, aporta a Obama todo lo que los acad¨¦micos no podr¨¢n darle jam¨¢s: un di¨¢logo con la clase baja.
Si los j¨®venes, los afroamericanos y los liberales de clase alta lo han sostenido hasta ahora, para ganarle a McCain, Obama necesita el favor de aquellos que prefer¨ªan a su contrincante por la nominaci¨®n dem¨®crata, Hillary Clinton, gente que quiere que le hablen de cosas concretas, que vive de salario en salario, que se preocupa por la seguridad nacional y que no son republicanos ni dem¨®cratas.
A Obama le costar¨¢ salir adelante en una crisis m¨²ltiple cuyos actores est¨¢n lejos de haber sido vencidos. Pero la presi¨®n de la opini¨®n p¨²blica, anestesiada e indiferente desde hace tanto tiempo, se har¨¢ sentir como pocas veces. Su mensaje ha devuelto la esperanza en una vida mejor a una naci¨®n que desde hace ocho a?os s¨®lo espera un futuro menos sombr¨ªo.
Hasta ahora, la buena suerte y su verbo arrollador le han permitido alcanzar un pedestal hist¨®rico, en el que nadie estuvo antes. Necesitar¨¢ mucho m¨¢s para no caer desde esa altura de v¨¦rtigo y para cumplir con las embriagadoras promesas de su campa?a.
.? 2008 Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez
Distribuido por The New York Times Syndicate
Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez es escritor y periodista argentino
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