Y ahora, ?qui¨¦n es el jefe?
Sonny Rollins y Cassandra Wilson cautivan en el Festival de Jazz de Vitoria
Contaron maravillas los cronistas del concierto de Bruce Springsteen en San Sebasti¨¢n, quien, "a sus 59 tacos", escribi¨® alguno de ellos, "conserva la energ¨ªa del chico que quer¨ªa comerse el mundo". Querr¨ªa yo ver a The Boss con los a?os de Sonny Rollins (77), tocando sin parar durante tres horas, y eso por el p¨²blico, que ya andaba con la lengua fuera, porque si es por ¨¦l, todav¨ªa seguir¨ªa dando brincos por el escenario.
Que el saxophone colossus tiene una particular querencia por estas tierras es cosa sabida. Cada vez que viene a Vitoria, tiene su correspondiente txapela esper¨¢ndole: se dice que el saxofonista cuenta con un sosias en la ciudad cuyas medidas cef¨¢licas corresponden exactamente a las suyas y a quien la organizaci¨®n acude para semejante menester.
Maria Schneider tiene una gran capacidad para tocar al oyente sin distinci¨®n de gustos
Y es que Theodore Walter Rollins est¨¢ cada d¨ªa m¨¢s joven: si el concierto de 2006 fue memorable, el del pasado viernes lo fue todav¨ªa m¨¢s. Apabullante, es la palabra. Comenzando por su versi¨®n de They say it's wonderful: casi quince minutos improvisando de corrido y sin paradas intermedias. Imposible asimilar semejante cantidad de informaci¨®n y, sin embargo, no hay valiente que se levante de su asiento. Tampoco sus m¨²sicos a los que el jovenc¨ªsimo anciano hace tiempo que ha dejado atr¨¢s. Y cuando uno cree que lo ha visto, o ha escuchado todo, resulta que lo mejor est¨¢ todav¨ªa por llegar. Ese Sonny, please con el que casi cerr¨® el recital (a¨²n habr¨ªa una Blues Jam final) y que dej¨® al respetable absolutamente turulato. Uno se pregunta qui¨¦n hubiera podido soportar semejante tour de force despu¨¦s de dos horas sudando la camiseta. S¨®lo Rollins.
Otra figura que volv¨ªa a la capital del Pa¨ªs Vasco: Cassandra Wilson, que hizo su aparici¨®n el jueves muy cambiada respecto a su anterior visita, hace tres a?os. Notablemente m¨¢s esbelta -esto es importante en una diva del jazz-, apareci¨® ataviada con un elegante vestido largo de color negro y con un collar de perlas cay¨¦ndole por el generoso escote, a lo que se a?ad¨ªa un peluc¨®n rubio que ni Ella Fitzgerald en sus mejores d¨ªas.
Empez¨® cantando a Duke Ellington -Caravan- y saludando al personal en euskera., Y sigui¨® cantando, pero ya en ingl¨¦s, el repertorio propio de una reina del jazz: St. James Infirmary, Them there eyes, Orfeo negro... Se mov¨ªa en escena con la misma coqueter¨ªa que cualquiera de sus antecesoras en el cargo. Como cuando interpret¨® Sweet Lorraine, que lo hizo con un ojo puesto en el pianista y el otro en una de las pantallas que la organizaci¨®n ha dispuesto tras el escenario, donde pod¨ªa verse a s¨ª misma.
Hubo m¨¢s: Maria Schneider, no la actriz, sino la directora-compositora-arreglista, en una suculenta primera parte orquestal. Se ha escrito mucho acerca de esta mujer de aspecto fr¨¢gil y f¨¦rrea determinaci¨®n que s¨®lo se permite vender su m¨²sica por Internet; y tambi¨¦n sobre sus influencias -un amplio espectro, desde Gil Evans a Paco de Luc¨ªa- y su habilidad combinando texturas. En lo que a uno respecta, todo ello importa menos que su capacidad para tocar la fibra sensible del oyente sin distinci¨®n de credos ni gustos.
Y todav¨ªa, m¨¢s: Jef Neve en tr¨ªo en el teatro Principal. El ¨²ltimo prodigio del jazz europeo reside en la ciudad belga de Gante, toca el piano y hay quien le saca parecido con el difunto Esbj?rn Svenson y con Brad Mehldau (y con Jacques Loussier, si se me permite). Es muy joven y a¨²n tiene muchas cosas por decir, puede que hasta demasiadas. Para alguien que ha nacido anteayer, esto es lo de menos. Con Neve se complet¨® la jornada del jueves dedicada a la mujer en el jazz, en la que ¨¦l fue la excepci¨®n. Ya se sabe: nadie es perfecto.
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