Bandera blanca
Nada m¨¢s terminar la etapa, me entr¨® el apetito. Ten¨ªa hambre de m¨¢s, de m¨¢s monta?a, de m¨¢s ataques, de m¨¢s etapas como la que acababa de ver. Qu¨¦ l¨¢stima que justo ahora llegue el d¨ªa de descanso; los pobres corredores lo necesitar¨¢n, eso seguro, pero a m¨ª, despu¨¦s de lo de ayer, me deja un poco fr¨ªo el hecho de que hoy no haya etapa. Hoy es para ellos d¨ªa de bandera blanca, de descanso entre las batallas m¨¢s cruentas; la de ayer y las que se dar¨¢n presumiblemente el martes en La Bonette y el mi¨¦rcoles en Alpe d'Huez. Pero, ir¨®nicamente, el transcurso de la etapa de ayer tambi¨¦n se vio condicionado por la misma bandera (la blanca de la paz) que onde¨® brevemente en un par de ocasiones.
Bandera blanca. Frenazo, tregua y una autorreflexi¨®n: ?estamos todos locos o qu¨¦? Bajaban el col del Agnello -mucho m¨¢s temible por esa vertiente por la que descend¨ªan, la italiana- y desde el helic¨®ptero se apreci¨® un movimiento extra?o en la fila de corredores a la entrada de un tornante. Lo que nosotros observamos en la vista cenital, muchos corredores lo vieron in situ con todo detalle. Y se les hel¨® la sangre, y no precisamente por el fr¨ªo.
Pereiro hab¨ªa chocado con el guarda-rra¨ªl y se hab¨ªa precipitado por el barranco yendo a aterrizar en la misma carretera, pero en el tramo posterior a la curva. Ataj¨® el tornante en un vuelo -literal- de unos cuantos metros y yac¨ªa inm¨®vil en el suelo. Sus compa?eros se pararon a auxiliarle y el pelot¨®n hizo lo mismo sumido en la reflexi¨®n: ?por qu¨¦ baj¨¢bamos tan r¨¢pido si todos sab¨ªamos que abajo habr¨ªa un gran par¨®n? Preguntas sin respuestas que se repiten una y otra vez: siempre hay alguien que ataca cuando no hay nada en juego, siempre hay alguno dispuesto a seguirle, y otro a este segundo..., y al final todos detr¨¢s como borregos.
Por fortuna, lo de Pereiro s¨®lo qued¨® en un gran susto; unos cuantos huesos rotos no son mal balance para lo que pudo haber sido. Y Gerrans, el ganador de la etapa, siempre recordar¨¢ que el d¨ªa que gan¨® en Prato Nevoso tuvo todo de su lado. Todo, incluso la suerte de que hubiese un par¨®n inesperado en el pelot¨®n que les concedi¨® una ventaja que m¨¢s tarde ya fue insalvable.
Ahora situ¨¦monos en la ascensi¨®n final a Prato Nevoso. El CSC exhibe su artiller¨ªa desgastando al l¨ªder, a su equipo y a todos los rivales. Andy Schleck pone un ritmo tan exigente que Evans comienza a generar dudas. Prueban uno y otro; Sastre y Menchov. Unidos por una goma invisible, se van, pero vuelven a juntarse. Pero, en cierto momento, Menchov se va, se va, s¨ª, definitivamente parece que se va... Pero entonces se va... al suelo. Entonces apareci¨® por segunda vez la bandera blanca. Premio a la deportividad para el CSC, para el joven Schleck y para todos los que, pudiendo atacar, no atacaron.
Denis volvi¨®, la carrera se activ¨® de nuevo y al final Evans cedi¨® tal y como ven¨ªa apuntando. Y el CSC se llev¨® el premio gordo. No el del juego limpio -que tambi¨¦n- sino el amarillo de Schleck que con tanto ah¨ªnco llevaban buscando. Que lo disfrute en la tregua de hoy porque da la sensaci¨®n de que, de aqu¨ª a Par¨ªs, pocas treguas m¨¢s nos vamos a encontrar.
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