Sastre ataca, Evans cede
La brutal ca¨ªda de Pereiro y la labor de Andy Schleck para su hermano Frank, nuevo l¨ªder, marcan la primera cita alpina

La sangre, los hilos de sangre, el charco de sangre en una rotonda donde caen patinando una docena de ciclistas, Nibali, blanco manchado como un torero cogido; los huesos rotos de ?scar Pereiro, los v¨ªnculos de sangre, m¨¢s fuertes que cualquier contrato, de los hermanos Andy y Frank Schleck (ay, Sastre, el pastor Riis vigila, juega con fuego); la sangre, m¨¢s fuerte que cualquier sentimiento, en las gentes de la Sakana, Egoi Mart¨ªnez y Jos¨¦ Luis Arrieta; y Menchov en el suelo. As¨ª como en las tragedias, fueron las pasiones entre los personajes, los instintos casi animales, y no las reflexiones de sus directores, los que desencadenaron la acci¨®n y escribieron un gui¨®n que acab¨® con Frank Schleck -la imagen de la renovaci¨®n, de la limpieza, del ciclismo, tras estos d¨ªas tan borrosos- de amarillo; con Cadel Evans, derrotado pero no hundido -Evans nunca se hundir¨¢-, separado a la fuerza de su le¨®n de peluche; con Sastre -el ¨²nico idioma cl¨¢sico del ciclismo entre los seis primeros, los seis que se apelotonan en 49s hablando en alem¨¢n, en ruso, en ingl¨¦s, y en espa?ol-, como siempre pese a haber estado como nunca; con Menchov -el oso agazapado, pese al desliz-, m¨¢s feliz que nunca; con Valverde chapoteando entre los mejores de nuevo, y con los dos navarros de la fuga, Egoi y Arrieta, los vecinos de la Barranca, enga?ados por su coraz¨®n y por un australiano que iba para Casey Stoner y que termin¨® imitando a Phil Anderson levant¨¢ndoles la etapa a ambos.
"?De d¨®nde ha ca¨ªdo?", le pregunt¨® Sastre a Valverde cuando vio al gallego sobre el asfalto
Y el futuro que decidir¨¢ el ganador entre todos ellos -el mayor de los Schleck, Sastre, Evans, Menchov y, adem¨¢s, los inesperados Vandevelde, el yanqui de abuelos belgas emigrados a Chicago, y Kohl, el vien¨¦s que ha devuelto el Tour a la televisi¨®n austriaca- ma?ana y pasado, entre la Bonette Restefonds, la Croix de Fer y Alpe d'Huez, no lo escribir¨¢ Riis en su bloc de notas negro, como tampoco escribi¨®, pese a que podr¨ªa cre¨¦rselo, lo que deb¨ªa pasar ayer entre los cientos de miles de tifosi que jalearon a los ciclistas entrando en Piamonte, ascendiendo sobre Cuneo entre anuncios de trufas negras de Alba que hasta oto?o no ser¨¢n frescas (pero huelen igual). No lo escribi¨® Riis pese a que manejara al gran equipo que lleva como si llevara las riendas de una cuadriga, o la maquinaria de un barco, con la seguridad de que todos sus deseos ser¨ªan realidades instant¨¢neas. Pelot¨®n a 70, puede decirle al tremendo Cancellara sabiendo que inmediatamente el suizo alcanzar¨ªa precisamente esa velocidad a la cabeza en los falsos llanos que llevaban a la base de Prato Nevoso, dejando sin aliento y sin equipo a Evans, el objetivo del d¨ªa. Fuerza ahora, puede repetirle una y otra vez a Andy, el peque?o de los Schleck, para dejar al grupo en media docena, en los mejores, ya en las rampas del puerto de primera en que acab¨® la etapa.
Pero ni la velocidad de Cancellara tuvo toda la influencia que habr¨ªa querido ni la exhibici¨®n de Andy, una y otra vez, habr¨ªa tenido la fuerza que tuvo si no hubiera sido por la sangre. Por la ca¨ªda, acrob¨¢tica, terrible, de Pereiro que dej¨® p¨¢lido al pelot¨®n en el descenso interminable del Agnello -"?de d¨®nde ha ca¨ªdo", le pregunt¨®, blanco, sin sangre en el cuerpo, Sastre a Valverde cuando vio al gallego clavado, de espaldas, sobre el asfalto; y a Valverde, su amigo, le temblaba tanto el cuerpo que fue incapaz de responderle, que fue incapaz de reaccionar durante 30 kil¨®metros-, la fuga de los dos navarros, el australiano y el estadounidense Pate lleg¨® hasta el final pese a la imposible velocidad de crucero generada por los CSC; el pelot¨®n se par¨®, congelado, y cuando volvi¨® a coger velocidad, otra ca¨ªda, la de la rotonda de Busca, dej¨® heridos a Cunego y Nibali, los dos italianos que so?aban con ganar la etapa: sus equipos, que eran los animadores, dejaron de tirar.
Y s¨®lo por la sangre, por los lazos abisales entre dos hermanos inseparables, entre dos j¨®venes de la misma comarca, pudo ocurrir lo que ocurri¨® en los 10 kil¨®metros que ascend¨ªan hasta Prato Nevoso. En la fuga, impaciente, nada m¨¢s empezar el ascenso, Egoi demarra y no para hasta lograr su objetivo, soltar a Arrieta. Se lleva a Pate y Gerrans a rueda, confiando en su fuerza y en la promesa que le hizo el australiano: "Tranquilo, que yo no te disputo la victoria".
Pero Egoi no es ning¨²n ingenuo, tiene 30 a?os, conoce el Tour, conoce esa citaci¨®n: hace cuatro a?os le pas¨® lo mismo con Moncouti¨¦. En el grupo de los grandes, Andy acelera una y otra vez, Evans resopla, Sastre contraataca, Menchov remacha, Frank duda, Andy anima a Frank, el amarillo te espera, venga, venga, Menchov vuelve a atacar, tres kil¨®metros, la puntilla: no, la ca¨ªda. Patina en una curva, cae. Sin embargo le esperan: son inteligentes los CSC, deportivos: para volver a enlazar, Menchov, que aunque no lo aparente sufre un subid¨®n de adrenalina, sprinta fuerte, se acalora. Llegado el momento final, el repecho m¨¢s duro, a 900 metros, no puede m¨¢s. Sastre y Kohl se escapan. Frank de amarillo, Sastre m¨¢s fuerte, y la sangre de Andy: ?c¨®mo piensa Riis que podr¨¢ escribir lo que pase ma?ana? Hoy, descanso.

Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
