Desde el sur, pero sin norte
Morente y Pontes maravillan por separado y adormecen juntas
Dos voces privilegiadas. Dos culturas vecinas y, de una vez por todas, c¨®mplices. La pasi¨®n de una amistad c¨¢lida, sincera. Una gran alianza ib¨¦rica de ¨¦sas que har¨ªan feliz al mism¨ªsimo Saramago. Un generoso despliegue instrumental: 11 m¨²sicos, 11, uniformados de inmaculado blanco new age. Sobre el papel, uno de los acontecimientos de la temporada. En la pr¨¢ctica, una dudosa ocurrencia que nace del sur pero parece lejos de encontrar el norte.
Nunca tanta gente pobl¨® las gradas del Conde Duque ni pas¨® tantas estrecheces en el gallinero junto al escenario. El pl¨¢cido fresquito de otras veladas deriv¨® en la apoteosis del abanico. L¨¢stima de Shakespeare: entre el t¨®rrido ambiente de sauna y los acontecimientos inconexos que se suced¨ªan sobre las tablas, habr¨ªa encontrado material para escribir Modorra de una noche de verano.
Fado y flamenco son tradiciones de hondo significado, pero en Dulce Estrella se malbaratan como m¨²sica de gran almac¨¦n. O, peor a¨²n, de herbolario. Ni Morente suena flamenca ni Pontes, fadista, y lo m¨¢s triste es que la suma de las dos sustituye el regusto popular por la ?o?er¨ªa. El arranque, con las dos artistas arrodilladas frente a frente mientras se lavan las manos en un cuenco, habr¨¢ ayudado a colocar el montaje en la Expo de Zaragoza, pero resultaba terriblemente cursi. Y en cuanto a las respiraciones profundas, grititos impostados o expresi¨®n corporal de la portuguesa, de plasticidad similar a la de los luchadores de sumo, mejor ser¨¢ pasar p¨¢gina.
Al final resulta que del espect¨¢culo conjunto, lo ¨²nico que de verdad emociona es el tramo en que Estrella y Dulce cantan por su cuenta: la una, con la prodigiosa guitarra de Montoyita; la otra, con un par de guitarristas lusitanos. Pero si as¨ª son las cosas, resulta que el cuento de la fusi¨®n, el hermanamiento, el mestizaje y blablabla se nos cae de las manos.
Prevalecen, sin duda, el talento de las dos mujeres, el despliegue de vestuario y los recursos al aplauso f¨¢cil, con Volver, Milho verde (qu¨¦ lectura m¨¢s moh¨ªna) o Los cuatro muleros. Y la noche acab¨® en aclamaci¨®n, quede aqu¨ª constancia escrita. Pero a ver qui¨¦n es el guapo que luego se escucha el disco.
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