Ah, ah, ah, ahhhhhhhh
El otro d¨ªa conversaba con un grupo de gente en un bar cuando sali¨® el tema de los trabajos m¨¢s horribles que has hecho en tu vida. Yo habl¨¦ de aquella vez que repart¨ª flyers para una pizzer¨ªa de puerta en puerta. El emisario de correo comercial es un cartero con malas noticias, las fincas est¨¢n sembradas de letreros-proclamas sobre lo indeseable de su presencia. Es un trabajo de alto riesgo, en el que el repartidor debe mentir, disfrazar su identidad, ser blanco de agravios e injurias de vecinas desbocadas, ponerse a salvo de perros furiosos, escapar de cautiverios ocasionales y luchar en pos de los buzones contra otros carteros comerciales m¨¢s salvajes.
Cuando todos me daban la raz¨®n en que sin duda ¨¦se era el trabajo m¨¢s horrible del mundo, intervino R. Esta francesa de aspecto hippie y experta en olorterapia cont¨® que se ganaba la vida en Barcelona gracias al doblaje profesional de pel¨ªculas porno, haciendo la voz de glotonas dominatrices y adictas al fistfucking, de lesbianas ninf¨®manas y putas de lujo. Estudi¨® educaci¨®n infantil pero a veces encuentra consuelo haciendo la voz de la madrastra en una Cenicienta X-Rated.
Le pagan 90 euros por pel¨ªcula y puede doblar hasta seis en un mes. R. suele compartir cabina con varios desconocidos franc¨®fonos en las escenas de org¨ªas. Sigue escrupulosamente los movimientos de la actriz que encarna su dulce voz de francesita morbosa y se sumerge en el personaje para fingir que se corre con ella: ah, ah, ahhhhhhh. Ambas simulan un orgasmo simult¨¢neo. A la salida del trabajo, ella y sus compa?eros fuman un cigarrito como si hubieran follado realmente.
Con el tiempo R. ha desarrollado una especie de fobia a los gemidos y alocuciones sexuales. Cuando folla de verdad lo hace en perfecto silencio. La mayor¨ªa de sus eventuales parejas de cama no la entienden, creen que no est¨¢ disfrutando, aunque ella intente convencerlos de que su mutismo es equivalente a los gritos de placer en una persona que no se dedica al doblaje pornogr¨¢fico. Simplemente, la voz humana no le pone en absoluto, es sin¨®nimo de impostura, de actuaci¨®n. Nunca, nunca, dice cosas como "?Encore! ?Encore!".
No s¨®lo porque ha afectado a su forma de hacer el amor, dice la francesa, el suyo es un empleo de alto riesgo. Y entonces nos muestra por qu¨¦: R. tiene un gran callo en el dedo gordo de la mano derecha, el mismo que debe chupar como una posesa en el doblaje de una escena de sexo oral para provocar esos curiosos ruidos: glup, swapf, nrfff.
Gabriela Wiener es autora del libro Sexograf¨ªas (Melusina).
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