Patriotas
Nunca supe a ciencia cierta qu¨¦ puede significar que el mismo D¨ªa da Patria Galega, tal como hoy, sea tambi¨¦n D¨ªa del Ap¨®stol, patr¨®n de las Espa?as, amigo del Se?or. Debe de ser la propia Compostela que en su vocaci¨®n peregrina me hace perder el Norte y confundir a veces la riada de gente que va camino de A Quintana, con la bandera nacionalista, de los que van hacia el abrazo con el Ap¨®stol, tomando O Franco o la R¨²a do Vilar. Los que acuden a la homil¨ªa de Quintana y los que prefieren la de Rouco, o el que a la saz¨®n haga de Rouco, Dios me perdone. Unos queman la p¨®lvora nacionalista, otros el incienso de la catedral, unos deshojan la magnolia de la discordia, otros quieren abrazar el fen¨®meno de la transustanciaci¨®n. Tampoco s¨¦ a ciencia cierta despu¨¦s de muchos a?os qu¨¦ significa que esa ofrenda religiosa coincida con la manifestaci¨®n c¨ªvica. Tanta fe me confunde. La perplejidad resulta elocuente si a ello se suma que, adem¨¢s, los salvadores de la patria caminan hacia distintos lugares del territorio para ofrendar a unos dioses distintos la misma corona de flores. Y, por si fuera poco, bajo palio marchan las estrellas invitadas por intercesi¨®n del propio Santiago: la realeza, la armada, la curia, el cuerpo diplom¨¢tico... Total, que el D¨ªa de Galicia me provoca una especie de pasmo que dura hasta bien entrada la ma?ana siguiente cuando amaina la tempestad religiosa y el estruendoso ruido de las gaitas y quiz¨¢s, con algo de fortuna alg¨²n artista del mundo (tantas veces Gilberto Gil o Caetano) se suben al mismo p¨²lpito que hace unas horas abandon¨® Quintana, el profeta. As¨ª, con el roc¨ªo de la noche subiendo por las piedras de la plaza recompongo un poco el talante patriota y me digo que otra vez m¨¢s pasamos la frontera del 25 de julio mirando con melancol¨ªa las llagas de alguna turista en sandalias que supo hacer el Camino a tiempo y lava los juanetes en Prater¨ªas.
En el D¨ªa de Galicia, unos queman la p¨®lvora nacionalista, otros el incienso de la catedral
Mi difunta abuela, adem¨¢s, ten¨ªa una especie de terror tel¨²rico al 25. Nos dec¨ªa que era un d¨ªa de ahogados y nos prohib¨ªa terminantemente acercarnos a la playa, ¨²nica escapada posible ante la otra alternativa: bajar dando tumbos por el Monte do Santiagui?o de Padr¨®n en un ¨¦xtasis de vi?o do pa¨ªs y sardinas asadas. Total que una celebraci¨®n tan solar se convert¨ªa en una especie de nocturno g¨®tico. No s¨¦ si lo de la playa es debido a los m¨²ltiples brindis patri¨®ticos o al fatal designio de las mareas, pero el caso es que ese d¨ªa perecen siempre varias personas en el litoral gallego no s¨¦ si rindiendo tributo a una oculta maldici¨®n del errante navegante y su barca de piedra.
Tambi¨¦n recuerdo, debe de ser el 77 o el 78, esa bandera cosida en casa y los panfletos de Marta Harnecker en el zurr¨®n, la haza?a de llegar a Santiago sin grises y con el materialismo dial¨¦ctico intacto y dar vivas a Castelao, a Allende, a Camilo Torres, al Che, a Fidel, a Jim Morrison, al compa?ero Reboiras o a cualquier pariente cercano o lejano tocado por el aura de aquel despertar orgulloso y desafiante. Todav¨ªa hab¨ªa que cubrirse la espalda, morderse la lengua, correr hacia alg¨²n refugio en la tormenta si la brigada ven¨ªa hacia nosotros como una jaur¨ªa, si los caciques del pueblo, los gerifaltes de anta?o la emprend¨ªan a dentelladas con nosotros que ¨¦ramos tan puramente comunistas como una empanada de berberechos.
Deb¨ªa de ser el 77 o el 78 y se descos¨ªa la bandera y el firmamento, ced¨ªan las r¨ªas a la acometida del coraje, corr¨ªamos y se cimentaba la nueva Galicia entre aquellos que ven¨ªan de la ciega obediencia al partido (los rom¨¢nticos aunque marxistas, pobres pero honrados) y los que part¨ªan con la ventaja de pertenecer al mejor partido (el dinero, la clase, la lengua, la queimada popular, los que se perpetuaron despu¨¦s tantos a?os en el poder, en la televisi¨®n, en la memoria).
Hablaban en mi pueblo de los fuegos del Ap¨®stol y en la noche se hac¨ªa el resplandor por detr¨¢s del Monte Meda. Era d¨ªa de fiesta y alg¨²n incendio forestal contribu¨ªa a hacer patria en pleno verano de la ¨²nica manera posible: ardiendo los deseos, quemando etapas hasta llegar a tal d¨ªa como hoy, d¨®nde todo, patr¨®n, parece tan normal, tan correcto, tan insulso que no sabemos por qu¨¦ alguna vez tuvimos que ser patriotas y coser banderas clandestinas.
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