Historias paralelas
Todos sabemos que en una carrera como el Tour cada d¨ªa se escribe un cap¨ªtulo diferente. Pues, por mucho que se parezcan unos a otros, cada d¨ªa tiene su propia historia. Hay d¨ªas mon¨®tonos que se diluyen en el recuerdo, se mezclan con otros y pasan con el tiempo a ser d¨ªas an¨®nimos. Pero siempre ser¨¢ un d¨ªa especial para alguien. Alguno mantendr¨¢ vivo ese recuerdo y ese d¨ªa sobrevivir¨¢ al igual que todos los dem¨¢s. Para el ganador, por ejemplo; para el que se visti¨® de l¨ªder, para el que cogi¨® la escapada, para el que se cay¨® -de caerse, golpear duramente contra el suelo- y se dej¨® algo m¨¢s que la piel en el asfalto, para el que sufri¨® lo indecible o para el que se descolg¨® y, rendido, termin¨® claudicando fuera del tiempo l¨ªmite.
Es decir, que dentro de esa gran historia hay decenas de relatos paralelos. Uno por cada uno de los protagonistas. Algunos ser¨¢n meta-relatos y contar¨¢n cosas de la historia a la que se subordinan, que es la que todos hemos visto. Otros, sin embargo, se ir¨¢n tan por la tangente que ser¨ªa dif¨ªcil concluir que hablan del mismo d¨ªa si pudi¨¦semos contrastarlos entre ellos. Algo imposible, por cierto.
De ayer, por ejemplo, contar¨¢n las cr¨®nicas que ha ganado Chavanel. Que ha llegado escapado con otro franc¨¦s y que Sastre, el l¨ªder, ha tenido un d¨ªa tranquilo en una etapa de mera transici¨®n. S¨ª, es cierto, pero no deja de ser una media verdad. Pasaron muchas m¨¢s cosas.
Flecha, mi compa?ero de equipo, podr¨ªa contar una historia en la que nada de esto tendr¨ªa cabida. Su historia es otra y a ¨¦l la otra, la oficial, ahora poco le importa. Sali¨® dispuesto a todo. Era un d¨ªa para las fugas y ¨¦l de eso ya sabe algo. Un ataque, otro, hasta que consigui¨® meterse en la buena -al menos, eso parec¨ªa-. Y as¨ª comenzaron a subir el primer puerto del d¨ªa. Esa escapada no nos vale, pens¨® Voight, y puso en marcha no el motor, sino la turbina. Subi¨® el puerto a un ritmo infernal, un ritmo tan duro que hizo que Flecha pasase en un instante de ir so?ando con ganar a ir rezando para salvarse.
Descolgado y derrotado, sigui¨® en solitario sabiendo que m¨¢s adelante se recuperar¨ªa, que la crisis era pasajera, que habr¨ªa un par¨®n en el pelot¨®n cuando la fuga se hubiese hecho -siempre es as¨ª- y que entonces tendr¨ªa que darlo todo para entrar de nuevo en ¨¦l.
Pero no. Ayer no era su d¨ªa y, por neg¨¢rsele, se le neg¨® hasta la suerte. Delante, no pararon. Continuaron atac¨¢ndose y Flecha les perdi¨® de vista definitivamente. Tuvo, por lo menos, la fuerza suficiente para vencer la tentaci¨®n de retirarse. Sigui¨® y sigui¨® hasta la meta buscando lo improbable, m¨¢s bien lo imposible, la salvaci¨®n. Pero all¨ª se encontr¨® otra negaci¨®n. Dos d¨ªas para Par¨ªs que se disipan por la acci¨®n de tres fr¨ªas palabras que no entienden de sentimientos: fuera de control.
Eso paso ayer, el d¨ªa que gan¨® Chavanel. Hoy otro ganar¨¢ la contrarreloj. Ma?ana, otro el Tour, quiz¨¢ el mismo. Pero, al tiempo, otros nos podr¨ªan contar otras historias. Historias que pasar¨¢n inadvertidas, pero que ser¨¢n tan reales como las otras. Historias como la de ayer de Flecha.
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