Futbolistas e intelectuales
Y si tiene raz¨®n Pasqual Maragall, si no es posible una Espa?a compartida por todos y s¨®lo es posible "conllevarse"? Hace unos a?os, uno a¨²n cre¨ªa que era posible Espa?a como proyecto compartido, pero una y otra vez se nos aparecen "due?os" y nos se?alan nuestro lugar en el s¨®tano.
La Espa?a actual es vista como la recuperaci¨®n de la democracia en la forma de una monarqu¨ªa parlamentaria y del reconocimiento institucional de sus nacionalidades; esos son nuestros rasgos para el mundo. El mundo no sabe que Espa?a ya vuelve a discutirse a s¨ª misma; en ese proceso estamos o quiz¨¢ estuvimos siempre desde que se aprob¨® la Constituci¨®n. Quiz¨¢ no haya arreglo y vuelvo a la amarga constataci¨®n de Maragall que en su d¨ªa le discut¨ª y hoy ya no me atrevo.
La selecci¨®n de f¨²tbol cataliz¨® una explosi¨®n de energ¨ªa sobre una vivencia positiva de Espa?a
En su soberbia, los intelectuales del Manifiesto piensan que Espa?a es suya
Recientemente, hemos tenido dos lecciones que se complementan, la que nos dio la selecci¨®n de f¨²tbol y la de un manifiesto en defensa del castellano, al que llaman la lengua "com¨²n". Frente a la idea de que la selecci¨®n espa?ola deb¨ªa levantarse sobre un club de f¨²tbol madrile?o, esta selecci¨®n se form¨® como un equipo de jugadores de todos los clubes y procedencias, y as¨ª se sinti¨® representada de un modo natural gran parte de la poblaci¨®n espa?ola. Eran j¨®venes a los que no les pesaba el temor a la mala suerte hist¨®rica, el pesimismo, y simplemente confiaban en su propia capacidad. Seguramente representaban a una generaci¨®n que no carga tanto con el peso de la memoria y sus heridas ni con las ideolog¨ªas; sent¨ªan que encarnaban a Espa?a, no entraron a discutir qu¨¦ cosa era eso. Hijos de familias modestas casi todos, hab¨ªa madrile?os de la periferia nacidos de familia gallega o castellana, hab¨ªa asturianos, valencianos, catalanes..., todos corr¨ªan, paraban o sumaban goles para el mismo equipo. A su alrededor, gran parte de la poblaci¨®n, aunque sobre todo destacaron los j¨®venes, con camisetas rojas y banderas rojo y gualda e himno sin letra. Para ellos, esos s¨ªmbolos no ten¨ªan los significados que les atribuimos desde un lado u otro las personas de otras generaciones; simplemente necesitaban tener insignias y algo para tararear. Fue clara su necesidad, verdadera ansiedad, de sentir identificaci¨®n y orgullo de grupo, de pa¨ªs, de Espa?a. Hubo chovinismo y patrioterismo, claro; tambi¨¦n hubo fascistas aprovechando esa emoci¨®n, desde luego; pero fue una explosi¨®n de energ¨ªa positiva abrumadora. De juventud.
Tambi¨¦n hubo quien no comprendi¨® que en esa identificaci¨®n con la selecci¨®n no hab¨ªa hostilidad interna y fue incapaz de desear que ganase, prefiriendo que ganase la rusa o cualquiera otra. O quiz¨¢ temi¨® ese momento catalizador. La ideolog¨ªa separa de la vida.
Ning¨²n jugador tuvo que cambiar su nombre ni dejar su lengua; jugaron con sus nombres catalanes, vascos, castellanos... Funcion¨® un equipo que aglutin¨® la diversidad de energ¨ªas; siendo diversos, se reconocieron unos a otros, respet¨¢ndose. Esa Espa?a funciona, igual que funciona en la econom¨ªa y en la vida social en general, y en esa selecci¨®n nos pod¨ªamos ver much¨ªsimos, si se nos deja.
Eso hicieron los futbolistas: unir. Pero frente a eso, 20 intelectuales echaron a rular un manifiesto culmen de subjetividad e irresponsabilidad. La subjetividad es lo m¨¢s natural a los intelectuales puramente de letras; son fil¨®sofos y fil¨®logos los que teorizan las naciones y los que mueven las emociones latentes o las estimulan. El Manifiesto de estos nietos de Unamuno es una maniobra faccional y partidista, y como tal es apoyado por potentes agentes; manipula miedos, resentimientos, emociones, y busca provocar respuestas sentimentales y emotivas en todos nosotros. El aprendiz de brujo no teme abrir los frascos de los demonios, goza contemplando el efecto descontrolado de sus acciones.
Ese Manifiesto es una nueva vuelta de tuerca al viejo, falso y aburrido "Espa?a se rompe" de la derecha nacionalista espa?ola. Cuando un partido suelta moment¨¢neamente el bander¨ªn de enganche, otro aprovecha para agitarlo y sacarle partido. Es falso que les preocupe la gram¨¢tica o la lengua; su objetivo es puramente pol¨ªtico, defienden su proyecto nacionalista centralista, usan el castellano como arma de beligerancia y lo da?an gravemente carg¨¢ndolo de ideolog¨ªa.
Parte de falsedades que llevan tiempo difundi¨¦ndose: es falso que el castellano, una lengua en expansi¨®n, con unos 400 millones de hablantes y otros 100 que la conocen, peligre. Mucho menos en Espa?a, donde su conocimiento es "obligatorio", siendo la ¨²nica lengua que recibe tal protecci¨®n del Estado. El castellano, gracias a una pol¨ªtica secular de imposici¨®n, se extendi¨® al territorio del gallego, catal¨¢n, vasco y dem¨¢s dominios ling¨¹¨ªsticos espa?oles; es as¨ª que en los territorios donde los individuos hace dos o tres generaciones eran monoling¨¹es en esas otras lenguas, hoy son biling¨¹es o monoling¨¹es en castellano.
La pol¨ªtica del Estado hizo que hoy todos sepamos hablar y escribir en castellano, aunque tengamos otra lengua por propia. Por eso, hoy los firmantes del Manifiesto pueden llamarla "com¨²n", aunque no debieran omitir que es obligatoria. Fuese por la causa que fuese, los hablantes de esas otras lenguas reconocidas en la Constituci¨®n disponen de un instrumento impresionante que es el castellano y lo utilizan cuando les hace falta, incluso de un modo habitual. Ese ¨¦xito hist¨®rico del castellano, adem¨¢s del orgullo de tener por propia una lengua con prestigio y una literatura tan impresionante, debiera bastar para dar sosiego a los monoling¨¹es en castellano. ?Qu¨¦ m¨¢s se puede pedir? Pedir m¨¢s es nacionalismo insaciable, una bulimia que demanda la humillaci¨®n, la destrucci¨®n del otro. Y eso es lo que hace el Manifiesto. Seamos claros, no les basta que todos hablemos castellano; quieren, adem¨¢s, que dejemos de hablar las otras lenguas. En coherencia, los que hac¨ªan un t¨®tem de la Constituci¨®n pretenden ahora su amputaci¨®n y la anulaci¨®n o reforma de los Estatutos en el sentido de sus ideas e intereses. La Constituci¨®n es un fruto de la lucha democr¨¢tica contra el nacionalismo franquista y, con sus defectos, se hizo precisamente para que pudiese coexistir una ciudadan¨ªa diversa.
Quien viaje a una ciudad catalana, gallega o vasca ver¨¢ en castellano pr¨¢cticamente toda la prensa, la radio, la televisi¨®n, las carteleras, oir¨¢ a su alrededor el castellano constantemente. El castellano no peligra ah¨ª, lo que corre peligro de desaparici¨®n son esas otras lenguas tambi¨¦n espa?olas que est¨¢n en circunstancias adversas y se enfrentan a una inercia hist¨®rica poderos¨ªsima. ?sos son los hablantes que ven desaparecer sus lenguas.
Hay actuaciones concretas equivocadas en educaci¨®n o pol¨ªtica de lenguas, tanto por parte de las Administraciones auton¨®micas como de la central. Pero el cuento de la persecuci¨®n del castellano es la misma f¨¢bula que la de los jud¨ªos o los gitanos que asesinan ni?os; circula bien porque responde a nuestros miedos, en este caso, el miedo del monoling¨¹e al biling¨¹e. Es una f¨¢bula xen¨®foba, y es xenofobia lo que se hace con las otras lenguas oficiales, se las mantiene ocultas y se busca su desaparici¨®n. Se practica la insidia cuando se engrandece cada caso de monoling¨¹e que viviendo en una comunidad biling¨¹e protesta porque a su hijo... Podremos conocernos y reconocernos mutuamente cuando al fin los medios de comunicaci¨®n de ¨¢mbito estatal permitan que hablen los ciudadanos biling¨¹es, que tambi¨¦n son personas y tienen problemas, quejas, derechos lesionados. Incluso tienen hijos, pero nadie les pregunta si a sus hijos...
Desmoraliza definitivamente que un Manifiesto tan faccional, sesgado pol¨ªticamente e irresponsable que utiliza la lengua para dividirnos cuente con tanta simpat¨ªa y complicidad en los medios intelectuales radicados en Madrid; con raz¨®n los promotores se?alan que es muy "transversal" all¨ª. Lamentable tambi¨¦n la minorizaci¨®n y el encerramiento forzado o voluntario de quien lamenta que "no hay intelectuales espa?oles que nos defiendan de estos ataques". Hemos llegado hasta aqu¨ª entre todos, la F¨ªsica ense?a que los vac¨ªos se llenan, unos se refugiaron en ¨¢mbitos particulares, otros no construyeron una idea de Espa?a democr¨¢tica y plural, vemos ahora c¨®mo el nacionalismo monoling¨¹e y xen¨®fobo de siempre ocupa el centro y lo ocupa todo. Y no me extiendo sobre el pasmo que provoca la soberbia de unos intelectuales que se creen due?os de Espa?a y pretenden echarnos a los que no somos como ellos. A lo peor es cierto y Espa?a es suya, Pasqual.
Suso de Toro es escritor.
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