Para la historia de la infamia
La Corte Interamericana de Derechos Humanos admite la denuncia en la que la hijastra de Daniel Ortega le acusa de abusos sexuales durante 20 a?os. En Nicaragua el caso hab¨ªa sido rechazado
El mi¨¦rcoles 16 de julio, decenas de miles de nicarag¨¹enses se manifestaron en las calles de Managua para pedir la renuncia del presidente Daniel Ortega, a quien acusan de estar convirtiendo la fr¨¢gil e imperfecta democracia que vive su pa¨ªs en una dictadura tan corrompida y autoritaria como la que padeci¨® Nicaragua bajo Somoza. La manifestaci¨®n fue convocada por la Coordinadora Civil, que re¨²ne a unas 600 organizaciones c¨ªvicas, partidos y movimientos de todo el espectro pol¨ªtico, muchos independientes, asociaciones feministas e intelectuales.
Es la primera buena noticia que nos llega desde ese desventurado pa¨ªs -el segundo m¨¢s pobre de Am¨¦rica Latina, despu¨¦s de Hait¨ª- desde que, en un acto de verdadero desvar¨ªo colectivo, los electores eligieron el a?o pasado a Daniel Ortega para ocupar la primera magistratura de la naci¨®n, olvidando su catastr¨®fica primera gesti¨®n (1985-1990) y legitimando su pacto mafioso con el ex presidente "liberal" Arnoldo Alem¨¢n, condenado a 20 a?os de c¨¢rcel en el a?o 2003 por haber entrado a saco en las arcas del Estado despilfarrando y robando la vertiginosa suma de 250 millones de d¨®lares. El supuesto reo multimillonario cumple ahora su sentencia en una finca particular, viviendo a cuerpo de rey, recibiendo todas las visitas que le place y viajando a Managua cuando le da la gana a dar consignas a su bancada parlamentaria que, unida a la sandinista, detenta la mayor¨ªa del Congreso. Esta alianza mafiosa y antinatura de una supuesta izquierda y otra supuesta derecha -en verdad, dos bandas gansteriles disfrazadas de partidos pol¨ªticos- ha permitido la desnaturalizaci¨®n de la justicia, sentado las bases de una nueva dictadura, y abierto la puerta para que Daniel Ortega y Arnoldo Alem¨¢n se salgan con la suya y se libren de pagar por los delitos que se les imputan. Los electores que, por ingenuidad, ignorancia o fanatismo, sacramentaron este contubernio est¨¢n ya arrepentidos de su error, pues, seg¨²n las ¨²ltimas encuestas, la popularidad del presidente Ortega ha ca¨ªdo en picada desde que asumi¨® el poder en enero de 2007. Ahora s¨®lo lo respalda un 21% de los nicarag¨¹enses.
La popularidad del presidente Ortega ha ca¨ªdo en picado; ahora s¨®lo le respalda el 21%
El alto tribunal de la OEA es m¨¢s que renuente a condenar a un jefe de Estado en ejercicio
Todav¨ªa es much¨ªsimo si se tiene en cuenta el prontuario del "comandante" Ortega. Resumo la historia de su hijastra Zoilam¨¦rica Narv¨¢ez, tal como aparece en dos publicaciones que me merecen absoluta credibilidad (EL PA?S, de Madrid, 29-06-08, y B¨²squeda, de Montevideo, 5-06-08), pero quien tenga est¨®mago para ello puede leer en Internet el testimonio completo de esta peripecia que parece extra¨ªda de una novela del Marqu¨¦s de Sade.
Zoilam¨¦rica es hija de Rosario Murillo, esposa de Ortega, Coordinadora de los Consejos del Poder Ciudadano y, seg¨²n algunos, el verdadero poder detr¨¢s del trono nicarag¨¹ense. El 22 de mayo de 1998, Zoilam¨¦rica, militante del Frente Sandinista de Liberaci¨®n Nacional, hizo p¨²blico su testimonio contra su padre adoptivo, revelando que, desde la edad de 11 a?os, "fui acosada y abusada sexualmente por Daniel Ortega Saavedra, manteni¨¦ndose estas acciones por casi 20 a?os de mi vida". Las precisiones, detalles y circunstancias del relato de Zoilam¨¦rica son escalofriantes y revelan en su verdugo, acosador y violador, un cinismo y una crueldad poco menos que patol¨®gicas. El v¨ªa crucis de la ni?a comenz¨® en 1979, cuando el revolucionario andaba en la clandestinidad, en Costa Rica. Cada vez que se ausentaba la madre, aquel aprovechaba para "manosearme y tocar mis partes genitales. Hasta hace poco record¨¦ que tambi¨¦n pon¨ªa su pene en mi boca".
El terror y la verg¨¹enza hac¨ªan que la ni?a soportara todo aquello sin denunciarlo a la madre, quien, por lo visto, entregada en cuerpo y alma a la pol¨ªtica, andaba en la luna sobre las malandanzas que protagonizaba su marido a sus espaldas. El "comandante" se met¨ªa al ba?o cuando Zoilam¨¦rica estaba duch¨¢ndose y se masturbaba mir¨¢ndola y acariciando sus ropas. En las noches, se introduc¨ªa en el cuarto que la ni?a compart¨ªa con su hermano Rafael, "proced¨ªa a separarme parte de la cobija de mi cuerpo, continuaba con manoseos y luego conclu¨ªa masturb¨¢ndose. Me dec¨ªa que no hiciera bulla para no despertar a Rafael... y me dec¨ªa: '?Ya ver¨¢s que con el tiempo esto te va a gustar!".
Cuando los sandinistas derrocaron a Anastasio Somoza en 1979, la familia Ortega Murillo se traslad¨® a Managua. All¨¢ le asignaron a Zoilam¨¦rica un cuarto para ella sola. Fue, dice, una pesadilla todav¨ªa peor. En las noches, el comandante se deslizaba en la cama de la ni?a de 12 a?os y se refocilaba a su gusto. Ella comenz¨® a padecer "escalofr¨ªos, n¨¢useas y temblores de quijada". Viv¨ªa con una sensaci¨®n de p¨¢nico constante, por los abusos de que era objeto, y por la perspectiva de que todo aquello se supiera y se convirtiera en el centro de un gran esc¨¢ndalo. Rob¨¢ndole tiempo a sus responsabilidades de gobierno, el "comandante" aparec¨ªa de pronto en la casa a las horas que sab¨ªa que Zoilam¨¦rica estaba sola y le exig¨ªa que participara en sus juegos sexuales: "Me indicaba que me moviera, que as¨ª sentir¨ªa rico. 'Te gusta, ?verdad?', me dec¨ªa, mientras yo permanec¨ªa en absoluto silencio sin tener fuerzas para gritar ni llamar a mi mam¨¢. El miedo no me dejaba. Sent¨ªa en la garganta resequedad, atorada y con temblores. Su contacto me transmit¨ªa intensos fr¨ªos y malestares, me provocaba asco y me cre¨ªa sucia, muy sucia, pues sent¨ªa que un hombre al que rechazaba me ensuciaba toda. Comenc¨¦ a ba?arme muchas veces durante el d¨ªa, para lavarme la suciedad".
Las audacias del "comandante" se incrementaron con el tiempo. Obligaba a su hijastra a que viera con ¨¦l pel¨ªculas pornogr¨¢ficas y le mostraba revistas er¨®ticas, como Playboy. Un d¨ªa se apareci¨® en la casa con un vibrador que pretendi¨® que Zoilam¨¦rica usara, pero el aparato no funcion¨®. El a?o 1982, la viol¨®, tirada en la alfombra de su cuarto. "Llor¨¦ y sent¨ª n¨¢useas. ?l eyacul¨® sobre mi cuerpo para no correr riesgos de embarazos y as¨ª continu¨® haci¨¦ndolo repetidas veces: mi boca, mis piernas y mis pechos fueron las zonas donde m¨¢s acostumbraba echar su semen, pese a mi asco y repugnancia. Desde entonces, para m¨ª la vida tuvo un significado doloroso. Las noches fueron mucho m¨¢s temerarias, sus pasos los escuchaba en el pasillo con su uniforme militar; recuerdo clarito el verde olivo y los laureles bordados en su uniforme".
El testimonio sigue as¨ª, muchas p¨¢ginas m¨¢s, con infinidad de pormenores en los que es dif¨ªcil determinar si es peor la cobard¨ªa del todopoderoso mandatario "revolucionario" que mantuvo por 20 a?os de su vida a su hijastra convertida en su esclava sexual o la villan¨ªa del aparato militar y pol¨ªtico a su servicio que amparaba aquellos abusos impidiendo que la joven denunciara a su verdugo.
Cuando el esc¨¢ndalo estall¨®, la se?ora Rosario Murillo tom¨® la defensa de su marido y acus¨® a su hija de complotar con los enemigos del sandinismo. Hace algunos a?os, en 2004 -urgencias de la pol¨ªtica-, la esposa del "comandante" represent¨® en una radio una reconciliaci¨®n con su hija, la cual, sin embargo, mantuvo todas las acusaciones contra su padre adoptivo. Pero ¨¦ste ya hab¨ªa tomado todas las providencias debidas para burlar a la justicia. El Juzgado Primero del Crimen de Managua, a cargo de la guerrillera Juana M¨¦ndez, fiel militante sandinista, sobresey¨® el caso. Ante la recusaci¨®n de la denunciante, la titular del Juzgado Segundo del Distrito del Crimen de Managua, Ileana P¨¦rez, otra probada sandinista, necesit¨® s¨®lo un d¨ªa para rechazar el expediente. Pero la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha admitido el caso contra el Estado de Nicaragua por "denegaci¨®n de justicia". ?Prosperar¨¢ all¨ª la acusaci¨®n contra el "comandante" violador, incestuoso y ped¨®filo? A juzgar por la lentitud geol¨®gica con la que los jueces examinan el caso, se dir¨ªa que el alto tribunal de la OEA es m¨¢s que renuente a condenar a un jefe de Estado en ejercicio, y, adem¨¢s, progresista y revolucionario.
Eso es tambi¨¦n Am¨¦rica Latina todav¨ªa, por desgracia. No s¨®lo eso, felizmente. Hay otra realidad latinoamericana que va dejando atr¨¢s estos extremos de brutalidad y de barbarie, donde la justicia ya comienza a ser digna de ese nombre y donde una mujer no puede ser atropellada y abusada a lo largo de dos d¨¦cadas por un mat¨®n con pistolas y uniforme verde olivo sin que los jueces act¨²en en defensa de la v¨ªctima. En la propia Nicaragua, muchos sandinistas decentes, como los hermanos Mej¨ªa Godoy -que han prohibido a Ortega utilizar sus canciones revolucionarias-, han pasado a militar contra el nuevo d¨¦spota y sus desafueros, a la vez que muchas agrupaciones feministas tomaban la defensa de Zoilam¨¦rica. Pero que alguien capaz de haber cometido semejantes iniquidades se halle de nuevo en el poder, ungido por los votos de sus conciudadanos, en vez de estar pudri¨¦ndose en una c¨¢rcel, dice leguas sobre lo mucho que le falta a¨²n a la tierra de Rub¨¦n Dar¨ªo y de Sandino para salir de ese pozo de horror y verg¨¹enza que llamamos subdesarrollo.
? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario EL PA?S, SL, 2008. ? Mario Vargas Llosa, 2008.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.