Trist¨¢n e Isolda van al cine
El mito de Trist¨¢n e Isolda se manifiesta en la historia de Bayreuth con diferentes im¨¢genes. La abstracta y luminosa de Wieland Wagner en los cincuenta, la expresionista de Heiner M¨¹ller en los noventa, la dom¨¦stica de Christoph Marthaler ahora. Ha evolucionado la producci¨®n del director suizo, con escenograf¨ªa y vestuario de Anna Viebrock, desde su presentaci¨®n en 2005. Ahora todo es m¨¢s coherente, m¨¢s depurado y m¨¢s en el estilo ling¨¹¨ªstico inconfundible de Marthaler.
El p¨²blico la rechaz¨® hace tres a?os y ahora convive con ella. Es curioso. A Verdi le censuraron el estreno de La Traviata porque quer¨ªa que gente en el escenario vistiese igual que en el patio de butacas. Eran tiempos en que se iba a la ¨®pera a so?ar y lo que se deb¨ªa ver en escena era a personajes hist¨®ricos o mitol¨®gicos, a ser posible h¨¦roes. Marthaler ambienta Trist¨¢n e Isolda en el patio de butacas de un cine al que ha quitado las butacas -lo mismo hizo con su Traviata de Par¨ªs- con lo que propone una inversi¨®n de la mirada. Los personajes de la ¨®pera vestidos con los tics horteras de clase media baja por Viebrock hacen de espectadores y ven a los espectadores de verdad vestidos de lujo para asistir a la ¨®pera.
?D¨®nde termina la vida y d¨®nde empieza el teatro? O es el mundo al rev¨¦s, o se ha producido un cambio sustancial de perspectiva. No le demos m¨¢s vueltas, es m¨¢s bien lo segundo. Porque los temas de la oscuridad como vida y la luz de Trist¨¢n e Isolda se mantienen en el an¨¢lisis de Marthaler, aunque sea a base de encender y apagar interruptores. O el de la realidad y la locura, con los elixires del amor y la muerte, materializado en el orden o desorden de unas sillas, e implicando a Kurwenal a apurar el vaso del filtro de amor para explicar as¨ª su entrega hasta el final. La direcci¨®n de actores es magistral y la lectura es de una profunda amargura por lo cercano de los personajes y su romanticismo distante y esc¨¦ptico.
Lleva Peter Schneider dirigiendo, unos a?os s¨ª y otros no, en Bayreuth desde 1981. El oficio que tiene y la seguridad que transmite se perciben en los momentos decisivos. Acent¨²a cuando debe hacerlo, se emplea a tope en los momentos que la ¨®pera lo necesita. El tenor Robert Dean Smith hace un tercer acto espl¨¦ndido como Trist¨¢n, en la frontera de lo posible con su lirismo de buena ley. La fuerza y el temperamento vienen de Ir¨¦ne Theorin, una Isolda que se anunci¨® afectada de la garganta y sin embargo arras¨® con una interpretaci¨®n al l¨ªmite. Magn¨ªficos en la construcci¨®n de sus personajes Jukka Rasilainen como Kurwenal y Michelle Breedt como Brang?ne. La representaci¨®n fue un ¨¦xito y se vio jalonada por 10 minutos de aclamaciones. A todos y a todas, que dir¨ªan los pol¨ªticos.
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