Asesinos al volante
El pasado viernes, justo al d¨ªa siguiente de conocerse la noticia de la puesta en libertad de Farruquito, uno de los mejores amigos de mi hijo, Adri¨¢n, un chaval que iba a cumplir los 15, mor¨ªa atropellado por un salvaje homicida que circulaba a toda velocidad y sin permiso de conducir por las calles de un peque?o pueblo de Toledo de apenas 500 habitantes.
Por la jurisprudencia del caso citado, cabe suponer (que no esperar) que la condena real para el asesino de Adri¨¢n acabe siendo de unos dos a?os, tras los cuales este individuo te¨®ricamente habr¨ªa "pagado su deuda" por el delito cometido. Quiz¨¢s sea esto lo que dicte la ley, pero el sentido com¨²n de la mayor¨ªa nos dice que agresiones de esta naturaleza no se pueden saldar con una condena tan exigua.
Por todo ello, es preciso que pol¨ªticos y jueces se pongan de una vez por todas a trabajar para cambiar las leyes. Para retirar de la sociedad durante muchos a?os a irresponsables y psic¨®patas que (tan a menudo ya) se escudan tras un volante para matar. Para intentar aplacar la rabia de mi hijo que no entiende que en casos como ¨¦ste la justicia sea tan injusta. Pero, sobre todo, por respeto a la dignidad de la familia y la memoria de nuestro querido Adri¨¢n.
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