Turqu¨ªa, entre dos fuegos
En mitad de un fuego cruzado que se reaviva por momentos, la vida pol¨ªtica de Turqu¨ªa parece acelerarse a un ritmo que suscita una creciente preocupaci¨®n por su estabilidad y evoluci¨®n. El mes de julio comenzaba con el alegato final del fiscal jefe del Tribunal Constitucional contra el partido gobernante -lo que puede desembocar en su inmediata ilegalizaci¨®n- y con una operaci¨®n policial que llev¨® a la detenci¨®n de 25 significados prohombres de la milicia, la prensa y la econom¨ªa turcas, aparentemente implicados en un intento de golpe de Estado. Termina ahora con el doble atentado terrorista de Estambul, precedido del bombardeo a¨¦reo contra zonas kurdas. Demasiadas malas noticias para un Gobierno y una sociedad que siguen apostando por la reforma de su anquilosado sistema pol¨ªtico y que a¨²n contin¨²an aspirando a formar parte del exclusivista club comunitario.
El kemalismo autoritario ha lanzado una ofensiva en todos los frentes contra la democracia
Laicismo no es siempre sin¨®nimo de democracia en el mundo musulm¨¢n
La primera referencia mencionada acapara desde hace meses la agenda nacional turca. Una formaci¨®n pol¨ªtica, el Partido Justicia y Desarrollo (AKP), que lidera el Gobierno desde 2002 y que acaba de revalidar su poder con un amplio respaldo popular (2007), se ve acosada por una confluencia de actores empe?ados en preservar a toda costa el legado del padre fundador de la Turqu¨ªa moderna, Mustafa Kemal Atat¨¹rk. Los interesados (en una confusa mezcla en la que proliferan militares y empresarios) en mantener un statu quo formalmente laico y modernizador que sirve a sus privilegios acusan al AKP de tener un programa oculto que pretende arrojar por el precipicio al pa¨ªs y a su historia moderna. Olvidan que ya hace tiempo que qued¨® claro que el modelo kemalista no resuelve los problemas de los 70 millones de turcos que aspiran a una vida mejor. Tambi¨¦n ignoran que es precisamente este partido, aunque todav¨ªa le queden asignaturas pendientes por aprobar, el que ha llevado a cabo las m¨¢s profundas reformas sociales, pol¨ªticas y econ¨®micas de los ¨²ltimos setenta a?os, intentando adaptar a Turqu¨ªa al mundo de hoy y posibilitando que la puerta de Bruselas pueda abrirse alg¨²n d¨ªa.
Por el contrario, estos sectores prefieren aferrarse al mantra de la "guerra contra el terror", que percibe al islam como una amenaza frontal, sin pararse a pensar ni en los fracasos acumulados por ellos mismos, ni en la n¨ªtida apuesta que han hecho los votantes turcos por la opci¨®n que hoy lideran Abdulla G¨¹l y Recep Tayyip Erdogan. No se trata tanto de idealizar a quienes se definen a s¨ª mismos como conservadores isl¨¢micos (a la manera de la democracia cristiana europea), como de constatar que cuentan con mayor apoyo social que ning¨²n otro grupo, que hasta ahora han dado sobra-
das muestras de aceptar el juego democr¨¢tico y que tienen una decidida voluntad por atender a las necesidades del conjunto de la poblaci¨®n.
Es bastante probable que el proceso de ilegalizaci¨®n en marcha termine con la suspensi¨®n del partido gobernante y la prohibici¨®n de ejercer cargos p¨²blicos a sus principales l¨ªderes durante cinco a?os. Tambi¨¦n lo es que ese mismo partido aparezca pronto con otro nombre y que adelante las elecciones para intentar, convertidos sus dirigentes para la ocasi¨®n en candidatos independientes, revalidar nuevamente el mandato popular. En esas condiciones, el rumbo de confrontaci¨®n directa con el AKP por el que han optado los que siguen anclados en sus privilegios (que utilizan el modelo kemalista como escudo protector que apenas esconde su falta de voluntad para aceptar cualquier reforma sustancial que cuestione su centralidad en la vida nacional) no es bueno para Turqu¨ªa ni para la estabilidad en la zona.
En paralelo a este proceso, la operaci¨®n policial (con unos 6.000 efectivos movilizados) que ha llevado a la detenci¨®n, entre otros, de dos generales (retirados), el redactor jefe del diario Cumhuriyet y el presidente de la C¨¢mara de Comercio de Ankara, a?ade m¨¢s le?a al fuego. Algunos intentan presentar lo que se ha venido en llamar el caso Ergenekon como una venganza del AKP contra quienes quieren ilegalizarlo, olvidando tal vez que lo ocurrido responde a una iniciativa del sistema judicial (precisamente el mismo que est¨¢ promoviendo la ilegalizaci¨®n del partido gobernante). Para otros, por el contrario, se trata de la guinda que corona un pastel netamente golpista, demasiado habitual por desgracia en la historia turca. No hace falta remontarse a la tradici¨®n de unas fuerzas armadas autoinvestidas del papel de garantes ¨²ltimos de la laicidad kemalista (como si no fuesen, igualmente, un actor econ¨®mico de primer nivel y un coto de prerrogativas sin igual en la sociedad turca); basta con repasar estos ¨²ltimos cinco a?os para rastrear la sombra de la duda razonable sobre su implicaci¨®n en diferentes intentos de subvertir el orden legal y evitar su p¨¦rdida de protagonismo.
Tras intentos de golpe como los denominados Sarikiz y Ayisigi, ahora Ergenekon planteaba algo m¨¢s ambicioso, buscando justificar el golpe como respuesta a actos de violencia extrema cometidos por sus mismos promotores. El plan comenz¨® a quebrarse a partir de las detenciones efectuadas en Estambul el 12 de junio de 2007 y las filtraciones del diario personal del general ?zden ?rnek. Ahora se ha llegado a la imputaci¨®n directa de pertenencia a banda terrorista de la mayor¨ªa de los detenidos (quedan pendientes, seguramente por poco tiempo, los dos generales mencionados).
Para quienes observamos desde la Uni¨®n Europea el muy delicado proceso que se viene desarrollando en Turqu¨ªa, interesa desprenderse de algunos estereotipos para interpretar correctamente lo que all¨ª sucede. El principal de ellos es el que nos lleva a pensar que, siempre y en todo lugar, laicismo es sin¨®nimo de modernidad y progresismo y que, por el contrario, religi¨®n lo es de retroceso y error. En Turqu¨ªa, como en general en el resto del mundo musulm¨¢n, la historia de las ¨²ltimas d¨¦cadas nos obliga a concluir que los laicos (sean mon¨¢rquicos o republicanos) que ocupan el poder en la pr¨¢ctica totalidad de estos pa¨ªses no son precisamente los mejores defensores de la democracia y el Estado de derecho. Puede que Erdogan y sus correligionarios no sean la soluci¨®n ideal para los problemas turcos, pero menos dudas ofrece saber que quienes se envuelven en la bandera alzada un d¨ªa por Atat¨¹rk no est¨¢n dispuestos a renunciar a un modelo que les garantiza prebendas y poder originalmente ilimitado.
Mientras tanto, Turqu¨ªa se aleja de la Uni¨®n Europea, sumida en problemas con suficiente calado como para desestabilizar su futuro, y algunos, con Par¨ªs en primer t¨¦rmino, aprovechan inmediatamente para marcar distancias con quien nunca han querido ver dentro del club. ?D¨®nde est¨¢n los mensajes de Bruselas o de alguno de los Veintisiete en apoyo a un Gobierno legal y a un pa¨ªs que nos interesa, y mucho, incorporar a nuestro espacio comunitario?
Jes¨²s A. N¨²?ez Villaverde es codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acci¨®n Humanitaria (IECAH).
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