El amor muri¨® en la selva
Al drama del secuestro se a?ade muchas veces el final de la relaci¨®n de pareja de las v¨ªctimas - El trauma cambia los roles - La soledad y los chismes agrandan la brecha
"Se llevaron a un hombre y me devolvieron otro", afirm¨®, con un deje de dolor, Lucy de G¨¦chen, el d¨ªa que anunci¨® el divorcio de su esposo Jorge Eduardo. Hab¨ªan pasado apenas cuatro meses desde que ¨¦l, con 20 kilos menos, encanecido y con aspecto de tener muchos a?os m¨¢s de los que realmente ten¨ªa, hab¨ªa recuperado la libertad despu¨¦s de seis a?os de permanecer secuestrado por la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). "Se enamor¨® de otra", agreg¨® sentida Lucy, como si recordara el largo tiempo que esper¨® a su hombre.
Rojas: "Las familias est¨¢n en el mismo ambiente. Y una tuvo otra vivencia"
La v¨ªctima lo mismo descubre en el otro, antes dependiente, un h¨¢bil negociador
"Pensar en la familia les debilita. En el cautiverio deben recanalizar el amor"
No es un caso aislado. Los secuestros, todos ellos, causan un efecto emocional enorme. Tan grande, que los sentimientos cambian. Y se transforman en el que est¨¢ all¨¢, aislado, humillado y en el que se queda so?ando en el abrazo de bienvenida. El 48% de las parejas acepta que la dolorosa experiencia ha golpeado sus relaciones, aseguran en Pa¨ªs Libre, fundaci¨®n que trata de descifrar las m¨¢s profundas huellas que deja el secuestro que en Colombia prolifera con las FARC, el narcotr¨¢fico y la delincuencia com¨²n. Lo dijo Jorge Eduardo G¨¦chen en comunicado p¨²blico: "Nuestra separaci¨®n es una de las secuelas que nos han dejado esos seis a?os de profundo sufrimiento".
En Colombia, para nadie pas¨® inadvertida la frialdad, la indiferencia con que Ingrid Betancourt salud¨® a Juan Carlos Lecompte, su segundo esposo, al llegar a Bogot¨¢ tras su rescate el pasado 2 de julio. Ella viaj¨® un d¨ªa despu¨¦s a Par¨ªs; ¨¦l se qued¨® en Bogot¨¢. Para frenar los rumores y las conjeturas, Lecompte dio la cara. En una entrevista con el diario El Tiempo abri¨® su alma. "Esperaba un abrazo fuerte", dijo. "El amor por m¨ª pudo hab¨¦rsele acabado en la selva". Y asegur¨® que los chismes sobre las supuestas relaciones que ¨¦l tuvo, pudieron llevar a este fr¨ªo encuentro.
La directora de Pa¨ªs Libre, Olga Luc¨ªa G¨®mez, explica gr¨¢ficamente lo que ocurre. "Es una pel¨ªcula de v¨ªdeo; alguien da al pause, la detiene y se mete en otro mundo. En el momento de regresar desea que al pulsar de nuevo el pause siga rodando la misma pel¨ªcula; pero resulta que ya no es la misma". Igual proceso viven las familias. "Volver a combinar ese c¨²mulo de vivencias y sentimientos, ponerlos en una sola v¨ªa, es un tema muy complejo", asegura esta psic¨®loga.
Los chismes sobre lo que ocurre aqu¨ª y all¨¢, figuran en la lista de los factores que inciden para que el anhelado reencuentro no funcione. Hay m¨¢s. En las interminables horas de soledad hay tiempo para revisar, para evaluar cada expresi¨®n de la relaci¨®n. A veces esa reevaluaci¨®n no coincide. Y est¨¢ el cambio de roles. El hombre vuelve y encuentra a su mujer -antes t¨ªmida, dependiente-, convertida en h¨¢bil negociante, desenvuelta en escenarios p¨²blicos pues asumi¨®, en su ausencia, la bandera contra el secuestro, el manejo del dinero...
El choque se produce tambi¨¦n con los hijos. El de uno de los que a¨²n permanece en la selva confes¨® hace poco: "No s¨¦ si voy a aceptar que mi pap¨¢ me rega?e cuando regrese". Se lo llevaron cuando ¨¦l era un colegial de nueve a?os. Hoy es un aventajado universitario. Pero para otros el impacto resulta a¨²n mayor: regresan y un ni?o al que jam¨¢s han visto, se les cuelga al cuello y los llama pap¨¢. Sus mujeres estaban embarazadas cuando a ellos les partieron en dos la vida.
Clara Rojas, secuestrada con Ingrid Betancourt a comienzos de 2002, asegura que retomar el hilo de la "novela en pausa", es m¨¢s f¨¢cil para el secuestrado. "Las familias cambian pero est¨¢n en el mismo ambiente. Sin embargo, uno tuvo una vivencia totalmente diferente, dif¨ªcil de explicar y lograr que, con la ¨®ptica de aqu¨ª, se entienda".
Su experiencia fue especialmente dram¨¢tica. A los dos a?os de estar all¨¢ supo que estaba embarazada de un guerrillero. Siempre hab¨ªa querido ser madre. En ese momento ten¨ªa 40 a?os y pens¨¦: '?Qu¨¦ tal que despu¨¦s no se me presente la oportunidad?'. Por eso no me plante¨¦ como opci¨®n abortar; decid¨ª pelear por mi hijo", cuenta mientras acaricia la pulsera llena de figuras de v¨ªrgenes, que le regal¨® hace poco uno de sus hermanos. Y fue una decisi¨®n dif¨ªcil de explicar a quienes compart¨ªan con ella una c¨¢rcel alambrada en medio de la selva. "Sobre todo los hombres estaban inquietos, muy preocupados. Yo les dije: 'Como ninguno de ustedes es el pap¨¢, tranquilos, no es problema de ustedes'. Y tom¨¦ el control de mi situaci¨®n".
Hoy Clara, como dice ella misma, "se est¨¢ reinventando". Se dedica a escribir un libro sobre su dura experiencia. El resto del tiempo lo dedica a consentir al amor que naci¨® all¨¢. Emmanuel de cuatro a?os, ojos grandes, negros y un flequillo lacio sobre su frente. "Uno cambia, se vuelve m¨¢s pr¨¢ctico, menos apasionado. Me pregunto, entre otras cosas, si tendr¨¦ la capacidad de volverme a enamorar...". Lo dice como si pesara cada palabra, en medio de una t¨ªmida sonrisa. Trata de hablar lo m¨ªnimo. Cree que es la manera de "cicatrizar heridas".
"En el secuestro se tiene que construir otra vida. Tiene que tener alg¨²n sentido, alg¨²n significado lo que se hace all¨¢", afirma, enf¨¢tica, Olga Luc¨ªa G¨®mez. Mientras fuma, cuenta que muchos encapsulan los sentimientos, los bloquean -"si piensan mucho en su familia se debilitan"-, y concentran toda su energ¨ªa en sobrevivir, en enfrentar el presente. "En las experiencias l¨ªmite si no canalizan los sentimientos de amor hacia algo o alguien hay menos posibilidad de vivir...".
Y ese amor se canaliza, a veces, hacia un compa?ero de pesadilla. Una ex secuestrada confes¨® a este peri¨®dico que tuvo opciones de enredarse con rehenes como ella, pero las desech¨®. "Todos eran hombres casados y una no sab¨ªa si realmente har¨ªan esfuerzos por cambiar su vida cuando regresaran". Ella no quer¨ªa sumar otro dolor a su calvario. Hoy se alegra. Algunos de sus compa?eros "no visualizaron la encrucijada que les esperaba al recobrar la libertad y hoy sufren ante un nuevo dilema".
Esos amores que nacen en medio del secuestro, casi nunca sobreviven. Perduran fuertes lazos de lealtad, se desdibuja el enamoramiento. Dary Luc¨ªa Nieto, psic¨®loga de Pa¨ªs Libre, habla de otras relaciones que se dan en el marco de la supervivencia, que son dif¨ªciles de curar. Las de afecto, de agradecimiento, por los captores que tuvieron m¨ªnimos gestos de humanidad. Una mujer, cuenta, lloraba y extra?aba al guerrillero que, en medio de las marchas eternas por la selva, se la echaba al hombro cuando ella ten¨ªa los pies llenos de ampollas.
El tiempo de separaci¨®n impuesto por el secuestro a las parejas se convierte en una suerte de interinidad afectiva, injusta de lado y lado. Las esposas de los 11 diputados asesinados por las FARC tras seis a?os de cautiverio, varias j¨®venes y hermosas, pintaban as¨ª su condici¨®n durante ese largo tiempo de espera: "No somos ni viudas, ni separadas, ni casadas...". Muchos ojos est¨¢n pendientes de los movimientos de quien se queda. Las censuras llueven con el m¨¢s inocente gesto de coqueter¨ªa con el sexo opuesto. Hay suegras que se convierten en vigilantes de la fidelidad de sus yernos y nueras; piensan que siguen su vida demasiado a su aire.
Pero tambi¨¦n hay secuestrados que no tienen opci¨®n de intentar el reencuentro. Uno de los 11 soldados que regres¨® a la vida junto con Ingrid Betancourt, encontr¨® que su mujer ya ten¨ªa hogar con otro... Y le ocurri¨® tambi¨¦n al hoy ex canciller Fernando Araujo, al que se llevaron cuando estaba estrenando segundo matrimonio con una mujer bastante menor. Al poco tiempo empez¨® a extra?ar los mensajes radiales de ella -en Colombia hay programas dedicados a enviar mensajes a secuestrados- , pregunt¨® a sus captores buscando respuestas al silencio. Pero s¨®lo cuando regres¨® seis a?os despu¨¦s confirm¨® lo que se hab¨ªa negado a aceptar: ella era feliz al lado de su nuevo esposo y su peque?o hijo. Hoy el ex canciller tambi¨¦n reencontr¨® el amor. Como dice Olga Luc¨ªa G¨®mez, el secuestro, que se vive y se asimila luego, de diferente manera, a veces se puede olvidar, pero siempre deja huellas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.