Siempre humanos
Una ma?ana de finales del a?o 2003, durante el trabajo de investigaci¨®n para un reportaje sobre las FARC, me enter¨¦ -casi por casualidad- del nacimiento de un beb¨¦ en la selva amaz¨®nica colombiana. La criatura hab¨ªa nacido en las precarias condiciones de un campamento guerrillero, mediante una ces¨¢rea y en medio de operaciones militares. A esta noticia se sum¨®, segundos despu¨¦s, otra a¨²n m¨¢s asombrosa: la madre era Clara Rojas, quien a esas alturas completaba casi tres a?os en poder de los insurgentes, y el padre era un joven guerrillero que ejerc¨ªa de carcelero de los rehenes.
La repentina revelaci¨®n de este episodio no s¨®lo despert¨® en m¨ªs incontenibles instintos period¨ªsticos (aplacados solamente tras la publicaci¨®n de un libro, un a?o m¨¢s tarde), sino que me condujo por laber¨ªnticas reflexiones sobre el tema del amor en los tiempos de la guerra y los misterios de la condici¨®n humana, especialmente cuando ¨¦sta se ve expuesta a situaciones extremas.
Tras conocer los primeros datos, me puse en la tarea de investigar a fondo la historia, al tiempo que me iba llenando de preguntas sobre los por qu¨¦ de aquel suceso. La mayor¨ªa de las personas que consult¨¦ sobre el tema coincid¨ªan en que la situaci¨®n hab¨ªa sido fruto esencialmente del estado de vulnerabilidad en que se encontraba Clara. Otros, m¨¢s suspicaces, insinuaban que hab¨ªa buscado el embarazo como un posible camino hacia su libertad, pues era inconcebible que la guerrilla le dejara tener su beb¨¦ en la selva. Y hubo quien opin¨® que Clara sencillamente hab¨ªa decidido ser madre, en vista de que rondaba los 40 a?os y su destino era incierto.
Sin embargo, me faltaba una explicaci¨®n, que lleg¨® un par de meses despu¨¦s, cuando viaj¨¦ al campamento de Ra¨²l Reyes, el l¨ªder insurgente muerto el pasado 1 de marzo, donde obtuve la confirmaci¨®n "oficial" del nacimiento del ni?o. "No veo cu¨¢l es su asombro. Para m¨ª es un hecho absolutamente normal -me dijo Reyes-. Ella es una mujer y ¨¦l es un hombre, conviven en el mismo espacio todos los d¨ªas... Lo raro es que hubiera nacido un beb¨¦ de la relaci¨®n entre dos hombres o entre dos mujeres".
Pese a la crudeza con que fueron pronunciadas aquellas palabras, me pareci¨® que en ellas se resum¨ªa la esencia del asunto: a¨²n en las condiciones m¨¢s extremas, en las peores adversidades, los seres humanos seguiremos siendo eso, seres humanos, con toda la carga de sentimientos y emociones que llevamos incorporados desde nuestra llegada al mundo hasta nuestra muerte.
Es por eso que leo y oigo con enorme sospecha la avalancha de rumores y comentarios surgidos a ra¨ªz de las noticias sobre las parejas que se rompen como consecuencia del secuestro, o sobre los romances que han florecido en medio de la tupida vegetaci¨®n de la jungla, entre hamacas y cadenas y noches de luna llena.
Creo que tanta especulaci¨®n tiene un fuerte componente morboso, un vouyerismo indisimulable que busca b¨¢sicamente la satisfacci¨®n de una enfermiza curiosidad del p¨²blico, ¨¢vido de romper su tediosa rutina.
El amor, aun en los tiempos del secuestro, sigue siendo parte esencial de la condici¨®n humana. Tanto cuando se rompe como cuando nace. Lo raro ser¨ªa que se esfumara de los corazones de las v¨ªctimas o de los victimarios.
Jorge Enrique Botero es escritor y periodista colombiano
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