"No puedo dejar de pensar en ellos"
Zerain, uno de los 'himalayistas' m¨¢s r¨¢pidos, se cruz¨® con los escaladores tras abrir la ruta
El alpinismo tiene sus axiomas, como entender que, en la monta?a, velocidad es sin¨®nimo de seguridad. Cuanto m¨¢s tiempo permanezca un individuo expuesto a los peligros de la monta?a, mayores son las posibilidades de un accidente. Es algo que conviene no perder jam¨¢s de vista.
Esta sencilla aseveraci¨®n explica por qu¨¦ no se puede hablar exactamente de fortuna para explicar que Alberto Zerain siga vivo tras esquivar una de las mayores tragedias que han sacudido el K2 en particular y el himalayismo en general. Zerain, de 47 a?os, no ha fallecido porque es uno de los himalayistas m¨¢s fuertes y r¨¢pidos que existen. Su capacidad gen¨¦tica para aclimatarse a la altura es digna de un sherpa; su m¨¦todo de entrenamiento, la valoraci¨®n de sus retos, el cuidado del detalle, remiten a la preparaci¨®n de un maratoniano de ¨¦lite... Un gesto de responsabilidad para alguien que no vive de la monta?a, pero s¨ª para la monta?a. Estas virtudes explican por qu¨¦ cuando el desprendimiento que barri¨® el cuello de botella del K2 Zerain se encontraba ya lejos de la temible zona. Parad¨®jicamente, nadie hab¨ªa trabajado m¨¢s y mejor que ¨¦l en el K2. Seguramente, porque no hab¨ªa nadie tan preparado.
El alav¨¦s Alberto Zerain, perfectamente aclimatado, esper¨® una ventana de buen tiempo para asaltar el K2. No lanz¨® su ataque desde el campo 4, a 8.000 metros de altura. Sobrado de fuerzas, abandon¨® su tienda del campo 3 (a 7.350 metros) a las diez de la noche del pasado 31 de julio. A medianoche alcanz¨® el campo 4, donde esperaba la colaboraci¨®n del resto de alpinistas para abrir huella y fijar cuerda en el t¨¦cnico y comprometido paso del cuello de botella. Zerain esper¨® hora y media a la intemperie: nadie sal¨ªa de sus tiendas. Al amanecer, coloc¨® cuerda fija en las pendientes heladas del cuello de botella, posiblemente el paso m¨¢s t¨¦cnico de la ruta normal del K2. Zerain abri¨® el paso, sin ayuda, a todos los que viajaban tras ¨¦l.
"Todos los problemas que presentaba la ruta los he abierto yo. Primero el cuello de botella y luego la huella hasta la cumbre", explicaba ayer Zerain, que se qued¨® a solas, esperando a que apareciese el sherpa al que hab¨ªa confiado su c¨¢mara. Dos horas despu¨¦s, el alav¨¦s segu¨ªa esperando sin saber que un escalador serbio acababa de precipitarse al vac¨ªo espantando al resto de alpinistas que viajaban con ¨¦l, haci¨¦ndoles dudar entre seguir o renunciar. Decidieron seguir y, ahora, la mayor¨ªa han muerto.
A las tres de la tarde del 1 de agosto pis¨® la cima del K2, se recre¨® con las vistas y baj¨® a la carrera cruz¨¢ndose con una larga comitiva de escaladores que viajaba en lenta procesi¨®n hacia la cima. "Aunque disfruto de la cumbre, no puedo dejar de pensar en toda esa gente que estaba all¨ª", dijo ayer Zerain. En el K2, como en muchos otros ochomiles, existe otra regla de oro: si no se alcanza la cima en las primeras horas del mediod¨ªa, es preciso dar media vuelta y evitar la oscuridad. Los que pisaron la cima tras Zerain lo hicieron sobre las siete, demasiado tarde. Despu¨¦s se desprendi¨® un trozo del inmenso serac barriendo vidas monta?a abajo.
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