DESMESURA
As¨ª como hay quien comparte con su perro los huevos revueltos del desayuno, el desbordado cantante Pete Doherty invita a pipas de crack a su gatito. Esta noticia fue publicada en el diario ingl¨¦s The Sun y como prueba se exhib¨ªa una borrosa fotograf¨ªa. Que sea verdad o no es lo de menos, lo importante es que, en un t¨ªo como ¨¦l moldeado por el esc¨¢ndalo, la noticia es perfectamente factible. El exceso, que en otro tiempo fue elemento consustancial del rock, anda de capa ca¨ªda en esta era del cereal integral y el poleo-menta, en esta temporada en que guitarristas y cantantes han cambiado el Jack Daniel's por la botellita de agua de mineralizaci¨®n d¨¦bil, recogida directamente del manantial.
Lo cierto es que Pete Doherty, y de paso sus Babyshambles, ser¨ªa menos famoso sin su vida excesiva, sin sus idas y venidas ante el juez. Con Amy Winehouse sucede lo contrario: mientras Doherty es catapultado a la fama por sus excesos, ella los arrastra como una penitencia, basta verla en esas im¨¢genes donde su padre, que es ch¨®fer de taxi, la lleva en el asiento trasero de su veh¨ªculo, llorosa y desgre?ada, a la cl¨ªnica de rehabilitaci¨®n donde, por en¨¦sima vez, tratar¨¢n de liberarla de sus adicciones. Hace unas cuantas semanas, este diario public¨® una noticia que ya debe figurar entre los grandes episodios de la desmesura: Charly Garc¨ªa fue detenido por la polic¨ªa, despu¨¦s de causar severos destrozos en la habitaci¨®n de hotel donde se alojaba; en cuanto los agentes, en nombre de la ley, lo mandaron parar, el m¨²sico argentino les dijo lo siguiente: "Soy Charly Garc¨ªa, tr¨¢iganme un whisky con Rivotril". El Rivotril, para quien no lo sepa, ha desbancado al Prozac y est¨¢ convirti¨¦ndose en la droga legal del siglo XXI. En la frase de Charly hay descaro y mucho cinismo, pero tambi¨¦n tiene gracia pedir ese c¨®ctel explosivo al polic¨ªa que va a arrestarte; se trata de una demanda consecuente con su largo historial de excesos, del que una parte m¨ªnima est¨¢ documentado en YouTube.
Merced a la tiran¨ªa del tel¨¦fono m¨®vil con c¨¢mara, esa m¨¢quina ubicua capaz de perpetuar un instante bochornoso que antes simplemente se hubiera volatilizado, podemos ver a Charly Garc¨ªa arrodillado en la acera, d¨¢ndole consejos a un perro callejero; o brincando a la piscina desde el noveno piso de un hotel; o balbuceando con sangre en la boca porque alguien acaba de tirarle los dientes; un rosario de v¨ªdeos m¨ªnimos y terribles que en estos tiempos de rock con agua de manantial y cuerpo saludable a fuerza de tofu y brotes de soja, regresan al gremio esa viciosa vitalidad que antes fue la regla. No se trata de hacer apolog¨ªa de estos personajes excesivos, sino de conservar el asombro que producen esas perlas cultivadas en el cieno.
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