Territorios de persuasi¨®n
"Somos los hombres huecos / somos los hombres rellenos / apoyados uno en otro / la mollera llena de paja. ?Ay! / Nuestras voces resecas, cuando / susurramos juntos / son tranquilas y sin significado" (Los hombres huecos, 1925). Fueron probablemente estos versos de T. S. Eliot los que inspiraron a Juan Mu?oz para crear sus celebradas Escenas de conversaci¨®n, pobladas de personajes destinados a desvanecerse dentro de un saco de abultados silencios. Para The Waste Land (La tierra bald¨ªa), el artista madrile?o sigui¨® la estela del autor norteamericano en el poema del mismo t¨ªtulo (1922) en cuyos versos las lilas de abril florecen en un paisaje de desolaci¨®n y sequ¨ªa espiritual. Un suelo ¨®ptico que dirige la mirada del espectador hacia una peque?a figura que nos observa desde la pared -un mu?eco de ventr¨ªlocuo- nos habla de la p¨¦rdida, la desintegraci¨®n, la esterilidad y de todas las enfermedades de la civilizaci¨®n moderna. La infamia genera complicidades hasta dejar el mundo reducido a una gran tumba desierta ("Veo multitudes de gente / dando vueltas en c¨ªrculo...", escribi¨® Eliot). Para combatirlas, el artista extrae de su imaginaci¨®n los fermentos de la arquitectura barroca -Francesco Borromini- y el diario de la vida en la muerte de tantos hombres y mujeres para quienes la ¨²ltima salida se encuentra en la memoria colectiva de mitos y leyendas. Tambi¨¦n en el presente -fuera del tiempo- del amor.
Esta pieza, como toda buena obra literaria, resguarda de la ausencia. El arte es un territorio de persuasi¨®n, transfiere todo sentimiento al espacio, rob¨¢ndolo a la vida y dej¨¢ndola a¨²n m¨¢s bald¨ªa. Un imp¨²dico amor hacia la verdad se halla m¨¢s all¨¢ de un suelo medido con una tenaz precisi¨®n. Creemos, aunque la realidad haya sido aniquilada por la violencia. Imaginarla se convierte en un acto de fe, no podemos hacer otra cosa que creer que existe, y eso nos permite recorrer, ilusos, un suelo de lin¨®leo sin perder la certidumbre de que caminamos sobre nuestros zancos.
Al fondo, la voz de la abyecci¨®n y la mentira permanece en silencio. El mu?eco r¨ªe -?una fr¨ªgida y desgarrada imagen del siglo XX?-, un gesto estridente de nuestro malestar sobre el matadero de la historia. El abismo bajo nuestros pies. En esa nada que se abre frente a nuestros ojos, nuestro paso es tan irrefutable como un r¨ªo, el del "manso T¨¢mesis, / que ya no transporta colillas de cigarro / ni otras huellas de noches de verano. / Las ninfas se marcharon". La tierra bald¨ªa es, adem¨¢s del viaje del alma a trav¨¦s del desierto de la ignorancia, el poema m¨¢s clamoroso sobre el derrumbe del ideal de la mujer.
Es probable que al final sepamos qui¨¦nes somos. En cualquier caso, la inclinaci¨®n barroca de Juan Mu?oz por las extravagancias y la magia puede inducirnos a imaginar un paisaje desolado e insondable con un horizonte sin fin, creado por los dioses para transmitirnos el sentido de lo eterno y la armon¨ªa humana que hoy se ha extraviado para siempre en la historia.
Juan Mu?oz. Retrospectiva. Museo Guggenheim. Bilbao. Hasta el 5 de octubre.
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