El gui?o
Si Funny Games, en su primera versi¨®n (la europea), fue una de mis pel¨ªculas favoritas, no ser¨ªa, evidentemente, por ser sumamente desagradable, que lo era. Hab¨ªa en ella algo diferente y que me fascinaba, algo que me situaba, entre la realidad y la ficci¨®n, en ese fr¨¢gil l¨ªmite en el que la conciencia del espectador est¨¢ presente s¨®lo cuando se propone ser cr¨ªtico. Sin pretensiones cr¨ªticas, me hallaba franqueando el umbral de la ficci¨®n sin perder de vista el peligro que supone vivir en vida ajena sentimientos que s¨®lo nos permitimos experimentar cuando perdemos la identidad.
Recordaremos c¨®mo, en el gui?ol, alg¨²n personaje siempre interpelaba a los espectadores inst¨¢ndoles a tomar parte en la historia; de alg¨²n modo ¨¦stos se sent¨ªan, as¨ª, responsables de aquello que iba a ocurrir. Al placer de las emociones diferidas (propio de la representaci¨®n) se a?ad¨ªa el placer del control (propio de los juegos de aprendizaje). Claro que siempre se pon¨ªa uno de parte del "bueno", es decir, de aquel personaje cuyas acciones pod¨ªan justificarse ¨¦ticamente.
Funny Games es un juego perverso. Como en el gui?ol, procura tanto lo uno como lo otro pero, adem¨¢s, nos propone decidir de parte de qui¨¦n nos ponemos, si del "bueno" o si del "malo". "Qu¨¦, ?le est¨¢ gustando, seguimos jugando?", nos pregunta. Y puesto que no nos hemos levantado del asiento, puesto que seguimos estando all¨ª a pesar del espanto, hemos de rendirnos a la evidencia de que, lo queramos o no, estamos en ello, y nos molesta terriblemente reconocer que sentimos placer, aun cuando nos repugna.
La intenci¨®n, impl¨ªcita, de Haneke es denunciar la violencia. Quiere mostrar que no s¨®lo la consentimos sino que nos causa placer verla representada. Pero Haneke se equivoca en una cosa: la causa del placer que experimentamos no es precisamente la violencia, sino ese plus que toda obra de arte le a?ade a la realidad mediante los factores de la representaci¨®n, entre los cuales, en la obra dram¨¢tica, est¨¢ la interpretaci¨®n del actor. Y el personaje de guantes blancos era realmente h¨¢bil; no s¨®lo me hac¨ªa se?as sino que, adem¨¢s, me gui?aba el ojo. De dos ojos, uno, el que parpadeaba, era para m¨ª, me acog¨ªa; el segundo era para los otros. Un simple gesto en el l¨ªmite, un gesto que, adem¨¢s de invitarme a atravesar el umbral de la ficci¨®n, me otorgaba
... ?el qu¨¦? La inteligencia que los otros, amordazados por una educaci¨®n que les esteriliza, ya no tienen, y por la que me permit¨ªa estar de su lado, el lado de los que controlan, los que sobreviven.
Pero, cu¨¢l no fue mi sorpresa cuando, en la segunda versi¨®n (estadounidense) de la pel¨ªcula, comprob¨¦ que, aun siendo id¨¦ntico el gui¨®n, aun siguiendo los nuevos actores, paso por paso, a los primeros, faltaba una cosa, una sola y ¨²nica cosa: el gui?o. Entend¨ª, entonces, que la complicidad es algo muy sutil y que, ciertamente, no basta, para ganarla, con que un muchacho rubio de ojos azules se vuelva hacia la c¨¢mara y nos interpele. Una obra de arte es una obra de arte es una obra de arte; no puede tocarse. ?Tendremos algo que ver en el hecho de que nuestros autores (en este caso, director) degraden sus propias obras? ?Si no comimos el pez en su momento, por qu¨¦ diablos nos comemos ahora su raspa? -
Chantal Maillard (Bruselas, 1951 es autora del libro de poemas Hilos (Tusquets), galardonado este a?o con el Premio de la Cr¨ªtica. Con su anterior libro, Matar a Plat¨®n (Tusquets), obtuvo el Premio Nacional de Literatura.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.