Postales sangrientas
Una de las bromas que Harlan Coben repite con m¨¢s frecuencia cuando viaja al extranjero es que Los Soprano no es un documental. Sentado en el sal¨®n de su casa, una bonita mansi¨®n de 1865 en Ridgewood, pr¨®spero suburbio de Nueva Jersey, el escritor la enuncia de nuevo y sonr¨ªe. A continuaci¨®n, se declara fan de la serie televisiva y se?ala la direcci¨®n que uno deber¨ªa tomar para llegar al Bada Bing, el club de strip-tease en el que el mafioso Tony y su banda pasaban el d¨ªa. "?Recuerdas la tienda que sale en la segunda temporada? ?sa est¨¢ a un par de calles de aqu¨ª", Coben sonr¨ªe de nuevo. Viste bermudas naranjas, mocasines de ante y una camiseta. Es grande, mide cerca de dos metros, y lleva la cabeza rapada. Su aire deportivo aporta desenfado a este sal¨®n de paredes forradas de madera y sof¨¢s con tapicer¨ªa de seda.
"Los di¨¢logos me parecen una de las mejores formas de desarrollar un personaje. La forma en la que uno habla es muy reveladora"
"En esta novela hay un campamento de verano, el KGB y el juicio de una violaci¨®n. Tiro bolas al aire, pero se me dan bien las tramas"
Desde hace a?os subasta los nombres de sus personajes. El dinero, cerca de 50.000 d¨®lares la ¨²ltima vez, lo dona a una organizaci¨®n ben¨¦fica
"Lo m¨¢s importante es hacer un libro irresistible. Es la edad de oro del 'thriller'. Nunca antes se hab¨ªa escrito tanto y tan bien como ahora"
A sus 46 a?os ha publicado 15 novelas y ha vendido millones de ejemplares en todo el mundo. "En Francia mi obra gusta mucho y tambi¨¦n en una docena de pa¨ªses m¨¢s, lugares como Tailandia o Bulgaria. Uno nunca sabe por qu¨¦ pasa esto", afirma. Su g¨¦nero es el negro, el thriller. Pero Coben no habla de conspiraciones pol¨ªticas, ni de plagas, ni de terroristas, ni siquiera de familias mafiosas americanas. En sus libros escribe sobre sus vecinos, sobre la zona norte de Nueva Jersey y los ricos suburbios de c¨¦sped cortado al ras. Lo suyo tiene m¨¢s que ver con Mujeres desesperadas que con Tony Soprano y sus matones. "Esto es el sue?o americano, los dos coches, los 2,4 hijos, la valla de madera alrededor de la casa. Y aqu¨ª es donde a m¨ª me gusta jugar", dice. Un terreno f¨¦rtil por el que Coben se mueve con soltura, salpicando la id¨ªlica postal con asesinatos, misteriosas desapariciones, traiciones, degollamientos y violaciones. Ni siquiera los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la avalancha de ficci¨®n que han generado le han hecho cambiar de rumbo. "Habl¨¦ un poco de ello en La promesa, la novela anterior a El bosque [reci¨¦n editada en Espa?a], pero he tardado bastante. ?sta es una de las zonas que se vieron m¨¢s afectadas por el ataque, es el coraz¨®n de la tragedia. No hay un d¨ªa en que no me cruce con alguna viuda o cr¨ªo que perdi¨® a su esposo o padre en las torres".
En El bosque (RBA), el fiscal del distrito de Essex, el viudo Paul Copeland, se funde en un abrazo con su hija de seis a?os y consigue olvidar por un momento a "los chicos que violan, a las chicas que desaparecen en el bosque, a los asesinos en serie que rebanan gargantas, a los cu?ados que traicionan tu confianza, a los padres en duelo que amenazan a ni?as peque?as". Para acabar de hacerse una idea del argumento de este libro situado en Ridgewood, el mismo pueblo donde el escritor vive, cabr¨ªa a?adir a la fauna de El bosque a un hippie trastornado, madres inmigrantes, curtidos polic¨ªas y abogados despiadados. "S¨ª, en esta novela hay un campamento de verano, el KGB y el juicio de una violaci¨®n. Tiro muchas bolas al aire, pero lo que me gusta es ver que todo cae donde debe. Se me dan bien las tramas". Y no le convence eso de guardarse nada en la manga para el siguiente libro. Aqu¨ª y ahora es la filosof¨ªa que gu¨ªa su trabajo: "Yo cada idea que tengo la meto en la novela que estoy preparando en ese momento".
As¨ª las cosas, Coben no duda en llevar a sus personajes al l¨ªmite, y Copeland, Cope para los amigos, tiene que hacer frente al caso m¨¢s importante de su carrera como fiscal, la violaci¨®n de una stripper negra a manos de un grupo de universitarios blancos y ricos en una fraternidad. Simult¨¢neamente, un cad¨¢ver arroja nueva luz en el caso de la desaparici¨®n de su hermana 20 a?os atr¨¢s en un campamento de verano en el que dos j¨®venes fueron degollados. "Cope es un tipo listo que ve las cosas con cierto sarcasmo", dice el escritor. El apellido de este personaje parece una advertencia -el verbo cope significa arregl¨¢rselas-. Para hacer frente a todo esto el fiscal cuenta con la inestimable ayuda de Loren Muse, un personaje que reaparece en su siguiente libro y cuyo nombre tambi¨¦n es revelador -muse significa cavilar, reflexionar-. En este caso, el autor no lo eligi¨®. Desde hace a?os subasta los nombres de al menos cinco personajes de sus novelas. El dinero, cerca de 50.000 d¨®lares en la ¨²ltima ocasi¨®n, lo dona a una organizaci¨®n ben¨¦fica. "Siempre digo lo mismo, usar¨¦ el nombre pero puede que sea el de una prostituta, as¨ª que, por favor, comprueba que la persona a la que haces este regalo tiene sentido del humor".
Coben no escatima iron¨ªa ni humor en sus libros, y afila su pluma al hablar en El bosque, por ejemplo, acerca de una funci¨®n escolar que las atildadas madres de Ridgewood graban con ansia desde sus videoc¨¢maras. La directora del colegio de sus hijos parece que a¨²n se est¨¢ riendo de aquello. ?Y sus vecinas? "Todas dicen que saben perfectamente de lo que hablo, que esas madres son tremendas. El jorobado nunca ve su joroba, ?no?", bromea.
Hay algo en la forma que Coben tiene de afrontar la escritura que le asemeja a los deportistas. M¨¢s all¨¢ de las bolas en el aire y los principios y finales bien delimitados, le gustan las fechas de entrega, el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa y la acci¨®n. Es m¨¢s, reconoce que con sus amigos escritores de lo que habla es de deporte. Dan Brown es uno de ellos. Fueron juntos a la universidad y eran miembros de la misma fraternidad donde el novelista conoci¨® a su esposa. Ninguno de los dos pensaba entonces en ser escritor. Mary Higgins Clarke es la ¨²nica excepci¨®n a la regla de no hablar de libros con amigos escritores.
Myron Bolitar, el personaje que protagoniza siete de las novelas de Harlan Coben, es agente deportivo, un tipo normal que se ve envuelto en una serie de intrigas. Un buen d¨ªa, sin embargo, Coben decidi¨® abandonarle. "Lo dej¨¦ despu¨¦s de siete libros porque ya le hab¨ªan pasado muchas cosas. ?l se enfrenta a los casos de una forma personal, no es Sherlock, no es polic¨ªa, ni investigador, y esto plantea unos l¨ªmites. ?Cu¨¢ntas catarsis puede afrontar alguien as¨ª sin perder credibilidad como personaje? Myron me mir¨® y me dijo que ya era suficiente. Adem¨¢s, era una cuesti¨®n de ego, quise demostrar que pod¨ªa escribir otras cosas".
Cuenta que le vino a la cabeza la historia de un hombre felizmente casado cuya mujer muere de forma misteriosa y su cuerpo nunca se encuentra. Cuatro a?os despu¨¦s el mismo hombre recibe un correo con un enlace en el que ve c¨®mo una c¨¢mara sigue a su mujer en directo. Esa historia es No se lo digas a nadie, la novela que lanz¨® a Coben a las listas mundiales de superventas y cuya adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica, de producci¨®n francesa, acaba de estrenarse en Estados Unidos. Aqu¨¦lla no era una historia para Myron.
En la pel¨ªcula Coben hace un cameo. Est¨¢ satisfecho con la experiencia y comenta divertido que ayer mismo volvi¨® a verla por vig¨¦sima vez. El pase fue en Ridgewood con sus amigos y vecinos. Dice que nunca ha pensado en escribir guiones. "En las pel¨ªculas trabaja mucha gente y a m¨ª me gusta serlo todo: el actor, el director y el guionista. Adem¨¢s, esos tipos de Hollywood que escriben guiones con lo que sue?an es con hacer novelas, que es justo lo que yo hago", comenta divertido. A pesar de todo, a Coben le gusta escribir di¨¢logos. En sus libros son r¨¢pidos e ingeniosos y reconoce que no le importa que lo sean, incluso m¨¢s que en la vida normal. "Si se puede, ?por qu¨¦ no hacerlo?". Coben dice que en las palabras que sus personajes intercambian ha encontrado un fil¨®n para definirlos. "Los di¨¢logos me parecen una de las mejores formas de desarrollar un personaje. La forma en la que uno habla, lo que uno dice en determinadas ocasiones, es muy revelador".
Harlan Coben lo pasa bien escribiendo. Le gusta hacerlo por las ma?anas, cuando sus cuatro hijos y su mujer, una pediatra, ya se han puesto en marcha. Normalmente acude a alg¨²n caf¨¦ o biblioteca del pueblo. "Soy un escritor de calle. En casa uno siempre encuentra algo mejor que hacer. Tambi¨¦n me dan arrebatos. Escrib¨ª las ¨²ltimas 40 p¨¢ginas de El bosque en un solo d¨ªa". Dice que lo suyo es el entretenimiento. "Yo escribo el tipo de libro que uno se llevar¨ªa para unas vacaciones. He trabajado en temas de turismo y me encanta pensar que con mis libros el lector prefiere quedarse en la habitaci¨®n de un hotel para saber qu¨¦ va a ocurrir en la siguiente p¨¢gina que bajar a cenar o ir a la playa".
Apenas investiga o se documenta antes de escribir. A veces le basta con llamar al fiscal jefe de Nueva Jersey, un amigo de la infancia con quien jugaba al b¨¦isbol. "Le digo: '?Si pasara esto o aquello, c¨®mo ser¨ªa el proceso?'. ?l me lo aclara y ya est¨¢", cuenta divertido. En otras ocasiones, para evitar errores ha optado por situar algunas de sus historias en un pueblo inexistente del norte de Nueva Jersey, as¨ª sus lectores y vecinos no le atosigan si se equivoca al situar una parada de autob¨²s.
Coben recibe muchas cartas y correos. "El 99% son estupendas", asegura. Dentro del 1% restante las que m¨¢s le molestaron fueron las que recibi¨® tras publicar El bosque. Le acusaban de haber copiado el caso de violaci¨®n de un juicio real en el que se daban los mismos factores raciales. Le insultaban porque dec¨ªan que tomaba partido por la muchacha negra y que tras su libro se escond¨ªa una serie de juicios pol¨ªticos. Coben incluy¨® una nota en la edici¨®n de bolsillo explicando que el caso fue posterior a la novela y que lo suyo era todo ficci¨®n. "No soy un gran fan de los cr¨ªmenes reales", zanja. Tampoco mucho de la pol¨ªtica, al menos, de forma abierta. En sus libros evita estos temas. No quiere que sus lectores le juzguen por sus ideas. A pesar de todo, al hablar del candidato dem¨®crata Barack Obama, pierde la timidez. "Creo que es una situaci¨®n maravillosa y un verdadero paso adelante. Obama representa un cambio verdadero".
Como lector, Coben lleg¨® al thriller de la mano de William Goldman. ?l ten¨ªa 15 a?os y su padre le pas¨® Marathon man. No pudo soltarlo hasta que lo termin¨®. De ah¨ª extrajo una de sus m¨¢ximas: "Lo m¨¢s importante es hacer un libro irresistible. Se trata de que cada frase atrape al lector seg¨²n avanza la historia", afirma convencido. Coben no guarda especial reverencia a los maestros del g¨¦nero. De hecho, piensa que hoy se est¨¢ viviendo la verdadera edad de oro del thriller. "Nunca antes se hab¨ªa escrito tanto y tan bien".
Harlan Coben viene de Newark, una ciudad deprimida y violenta, la misma en la que naci¨® Philip Roth. "?l es mi escritor favorito de todos los tiempos, es una instituci¨®n en s¨ª mismo, y aunque ha estado lejos de Nueva Jersey desde hace mucho, American Pastoral es la novela que mejor explica aquello". La otra cara de los amables suburbios del norte del Estado. Coben piensa que esa ciudad todav¨ªa est¨¢ resentida por los disturbios y revueltas raciales de los sesenta. "De alguna manera nunca se ha recuperado de aquello y quiz¨¢ esto sea en parte por su proximidad con Nueva York. Hay iniciativas que intentan cerrar esa herida y cambiar las cosas, pero es s¨®lo un nen¨²far en el pantano". Mientras tanto, Coben mantiene su apuesta por los suburbios del norte. "El sue?o americano es un sue?o universal por prosperar. Intento que mis personajes sean gente corriente de la calle, gente que uno podr¨ªa conocer. Me interesa el hero¨ªsmo cotidiano", explica. ?Ahuyenta as¨ª sus miedos? "Imagino que s¨ª, pero en el fondo uno como padre tiene miedo todos los d¨ªas, eso es algo inherente a tener hijos. Por eso juego con ello". -
El bosque. Harlan Coben. Traducci¨®n de Esther Roig Jim¨¦nez. RBA. Barcelona, 2008. 352 p¨¢ginas. 18,30 euros.
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