Autorretrato de un campe¨®n en la gloria
Samu encuentra por fin, a los 30 a?os, una victoria a la altura de su ilusi¨®n
Pese a lo que pueda parecer, Samuel S¨¢nchez nunca ha tenido problemas de autoestima. As¨ª que tampoco fue tan extra?o que llegara a la sala de prensa y, antes de sentarse a la pesada conferencia —triple traducci¨®n, lentitud en el proceso—, sacara su c¨¢mara de fotos del bolsillo, se volviera de espaldas, alargara el brazo y procediera a autorretratarse. "Campe¨®n ol¨ªmpico con periodistas de fondo", podr¨ªa titularla. O, tambi¨¦n, como ¨¦l mismo dijo despu¨¦s: "Sin sacrificio, no se obtiene nada en la vida".
A Samuel S¨¢nchez, asturiano de Oviedo que, como una anomal¨ªa etnogr¨¢fica, lleva toda su carrera como ¨²nico ciclista no vasco del Euskaltel, la gloria le lleg¨® a los 30 a?os, le lleg¨® portando el dorsal 8 —el n¨²mero de la suerte chino—, le lleg¨® como la confirmaci¨®n de un talento en el que durante un buen tiempo s¨®lo ¨¦l parec¨ªa confiar. Un talento que los dem¨¢s, m¨¢s que sospechar, prefer¨ªan pensar que no era m¨¢s que ilusi¨®n desmedida por un ciclismo que se sal¨ªa del cat¨®n tan ib¨¦rico de carreras por etapas y para escaladores. La primera vez que sali¨® su nombre en una clasificaci¨®n fue en una prueba tan ex¨®tica, el trofeo Bro-Le¨®n, la Par¨ªs-Roubaix bretona, que muy pocos conoc¨ªan. Y hubo una Mil¨¢n-San Remo, por ejemplo, en la que en la salida Samuel era, aparte de Freire, el ¨²nico espa?ol que pensaba que pod¨ªa armar un n¨²mero en el Poggio. Y en la niebla fr¨ªa de mediados de marzo en Mil¨¢n discut¨ªa al amanecer de desarrollos, porcentajes, ataques... Y, cuando despu¨¦s de unos pocos a?os, empez¨® a ganar etapas en la Vuelta —ya lleva cinco en tres a?os— y algunas colocaciones en las grandes cl¨¢sicas, fue m¨¢s c¨®modo encasillarle como especialista en descenso —aqu¨¦l de la etapa de Cuenca en la que se permiti¨® beber agua durante el ¨²ltimo kil¨®metro—, como oportunista antes que como campe¨®n. Y, cuando en el ¨²ltimo Mundial atac¨®, fallidamente, en el descenso, pocos se salvaron de criticarle por confundir realidades con deseos. Pero, claro, era desconocer que la autoestima que se profesa el espectacular asturiano no proven¨ªa de un error de c¨¢lculo.
Tampoco es que a Samuel le importara mucho. Es m¨¢s hombre de autorretrato, efectivamente. Quiz¨¢s, porque ya desde peque?o su madre, Amparo, que le cri¨® sola despu¨¦s de que les abandonara su marido, le ense?¨® que uno es lo que hace, no lo que los dem¨¢s piensan que es. Cuando su madre muri¨® de c¨¢ncer, a Samuel le cuidaron sus abuelos, quienes murieron cuando ya el chico de Oviedo que se hizo ciclista en Bilbao era m¨¢s o menos aut¨®nomo. O ten¨ªa carnet de conducir para acudir a las carreras vascas con su equipo, el Olarra-Ercoreka, la cantera del Euskaltel-Euskadi. Despu¨¦s, cuando se hac¨ªa tarde, se quedaba a dormir en G¨¹e?es (Vizcaya), en casa del mec¨¢nico Tom¨¢s Amezaga. Inevitablemente, acab¨® en el Euskaltel. Y acab¨® llevando la contraria a todos los prejuicios, claro.
Pese a que, en principio, no era un gran escalador —su Tour de 2003 se sald¨® con un fuera de control en la etapa del Alpe d'Huez, que gan¨® Mayo, lo que le caus¨® tal trauma que no volvi¨® a Francia hasta este verano—, convencido de que val¨ªa para todo, persever¨®: fue podio en la ¨²ltima Vuelta —ape¨® a Cadel Evans en una contrarreloj de los puestos de honor— y s¨¦ptimo en el Tour de hace un mes. Y despu¨¦s sigui¨® acabando con las certezas absolutas que parecen guiar a todos los que le juzgan. Los italianos, por ejemplo, le citaban como favorito para los Juegos porque el recorrido acababa en un fuerte descenso. Pero ¨¦l gan¨® en un esprint incre¨ªble en el repecho final. En el descenso se content¨® con animar a Rebellin y Schleck a ir a tope, a tope, que llegaba Cancellara. Pero el tr¨ªo bueno se form¨® subiendo, cuando ¨¦l respondi¨® a un ataque de Schleck. Y la carrera se rompi¨® porque ¨¦l, subiendo, le dec¨ªa a Sastre que persistiera, que estaba muy bien. Pero, al final, se traicion¨®. No se tir¨® al suelo nada m¨¢s cruzar la meta como otras veces. No; esta vez s¨®lo se pudo llevar las manos a la cabeza en se?al de incredulidad. Como si en su interior no supiera que este d¨ªa tendr¨ªa que llegar. Impepinablemente.
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