A la gre?a por el Polo
En la exploraci¨®n polar la gente lo ha pasado extraordinariamente mal -ya se sabe, las congelaciones, el escorbuto, el canibalismo-, as¨ª que no es extra?o que ese campo haya producido personajes quisquillosos y grandes animosidades. Charles Francis Hall, por ejemplo, tuvo muchos roces con los miembros de su ¨²ltima expedici¨®n al ?rtico, y su muerte en el viaje del Polaris, oficialmente de apoplej¨ªa, parece que se debi¨® en realidad a que lo envenenaron con ars¨¦nico. Nansen se granje¨® el odio de su tripulaci¨®n del Fram en 1894 por ponerse estupendo -"Me r¨ªo del hielo, me r¨ªo del fr¨ªo..."- a 50 grados bajo cero.
"?Oh t¨¦mpanos, cu¨¢ntas historias l¨²gubres sab¨¦is!", dec¨ªa Victor Hugo. Ciertamente. Entre los exploradores polares ha habido mal rollo en cantidad. En especial porque, como ha se?alado Fergus Fleming (La conquista del Polo Norte, Tusquets, 2007), en la edad de los h¨¦roes polares nunca hab¨ªa espacio para m¨¢s de uno. Scott y Shackleton y luego Scott y Amundsen rivalizaron por ver qui¨¦n conquistaba el Polo Sur, y hubo en su pugna, pese a tanto hero¨ªsmo, alg¨²n juego sucio y hasta rechifla. Pero en toda la gran aventura polar no han existido dos tipos que se enfrentaran tanto como Peary y Cook, que se disputaron casi a bofetadas qui¨¦n hab¨ªa llegado antes al Polo Norte. Ni tampoco dos mayores sinverg¨¹enzas y mentirosos, megal¨®manos y paranoicos (v¨¦ase la reveladora Grandes enga?os de la exploraci¨®n, de David Roberts, Desnivel, 2005).
Es dif¨ªcil decir cu¨¢l de los dos archirrivales cae peor cuando se pasa revista a su enfrentamiento. Probablemente, Peary, al que Fleming denomina, no sin raz¨®n, "el m¨¢s desagradable de los hombres".
Robert Edwin Peary (Cresson, Pensilvania, 1856-Washington DC, 1920) fue un tipo antip¨¢tico, cruel y d¨¦spota, que se obsesion¨® en conquistar el Polo Norte para lograr fama y riqueza. No dud¨® en explotar a los esquimales y en pisotear a quien hiciera falta para conseguir sus objetivos. Le marc¨® una madre posesiva hasta lo indecible, que incluso le acompa?¨® en su luna de miel, as¨ª que quiz¨¢ lo del polo fuera una fuga ed¨ªpica. Aunque nadie lo dir¨ªa vi¨¦ndole en traje de explorador y con esas barbas, Peary era bastante rijoso: se beneficiaba a las esquimales y tom¨® como amante a una de 14 a?os, Allakassingwah, a la que le hac¨ªa fotos desnuda.
Sin duda fue tambi¨¦n un h¨¦roe, y se someti¨® a ordal¨ªas de hambre, soledad y fr¨ªo que nos hubieran matado a cualquiera: ¨¦l perdi¨® todos los dedos de los pies, pero ni un ¨¢pice de su ambici¨®n.
Su rival, Frederick Albert Cook (Hortonville, Nueva York, 1865-New Rochelle, Nueva York, 1940) creci¨® rodeado por las Catskill Mountains, en las que aprendi¨® a medirse con la naturaleza salvaje. Su padre muri¨® de pulmon¨ªa cuando ¨¦l ten¨ªa cinco a?os, y no deja de ser coincidencia que Peary perdiera su propio progenitor a los dos a?os y a causa de la misma enfermedad. Otra semejanza: ambos exploradores ceceaban y fueron objeto de burlas por ello.
El debut de Cook en la exploraci¨®n polar lleg¨® de la mano de, precisamente, Peary: contest¨® a un anuncio del explorador buscando personal y se convirti¨® en el m¨¦dico y antrop¨®logo de la expedici¨®n que cruz¨® el norte de Groenlandia en 1891. Le cogi¨® gusto al asunto y en 1893 dirigi¨® su propia expedici¨®n. En 1898 cambi¨® de hemisferio y se apunt¨® a la Expedici¨®n Ant¨¢rtica Belga como m¨¦dico, etn¨®logo y fot¨®grafo. En 1901 volvi¨® a mirar al norte, en una expedici¨®n de auxilio a Peary, que estaba en isla Ellesmere, enfermo tras haber fracasado en su primer intento de conquistar el polo. Saltaron chispas, porque a Pery no le gust¨® que alguien le rescatara, y Cook se jur¨® no volver a colaborar con ¨¦l.
Peary, que consideraba suyo el ?rtico, se lanz¨® como un miura y tach¨® a Cook de falso y hombre sin honor. En realidad, los dos eran unos grandes mentirosos
Mientras Peary continuaba con su obsesi¨®n polar, Cook se embarc¨® en otra aventura: escalar en Alaska el monte McKinley, con sus 6.194 metros, el m¨¢s alto de Norteam¨¦rica. En 1903 lider¨® una expedici¨®n que fracas¨®, pero el explorador volvi¨® en 1906 y asegur¨® haber llegado a la cima. En seguida surgieron las dudas. Cook fue tan burro como para presentar fotos falsas de testimonio. Fotos que, precisamente, sirvieron como prueba de que el ascenso a la cima fue mentira.
En 1907, cuando Peary preparaba el gran asalto final al Polo Norte, Cook, inesperadamente, se le adelant¨®. Asegur¨® haber alcanzado el Polo Norte el 21 de abril de 1908, un a?o antes que Peary. Regres¨® en abril de 1909, tras 14 meses de ordal¨ªa helada. La noticia de su supuesta conquista del polo lleg¨® a Estados Unidos en septiembre, s¨®lo cinco d¨ªas antes de que Peary pudiera comunicar su propio ¨¦xito. Peary, que consideraba el ?rtico predio suyo, y el Polo Norte, tras 23 a?os de rondarlo, su patrimonio, mont¨® en c¨®lera y denunci¨® como falso el logro de Cook, iniciando una violenta controversia que durar¨ªa cinco a?os y en la que cada explorador movilizar¨ªa a sus partidarios y contar¨ªa con el apoyo de peri¨®dicos en una lucha con modernos tintes medi¨¢ticos. Peary se lanz¨® a la carga como un miura, mientras que Cook se mostr¨® enervantemente caballeroso, felicitando a su adversario por haber llegado tambi¨¦n y afirmando que hab¨ªa "gloria para los dos". Esa actitud le dio ventaja inicial. La gente, seg¨²n las encuestas, se decantaba por creer a Cook, aunque s¨®lo fuera por las formas. En realidad, hab¨ªa lagunas y contradicciones en los relatos de los dos exploradores. Peary, cuyo timing resulta imposible -48 kil¨®metros diarios a la ida y ?95! a la vuelta: vamos, ni en moto-, nunca pudo despejar las dudas de que ¨¦l tambi¨¦n hab¨ªa mentido. Pero lo de Cook era m¨¢s sospechoso -carec¨ªa de conocimientos para fijar su posici¨®n, sus pruebas eran del todo insuficientes y los dos esquimales que lo acompa?aron no se pon¨ªan de acuerdo-. Y estaba la historia de la mentira del McKinley... Al morir Peary en 1920 de anemia perniciosa ya se le daba por el triunfador del polo. Cuando en 1923 Cook se fue cinco a?os a la c¨¢rcel por fraude a resultas de un negocio con terrenos, su causa acab¨® de naufragar. Parad¨®jicamente, el enfrentamiento con Cook ayud¨® a Peary: la gente percibi¨® que si uno era el malo, el otro ten¨ªa que ser el bueno.
Cook, el Prince of Losers de la exploraci¨®n (en competencia con Scott), era un tipo curioso: uno no sabe si era un ingenuo o un timador de primera. Lo de Peary es m¨¢s claro: era un monstruo eg¨®latra capaz de cualquier cosa para satisfacer su ambici¨®n. En todo caso, ?vaya pareja!
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