Fui un regalo robado
Macarena naci¨® por segunda vez cuando ten¨ªa 23 a?os. La pl¨¢cida y apol¨ªtica vida que llevaba en su Montevideo natal se trastoc¨® por completo cuando su madre le confes¨® que no era hija suya y ella descubri¨® que era una ni?a robada; arrancada de los brazos de unos padres secuestrados, torturados y asesinados por la dictadura argentina, y entregada a quien ella cre¨ªa que era su padre: un polic¨ªa uruguayo. A Macarena aquella noticia le cambi¨® la conciencia y la vida. A partir de entonces, supo de tormentos y de desapariciones, de horrores y complots represores, y supo tambi¨¦n que ella era un producto de todo eso. Descubri¨® que su abuelo llevaba a?os busc¨¢ndola y que se llamaba Juan Gelman. Corri¨® a Internet y as¨ª fue como aprendi¨® que era un poeta, un poeta muy importante, argentino tambi¨¦n, como sus verdaderos padres, que viv¨ªa y sigue viviendo autoexiliado en M¨¦xico y que desde all¨ª reclamaba el derecho a recuperar a esa nieta de cuya infancia nunca pudo disfrutar.
Macarena pleite¨® para cambiarse el apellido. Ahora lleva los apellidos Gelman Garc¨ªa, como su aut¨¦ntico padre, como su aut¨¦ntica madre, aunque mantuvo su nombre de pila, el que le impuso su devota madre adoptiva, porque los Gelman tienen ascendencia sevillana.
Busca los restos de su madre y apoya p¨²blicamente en su pa¨ªs la lucha por la derogaci¨®n de la Ley de Caducidad por considerar que da cobertura legal a la impunidad. Incluso ha asistido al intento fallido de desenterrar el cad¨¢ver de su madre en un lugar que result¨® equivocado. Contar su historia se ha convertido para ella en una herramienta para abrirse paso en la espesura de los silencios c¨®mplices.
Cenamos juntas en un c¨¦ntrico hotel de Montevideo, al que llega con vaqueros, camisa sencilla y jersey. Es un atuendo parco y sencillo, dif¨ªcil de recordar, como si reclamara para s¨ª misma una vulgaridad de la que definitivamente carece. De los jovenc¨ªsimos padres que nunca conoci¨® habla con ternura y, a veces, en presente.
?C¨®mo le dieron la noticia de que usted era hija de otros? Me lo dijo mi mam¨¢. Mi pap¨¢ hab¨ªa muerto cuatro meses atr¨¢s y mi madre me dijo que mi abuelo estaba busc¨¢ndome. En realidad, toda mi familia biol¨®gica me estaba buscando. Mis pap¨¢s biol¨®gicos ten¨ªan 19 y 20 a?os. Eran argentinos. Viv¨ªan en Buenos Aires. Los secuestran el 24 de agosto de 1976.
Su madre tendr¨ªa ahora 51 a?os. No s¨¦ si lleg¨® a cumplir los 20. La ¨²ltima vez que la ven con vida es el 22 de diciembre, y a m¨ª me dejan en la casa de los pap¨¢s que me criaron el 14 de enero de 1977. Ella cumpl¨ªa los 20 a?os el 6 de enero. Bueno, los secuestran, los llevan a un centro clandestino de detenci¨®n que se llamaba Automotores Orletti. All¨ª permanecen. A mi pap¨¢ lo matan en el a?o 1976 mismo, a finales de septiembre u octubre. Y a mi mam¨¢ la trasladan a Uruguay dentro de la operaci¨®n que se llamaba Plan C¨®ndor. Estaba embarazada de siete meses y medio cuando la secuestran.
?Sab¨ªa usted en qu¨¦ consisti¨® el Plan C¨®ndor? En aquel momento no, pero fue de lo primero que me enter¨¦. Porque cuando mi mam¨¢ me cuenta que no soy hija biol¨®gica de ellos, me dice que si quiero saber algo m¨¢s tengo que hablar con el obispo Pablo Galimberti, que era la persona con la que mi abuelo hab¨ªa contactado para hablar con nosotros. Seg¨²n supe despu¨¦s, mi abuelo sab¨ªa que mis padres eran muy devotos y que era la mejor manera de acercarse a mi familia adoptiva. Mi mam¨¢ le hab¨ªa dicho a monse?or Galimberti que yo no sab¨ªa nada y que, de hecho, ella y mi pap¨¢ hab¨ªan planeado contarme la verdad ese mismo a?o, en 2000. Pero nunca llegaron a hacerlo. Mi padre muri¨® de c¨¢ncer cuatro meses antes del encuentro con el obispo.
?Nunca sospech¨® usted nada, ning¨²n indicio de que sus padres no fueran realmente sus padres? No, absolutamente nada.
?Le molest¨® la noticia? ?Se enfad¨® con su madre? Tanto en ese momento como despu¨¦s, siempre pens¨¦ que la verdad era mejor que cualquier otra cosa Como le dec¨ªa, a mi mam¨¢ la trasladan ac¨¢ a Montevideo. Era noviembre de 1976, seg¨²n he podido saber. Nos tienen un tiempo juntas, al menos hasta el 22 de diciembre. El parto fue ac¨¢. Se presume que en el hospital militar, aunque nadie lo confirm¨®. Me dijeron que el parto fue el 1 de noviembre. Es la fecha m¨¢s probable. Adem¨¢s, cuando me dejan en la puerta de mis pap¨¢s lo hacen con un cartelito dando esa fecha de nacimiento. Presumo que no es mentira, aunque tampoco tengo toda la certeza del mundo en eso. Despu¨¦s del 22 de diciembre, ¨²ltima fecha en la que nos ven juntas y viva a mi mam¨¢, ya no se sabe nada hasta el 14 de enero, d¨ªa en que me dejan en la puerta de la casa de mis pap¨¢s. Seg¨²n ellos, una noche tocaron el timbre, abrieron la puerta y hab¨ªa una canastita con un beb¨¦ y un cartelito. Era yo.
Un regalito, vaya. S¨ª, un regalito [se r¨ªe]. Un regalito que hab¨ªan robado de alg¨²n lado. De mi mam¨¢ no se supo nunca m¨¢s nada. Se ha confirmado que s¨ª, que la trajeron a Uruguay, y parece que la asesinaron tambi¨¦n, pero no hay ni datos de d¨®nde pueda estar enterrada. Se manej¨® que la hab¨ªan enterrado en el Batall¨®n 14, pero la b¨²squeda no ha dado ning¨²n resultado.
Aquel 24 de agosto de 1976 que Macarena menciona con precisi¨®n, los militares argentinos irrumpieron en el domicilio del periodista y escritor Juan Gelman, muy buscado por la extrema derecha de su pa¨ªs. Pero result¨® que Gelman ya se hab¨ªa marchado al exilio. En su lugar, los militares se llevaron a su hijo Marcelo y a su esposa, Mar¨ªa Claudia Garc¨ªa, embarazada. Eso le salv¨® la vida al que despu¨¦s ser¨ªa un poeta m¨²ltiplemente galardonado y le acarre¨® todo el dolor que ha destilado su poes¨ªa. Su vida ha sido desde entonces tambi¨¦n una b¨²squeda incesante de los suyos; de su joven hijo, de su esposa y de ese beb¨¦ a punto de nacer. Trece a?os m¨¢s tarde de aquel fat¨ªdico secuestro se recuper¨® el cad¨¢ver de Marcelo, que yac¨ªa dentro de un barril de cemento y arena. A¨²n no se han encontrado los restos de Mar¨ªa Claudia.
?Se resisti¨® en alg¨²n momento a conocer la verdad? No, nunca. Enseguida llam¨¦ a monse?or Garimbaldi y, cuando me sent¨¦ a hablar con ¨¦l, lo primero que me cont¨® es la historia de la Operaci¨®n C¨®ndor, que hab¨ªa consistido en la coordinaci¨®n de las fuerzas represivas de Am¨¦rica Latina. Y ah¨ª empez¨® toda la historia. Me cont¨® todo lo que mi abuelo hab¨ªa podido averiguar. Lo que ¨¦l sab¨ªa. Que a efectos de confirmar mi identidad hab¨ªa que hacer una prueba de ADN, cosa que yo manejaba perfectamente [es estudiante de Bioqu¨ªmica y trabaja en la administraci¨®n de un hospital]. Sab¨ªa en qu¨¦ consist¨ªa y sab¨ªa que era necesario. Y, bueno, me dijo que lo mejor era ir aproxim¨¢ndome a mi abuelo, al principio, no de forma directa, sino con cierta prudencia, durante un tiempo. Siempre a trav¨¦s del obispo. Me consigui¨® una carpeta con fotos de mi abuelo. Enseguida me enter¨¦ de que hab¨ªa habido una gran campa?a p¨²blica internacional para buscarme que cont¨® con el apoyo de much¨ªsima gente, pero yo no me hab¨ªa enterado de nada.
?C¨®mo es posible? No s¨¦, porque la campa?a en esos d¨ªas era tremenda. Claro, fue la ¨¦poca en la que falleci¨® pap¨¢ y yo estaba totalmente en otra cosa, pero aparec¨ªan incluso cartas p¨²blicas de mi abuelo con el entonces presidente de la Rep¨²blica Julio Mar¨ªa Sanguinetti. Afiches. Se le hab¨ªa dado mucha publicidad al tema.
?Y nunca se hab¨ªa fijado? No, nunca. Deb¨ª de ser la ¨²nica que no se enter¨®. Porque todos mis amigos hab¨ªan o¨ªdo algo de la campa?a menos yo [se r¨ªe]. ?C¨®mo se dan a veces las cosas! Es que era casi como rid¨ªculo que yo no me hubiera enterado de nada. Adem¨¢s, no sab¨ªa qui¨¦n era mi abuelo. Era la primera vez que o¨ªa su nombre. Y, desde luego, tuve la inquietud de entrar en contacto con ¨¦l inmediatamente, as¨ª que mi abuelo y su mujer viajan a Montevideo y ah¨ª nos conocemos. Fue por esas fechas, febrero de 2000, que se supo oficialmente mi paradero.
En verdad que resulta parad¨®jico que Macarena Gelman ignorase hasta ese momento su propia b¨²squeda. Hasta llegar a ese nieto cuya existencia s¨®lo se adivinaba, Juan Gelman y su segunda esposa acometieron una minuciosa b¨²squeda de cuyos detalles Gelman prefiere no hablar. Mi mujer, Mara La Madrid, fue quien llev¨® realmente a cabo la investigaci¨®n, cuenta para esta entrevista a El Pa¨ªs Semanal, y cada noche evalu¨¢bamos los pedacitos de informaci¨®n reunidos en el d¨ªa. Yo me encargu¨¦ de la campa?a de prensa, con la ayuda de dos amigos, ambos poetas: Tom¨¢s Burghardt, de Alemania, y Fernando Rend¨®n, de Colombia. En esa campa?a para encontrar a Macarena se reunieron m¨¢s de 100.000 firmas de escritores, artistas, ciudadanos de a pie y una docena de premios Nobel de 102 pa¨ªses de los cinco continentes. Adem¨¢s de todo ello, y como bien reflej¨® la prensa en su momento, Juan Gelman instig¨® p¨²blicamente a las autoridades uruguayas para que buscaran la verdad, una vez que supo que Mar¨ªa Claudia hab¨ªa sido llevada a Uruguay, un pa¨ªs sumido en 1976 en el terror y la dictadura desde el golpe de Estado asestado tres a?os antes.
?Ten¨ªa miedo de toda esta nueva situaci¨®n en su vida? S¨ª, bastante. Mucho. Conoc¨ª a mi abuelo y quedamos en hacerme la prueba del ADN. No ten¨ªa sentido quedarme con la duda. Los an¨¢lisis despejaron todas las dudas: al 99,99% de probabilidades era yo. Durante el tiempo de espera del resultado me relacion¨¦ mucho con mi abuelo.
Supongo que a ra¨ªz de todo esto conoci¨® a un mont¨®n de nuevos familiares. S¨ª. Ahora tengo tambi¨¦n una abuela paterna que vive en Buenos Aires. Tengo un primo y una t¨ªa en Buenos Aires, tambi¨¦n por parte de mi pap¨¢. Y tengo un abuelo y un t¨ªo en Espa?a, en Barcelona, por parte de mi mam¨¢. Tambi¨¦n hay primos de mis padres, amigos... He tratado de conocer a toda la gente que he podido. La verdad es que ha sido muy rico como experiencia y tambi¨¦n en aporte de datos para reconstruir la historia. La edad que ten¨ªan mis padres es una edad en la que pasas m¨¢s tiempo con los amigos que con la familia. As¨ª que la mejor fuente eran los amigos. Fue muy lindo en ese sentido. Me han apoyado mucho porque han hecho de mi familia en muchos casos.
Esta ¨²ltima primavera estuvo usted en Espa?a y hasta visit¨® a parte de su familia en Barcelona. S¨ª, aunque ya les conoc¨ªa desde 2002. En esta ocasi¨®n tambi¨¦n pens¨¦: qu¨¦ hago yo ac¨¢. Cuando fui a M¨¦xico a ver a mi abuelo me preguntaba lo mismo: ?qu¨¦ hago yo viajando para ver a gente que no conozco? A Espa?a fui totalmente sola a encontrarme con ellos. Hab¨ªamos tenido contacto mediante el chat. Al principio de la historia nos comunic¨¢bamos por Internet. Tambi¨¦n conoc¨ªa as¨ª a dos amigas de mi padre en Espa?a. Tambi¨¦n tengo primas por parte de mi familia adoptiva en Sitges. Esta vez vi a toda mi familia reunida por Espa?a.
?Y c¨®mo ha vivido todo esto su familia adoptiva? ?Cambiaron las relaciones entre ustedes? La verdad es que es una familia peque?a, porque en s¨ª los m¨¢s cercanos eran mi mam¨¢ y mi pap¨¢. No estaban muy unidos a sus respectivos parientes, as¨ª que no hab¨ªa v¨ªnculos estrechos. As¨ª que cuando hablo de mi familia adoptiva hablo s¨®lo de mi mam¨¢, con la que vivo al d¨ªa de hoy. Adem¨¢s de aceptar el hecho de que no era su hija, mostr¨® toda su colaboraci¨®n en mi investigaci¨®n, en el sentido de no ocasionarme dolor. Al contrario. Siempre me apoy¨® en todo lo que quise hacer. Lo hizo incluso en el juicio de filiaci¨®n [por el que logr¨® cambiarse los apellidos], que se llev¨® a cabo en 2004 y que fue lo m¨¢s dif¨ªcil.
Para ella tuvo que ser muy doloroso. Por supuesto. Pero siempre tuvo una actitud de acompa?arme m¨¢s que de cuestionarme. Ella incluso siente un gran aprecio por mi abuelo Juan Gelman. Es mayor. Ahora tiene 76 a?os y est¨¢ muy delicada de salud. Supongo que todo esto le ha influido mucho.
?Ayud¨® la forma en la que ella le dio la noticia? ?C¨®mo fue exactamente? Un d¨ªa volv¨ªa a casa y me la encontr¨¦ llorando. Le pregunt¨¦ qu¨¦ le pasaba. Me dijo que ten¨ªa que hablar conmigo, pero que no pod¨ªa hacerlo mientras yo entraba y sal¨ªa (siempre andaba de ac¨¢ para all¨¢). Me dijo que mejor habl¨¢bamos cuando volviera de trabajar. Lloraba tanto que decid¨ª quedarme. Le preguntaba y le preguntaba y ella s¨®lo lloraba. Casi no pod¨ªa hablar. Le pregunt¨¦ si ten¨ªa que ver con pap¨¢, con ella. Me dijo que con los tres. Y entonces (no me pregunte por qu¨¦; yo nunca sospech¨¦), lo cierto es que, ante su silencio y su llanto, le pregunt¨¦: ?Es que no soy hija de ustedes?. Y ella me dijo: ?Qui¨¦n te lo dijo?. Ah¨ª fue cuando me di cuenta de lo que hab¨ªa dicho.
De modo que de alguna forma, aunque fuera de forma inconsciente, usted lo sab¨ªa Parece que voy a tener que terminar aceptando que s¨ª. Entonces, ah¨ª ella ya me cuenta c¨®mo llego a la casa de ellos, y me dice que desconoc¨ªa de d¨®nde proven¨ªa yo hasta que este se?or que era mi abuelo se puso en contacto con ella. Obviamente, me puse a llorar. No entend¨ªa lo que me pasaba en la cabeza.
Antes dijo que a ra¨ªz de todo esto se relacion¨® mucho con su abuelo. ?Le gust¨®? S¨ª. Yo iba con un miedo terrible la primera vez, y ¨¦l me imagino que tendr¨ªa un mont¨®n de dudas. Pero a partir de ah¨ª todo fue una avalancha. Hab¨ªa decisiones que tomar en un momento hist¨®rico y pol¨ªtico en el que todav¨ªa se negaba la existencia de ni?os robados en Uruguay. El tema de los desaparecidos siempre se dejaba de lado. Aqu¨ª se negaban la mayor¨ªa de las cosas.
?Y hasta entonces nunca se hab¨ªa preocupado usted por estos asuntos? No. Tampoco ten¨ªa afiliaci¨®n pol¨ªtica alguna. No me interesaba la pol¨ªtica partidaria, aunque militaba en un sindicato estudiantil. La Ley de Caducidad no permite que los responsables de cr¨ªmenes de la dictadura sean investigados. En cierta manera no permite ni la investigaci¨®n, si bien este Gobierno ha hecho mucho por permitir todas las investigaciones abiertas.
El problema es que es una ley aprobada por refer¨¦ndum El Gobierno consider¨® que el caso de mi mam¨¢ no deb¨ªa estar incluido en la ley. Pero, a pesar de eso, la causa judicial, ya archivada, que present¨® mi abuelo en el a?o 2002 y que yo ped¨ª reabrir en febrero de este a?o, fue de nuevo archivada en base a esa ley. Eso ha cerrado las puertas a la investigaci¨®n a nivel judicial.
Por todo ello empieza usted a darle publicidad a toda su historia. No, esto es muy reciente. No he empezado a hablar con la prensa hasta este mismo a?o. Porque es ahora cuando est¨¢ ampliamente probado que lo que me pas¨® a m¨ª le pas¨® a much¨ªsima gente en lo que tiene que ver con estos dos pa¨ªses (Argentina y Uruguay). Esto pas¨®. Fue muy cruel. Ocurri¨® durante una dictadura, y para m¨ª esto del robo de ni?os no tiene explicaci¨®n. Ahora he sabido que fue muy habitual robar ni?os en Argentina y tambi¨¦n en Uruguay.
La colaboraci¨®n de la dictadura uruguaya con la argentina fue muy estrecha. S¨ª, y hay que luchar por la verdad y para que esto no vuelva a pasar. Es la causa de mucha gente.
?Ha contactado con gente con historias similares? S¨ª, por supuesto. Llega un momento en que tu entorno no te satisface. Es muy dif¨ªcil hablar de algunas cosas. Mis amigos me han manifestado muchas veces que les cuesta mucho tratar esta parte de mi historia. Que no saben si hablarme, si no hablarme, si preguntarme Y, de hecho, de muchas cosas se van enterando por la prensa, porque, obviamente, uno no llega a una reuni¨®n y dice, bueno, a ver, cu¨¦ntame.
?Es m¨¢s f¨¢cil hablar con otros ni?os robados? S¨ª, entre nosotros hay una empat¨ªa. Es algo bastante especial, Una comunicaci¨®n m¨¢s all¨¢ del conocimiento personal. Al menos a m¨ª me ha pasado. Espont¨¢neamente surge el tema, las experiencias. Y uno se siente entendido.
?Hay asociaciones de ni?os robados en las que usted se haya implicado? S¨ª, y organizan actividades para reconstruir sus historias. En Argentina es mucho m¨¢s com¨²n, as¨ª que all¨ª me siento m¨¢s c¨®?moda; menos rara.
En todo caso, usted est¨¢ ahora totalmente movilizada. S¨ª. Es verdad que hay cosas muy ¨ªntimas que no cuento p¨²blicamente, pero, aunque emocionalmente es un gran esfuerzo, no me incomoda contar mi historia. Lo que me pas¨® a m¨ª le pas¨® a mucha gente, y creo que vale la pena que se sepa que estas cosas sucedieron. En mi grupo de amigos hab¨ªa mucha gente que no hab¨ªa reparado en esto. Yo tampoco.
Usted ha tenido la suerte de contar con un abuelo que no se rindi¨®. S¨ª. La verdad es que en lo personal estoy superagradecida porque colabor¨® much¨ªsima gente, tanto en la b¨²squeda como despu¨¦s en las distintas etapas, si bien naturalmente uno se llega a sentir muy solo porque resulta que la que es mi familia no lo es, y la que es, no lo fue. Y no est¨¢ ac¨¢. La distancia es algo positivo y negativo a la vez. Compartir las cosas en la distancia es complicado. Ahora viajo bastante a Argentina a ver a mis nuevos parientes. A veces voy cuando los extra?o y a veces quiero irme corriendo.
?Se siente ahora m¨¢s argentina que uruguaya? Bueno, el coraz¨®n est¨¢ dividido.
?Sigue interesada en saber algo m¨¢s de su madre? Cada vez tengo m¨¢s inter¨¦s. Quiero saber qu¨¦ pas¨® con ella y d¨®nde est¨¢. Y, bueno, todo es muy dif¨ªcil. Te dicen, mira, tus pap¨¢s son ¨¦stos. Tienes que conocerlos a trav¨¦s de otra gente. Cuando me enter¨¦ de su existencia yo ya hab¨ªa vivido m¨¢s de lo que ellos vivieron. Las circunstancias tan tr¨¢gicas y tan injustas
Me imagino sus ansias de ver sus fotos S¨ª, s¨ª. Aparte es que yo era de chiquita, hasta los 13 a?os, muy parecida a mi mam¨¢. Muy parecida. Ahora me dicen que tengo una mezcla de los dos. Que incluso me parezco m¨¢s a mi pap¨¢. Eso impresiona mucho.
?Qu¨¦ idea se ha hecho usted de c¨®mo eran? S¨¦ que eran muy buenas personas. Mi pap¨¢ era introvertido, un chico muy maduro para la edad que ten¨ªa, pensativo, preocupado por lo que pasaba. Dulce. No muy deportista. Y mi mam¨¢ Me la describen como alegre e inquieta, graciosa. Los amigos los quer¨ªan much¨ªsimo.
Me imagino que exprime usted ahora a la familia y a los amigos para que le cuenten. S¨ª, me encanta que me cuenten cosas. A veces me cuesta ped¨ªrselo, la verdad. Espero que lean esta entrevista y as¨ª se animen a contarme m¨¢s cosas cada vez que nos veamos.
?Avanza la investigaci¨®n por encontrar a su madre? Eso est¨¢ ahora un poco estancado. Y con el tiempo la angustia crece. Los militares tienen un pacto de silencio y no hablan. Yo siempre tengo la expectativa de que se rompa ese pacto. Pero por lo que he visto es muy dif¨ªcil. Algunas veces se han manejado lugares de enterramiento que no resultaron. Pero no, no ha habido avances. Por eso en febrero hice declaraciones p¨²blicas pidiendo que realmente se investigue y se sepa qu¨¦ pas¨®. El caso ha sido archivado dos veces. El expediente es enorme. Hay algo que los militares siempre invocan y que es la Operaci¨®n Zanahoria, la operaci¨®n de remoci¨®n de los cuerpos enterrados. Obviamente, no fue completa. Se espera que aparezcan m¨¢s.
En la prensa se publican hallazgos de vez en cuando. El problema es que la b¨²squeda, con la escasez de datos que hay, es muy complicada. Pero el Gobierno actual de Tabar¨¦ V¨¢zquez tiene una gran disposici¨®n a seguir investigando.
?Realmente se siente amparada por el Gobierno? S¨ª. El Gobierno anterior [de Julio Mar¨ªa Sanguinetti], a su manera, tambi¨¦n colabor¨®. Nunca me han puesto dificultades. Todos me han dado su apoyo. Se hizo una Comisi¨®n para la Paz, que investig¨® (en el a?o 2000) con potestades muy limitadas, pero fue un primer paso important¨ªsimo que dio el Gobierno del presidente Jorge Batlle. Y a partir de entonces el tema se ha mantenido. La Comisi¨®n para la Paz termin¨® y no se logr¨® mucho respecto a mi mam¨¢, pero esa comisi¨®n fue valiosa. Con el Gobierno de izquierda de Tabar¨¦ V¨¢zquez, obviamente, las cosas tomaron otra fuerza.
Sin embargo, su abuelo mantuvo un duro encontronazo con Sanguinetti por su falta de colaboraci¨®n para desvelar los atropellos de la dictadura. S¨ª. Y tambi¨¦n se habl¨® de la vinculaci¨®n que pudo haber tenido mi pap¨¢ [adoptivo] con la gente que me rob¨® y me dej¨® en la puerta de su casa. Incluso se manej¨® que era amigo de Sanguinetti o de alguno de los asesinos de mi mam¨¢. No hay nada probado. Amistad personal con Sanguinetti yo puedo decir que no la hubo, porque viv¨ª con mi pap¨¢ 23 a?os. La realidad indiscutible es que mi pap¨¢ era el jefe de Polic¨ªa del Gobierno de Sanguinetti en el departamento de San Jos¨¦. Sin duda tuvieron una relaci¨®n pol¨ªtica. Militaba en el Partido Colorado y hab¨ªa llegado a ese cargo por el partido. Mi pap¨¢ era inspector de polic¨ªa. Pero para m¨ª todo esto es una inc¨®gnita.
?Y qu¨¦ dice su madre? ?No sabe nada? Mi madre desconoc¨ªa realmente Creo. No estoy segura, obviamente. Y no s¨¦ lo que pudo llegar a saber mi pap¨¢. S¨¦ que supo antes de morir que mi abuelo me andaba buscando. La primera vez que mi abuelo vino a Uruguay busc¨¢ndome era en 1998, as¨ª que supongo que mi padre lleg¨® a enterarse de todo. No me lo dijo. No es una cosa f¨¢cil de decir.
No parece que haya anidado rencor hacia su familia adoptiva. Mis sentimientos respecto a mi familia adoptiva no han cambiado. Me dieron una muy buena educaci¨®n y una muy buena infancia. No tengo nada negativo contra ellos. Todo lo que vino despu¨¦s es una conjunci¨®n de historias de tanta gente S¨¦ que mi pap¨¢ no tuvo nada que ver con la muerte de mi mam¨¢.
?Ha le¨ªdo a Juan Gelman? He le¨ªdo todo lo que he podido. La poes¨ªa siempre me ha gustado. Mi pap¨¢ tambi¨¦n escrib¨ªa. De hecho, me hicieron llegar unos cuadernos suyos. Era una poes¨ªa tambi¨¦n muy fuerte para la edad que ten¨ªa. Dura. Negro, muerte, sangre. Algo premonitorio. Hab¨ªa un poema incluso en el que se desped¨ªa de los amigos ?a los 15 a?os! Supongo que eso tiene que ver tambi¨¦n con una generaci¨®n que yo no termino de conocer. Quiz¨¢ eso no estaba tan fuera de lugar en ese momento. Para m¨ª fue fuerte. Que mi pap¨¢ tuviera esa visi¨®n
Tiene ya 31 a?os y todav¨ªa no ha acabado la carrera. Quiz¨¢ deba replantearse sus estudios. Es que estoy en una especie de crisis, en un momento en el que no s¨¦ qu¨¦ va a ser de mi vida el mes que viene. Estoy muy confundida y, aunque suene un poco cursi, busco mi lugar en el mundo [se r¨ªe]. Porque todo esto te mueve los marcos de referencia. El sentido de pertenencia se ve bastante vulnerado. No sos de ac¨¢. No sos de all¨¢. Nac¨ª y crec¨ª en el Uruguay y me siento tan uruguaya como siempre, pero, en s¨ª, mi historia tiene m¨¢s que ver con Argentina, y en Argentina soy uruguayaTe quedas sin referentes. Ahora en todos lados soy un poco extranjera.
El pasado 23 de abril, Juan Gelman recibi¨® el Premio Cervantes en Alcal¨¢ de Henares. All¨ª declam¨®: Dicen que no hay que remover el pasado, que no hay que tener ojos en la nuca, que hay que mirar hacia adelante y no encarnizarse en reabrir viejas heridas. Est¨¢n perfectamente equivocados. Las heridas a¨²n no est¨¢n cerradas. Laten en el subsuelo de la sociedad como un c¨¢ncer sin sosiego. Su ¨²nico tratamiento es la verdad. Y luego, la justicia. S¨®lo as¨ª es posible el olvido verdadero. En primera fila le escuchaba atentamente Macarena. Los dos siguen buscando los restos de Mar¨ªa Claudia, por poder tener un lugar, como ha reclamado Juan Gelman, donde al menos depositar para ella un ramo de flores.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.