"Despu¨¦s de 19 a?os en la Scala, necesitaba volver a sentir la libertad"
Desde su marcha de la Scala de Mil¨¢n -"a la italiana", seg¨²n su definici¨®n-, Riccardo Muti se ha convertido en el director de orquesta m¨¢s solicitado del planeta. Ha aceptado la titularidad de la Orquesta Sinf¨®nica de Chicago a partir de 2010. Pero Muti, entretanto, es este verano el rey del Festival de Salzburgo, donde dirige nada menos que Otello, de Verdi, y La flauta m¨¢gica, adem¨¢s de los conciertos en homenaje a Karajan en el centenario de su nacimiento con el R¨¦quiem alem¨¢n, de Brahms. Se hace acompa?ar por la Filarm¨®nica de Viena, orquesta con la que lleva colaborando desde hace 38 a?os. En Salzburgo dirige tambi¨¦n, hasta 2011, el festival de m¨²sica barroca napolitana en primavera.
"Karajan es quien m¨¢s se ha interesado por la exactitud y la belleza del fraseo"
"Huyo de los gestos pirot¨¦cnicos. Dirigir es un ejercicio m¨¢s espiritual que f¨ªsico"
Muti recibe al entrevistador tocando al piano El carnaval de Viena, de Schumann. El primer tema que surge es el reciente fallecimiento de Rafael Nebot, director del teatro P¨¦rez Gald¨®s de Las Palmas, donde Muti dirigi¨® hace unos meses una ¨®pera de Cimarosa. "Rafael era un hombre extraordinario, vital, entusiasta y cultivado. Fue muy hermoso trabajar con ¨¦l en Las Palmas con el proyecto napolitano".
Pregunta. El festival napolitano es su ni?a bonita.
Respuesta. Supone un reencuentro con la infancia y juventud, con los a?os que era estudiante de piano en el Conservatorio de N¨¢poles. La biblioteca es un lugar m¨¢gico. Hay salas dedicadas a Pergolesi, Paisiello, Cimarosa, y en cada una est¨¢n miles de manuscritos reposando, durmiendo. No es posible que la gloria de la m¨²sica napolitana de los siglos XVII y XVIII se limitase a media docena de ¨®peras. Hay que ir sacando a la luz esas obras. Salzburgo me ha dado, adem¨¢s de la oportunidad de esta recuperaci¨®n, un regalo sentimental.
P. ?Qu¨¦ tiene de especial la m¨²sica napolitana?
R. La ¨®pera napolitana era entonces como el cine hoy. El p¨²blico ped¨ªa cosas nuevas y los m¨²sicos escrib¨ªan una ¨®pera detr¨¢s de otra. No todas eran obras maestras, pero eran interesantes. En 2009 vamos a representar una ¨®pera seria, Demofoonte, de Jommelli, con libreto de Metastasio. ?Sabe usted que ese libreto ha sido puesto en m¨²sica 83 veces? Es una coproducci¨®n con la ?pera de Par¨ªs, de G¨¦rard Mortier.
P. ?No eran Mortier y usted enemigos irreconciliables?
R. G¨¦rard ha querido que dirija una ¨®pera con ¨¦l en Europa antes de marcharse a Nueva York. Tengo que reconocer que cuando se hizo cargo del Festival de Salzburgo, me ofreci¨® que lo inaugurase con La clemencia de Tito, algo que le agradezco profundamente. Sin embargo, tuve problemas graves con el matrimonio Hermann, que se encargaba de la direcci¨®n de escena. Maestros como Mozart o Verdi tienen ya en su m¨²sica impl¨ªcita una realizaci¨®n esc¨¦nica. Yo no pienso s¨®lo en la m¨²sica, sino tambi¨¦n en c¨®mo se visualiza, y aquella puesta en escena era para m¨ª inaceptable. Ten¨ªa un discurso muy diferente al que yo sent¨ªa.
P. ?Con qu¨¦ puestas en escena se ha sentido usted m¨¢s identificado?
R. Con Las bodas de F¨ªgaro, Don Giovanni y Falstaff, de Strehler; con Macbeth, de Graham Vick, o con Parsifal, de Cesare Lievi.
P. Desde que se march¨® de la Scala, parece que est¨¢ mucho m¨¢s sereno. Y el mundo musical se lo rifa.
R. He sido muy feliz los 19 a?os de la Scala, pero era necesario cerrar una etapa y volver a sentir la conciencia de libertad individual. Se han abierto para m¨ª desde entonces nuevas perspectivas, nuevos sue?os. Mi marcha fue, no s¨¦ c¨®mo decirle, una "situaci¨®n a la italiana". No se puede explicar. Tiene condicionantes de todo tipo. Es muy complejo.
P. ?Pero no supone una p¨¦rdida de esa libertad fichar ahora por la Sinf¨®nica de Chicago?
R. Ha sido un golpe de seducci¨®n fulminante. No dirig¨ªa la Orquesta de Chicago desde hac¨ªa m¨¢s de 30 a?os, cuando me invitaron a una gira con ellos. Mi relaci¨®n americana ha sido fundamentalmente con la Orquesta de Filadelfia, incluso hab¨ªa dicho que no a una invitaci¨®n para hacerme cargo de la Orquesta de Nueva York. Quer¨ªa trabajar por libre en la ¨²ltima etapa de mi vida. Pero la gira con la de Chicago fue musical y humanamente decisiva. Despu¨¦s de ella recib¨ª un paquete en mi casa con 67 cartas individuales de m¨²sicos que me agradec¨ªan la experiencia que hab¨ªan vivido conmigo. Fue para m¨ª un golpe emocional que me rompi¨® todas las defensas.
P. Usted participa en los homenajes a Karajan en Viena y Salzburgo. ?Qu¨¦ es lo m¨¢s valioso de su herencia art¨ªstica?
R. Karajan es el director que m¨¢s se ha preocupado de la exactitud y la belleza del fraseo. Nadie ha alcanzado la magia del sonido que ¨¦l ten¨ªa, especialmente en su ¨²ltima etapa cuando estaba enfermo y ten¨ªa noci¨®n de la muerte. Yo procuro dirigir en los homenajes dos R¨¦quiems tan opuestos como los de Verdi y Brahms. El primero es un grito de rebeld¨ªa y rabia ante el abandono de Dios al hombre; el segundo tiene un car¨¢cter de consolaci¨®n, est¨¢ pensado en los que sufren. Karajan los bordaba.
P. ?Y Toscanini? Normalmente, se le asocia con ¨¦l.
R. Antonino Votto, que era mi maestro, fue el primer colaborador de Toscanini en la Scala. Me contagi¨® la admiraci¨®n. Toscanini ven¨ªa de un mundo donde no exist¨ªa la tradici¨®n del sonido bello a lo Karajan. Se situaba delante de una sinfon¨ªa o de una ¨®pera y las reproduc¨ªa con una determinaci¨®n y una fuerza dram¨¢tica admirables. Sin perfumes, sin ret¨®ricas. Sus ejecuciones eran de una fidelidad absoluta, como una fotograf¨ªa de las partituras. Su t¨¦cnica la aprendi¨® de Nikisch. Toscanini siempre ser¨¢ moderno. Jam¨¢s envejecer¨¢.
P. ?Cu¨¢l es el secreto de Riccardo Muti dirigiendo, de d¨®nde le viene esa energ¨ªa que transmite?
R. Toscanini se lo dec¨ªa a Votto, y ¨¦ste a m¨ª: "Los brazos del director de orquesta son la extensi¨®n de la mente". Las ideas musicales las transmito en los ensayos. En el concierto, todo debe ser lo m¨¢s claro posible. El brazo es un medio y no un fin. Tiene un elemento de atracci¨®n, pero huyo de los gestos pirot¨¦cnicos. Los brazos y las miradas comunican la energ¨ªa del alma. Dirigir una orquesta es un ejercicio mucho m¨¢s espiritual que f¨ªsico.
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