Sospecha
Muy de vez en cuando, cuando el coro ang¨¦lico entona su meliflua cantata de autosatisfacci¨®n, suele caer, nunca mejor dicho, del cielo alg¨²n Luzbel discordante, al que resulta imprescindible prestar atenci¨®n, si se quiere obtener cierta informaci¨®n acerca de lo que acaece en el mundo y en el submundo. Tal es el caso del pensador alem¨¢n Boris Groys (Berl¨ªn, 1947), del que se han traducido algunos t¨ªtulos en castellano, como Sobre lo nuevo, Pol¨ªtica de la inmortalidad y ahora mismo, con traducci¨®n de Manuel Font¨¢n y Alejandro Mart¨ªn, Bajo sospecha. Una fenomenolog¨ªa de los medios (Pre-Textos), que es, a mi juicio, uno de los m¨¢s formidables alegatos contra la que es hoy la ideolog¨ªa establecida, que se presenta a s¨ª misma, cuando lo hace, como el colmo del esp¨ªritu cr¨ªtico, arropada por diversas f¨®rmulas, como la muy concreta de filosof¨ªa posestructuralista o la m¨¢s vaga y period¨ªstica de posmodernidad. Pues bien, frente a esta corriente, cuya hegemon¨ªa actual merece ser tildada de "pensamiento pol¨ªticamente correcto", lo que ha hecho y hace Groys no es, en absoluto, la t¨ªpica descalificaci¨®n basada en prejuicios anta?ones del paleomarxismo u otros, a¨²n m¨¢s vetustos, de corte tradicionalista o conservador, sino estudiar muy a fondo su g¨¦nesis y desarrollo para as¨ª hacer resaltar mejor sus no pocos puntos negros, que son, por lo dem¨¢s, la mayor¨ªa de los nuestros.
Aunque Groys presenta de entrada su investigaci¨®n como consecuencia de su an¨¢lisis previo acerca de la fascinaci¨®n contempor¨¢nea por lo nuevo, lo que le llev¨® a plantearse el funcionamiento de fondo entre el archivo cultural y la permanente relaci¨®n que ¨¦ste mantiene con lo que hay fuera de ¨¦l, que es lo sucesivamente considerado como banal o, como al autor alem¨¢n le gusta llamar "lo profano", lo cierto es que su mirada abarca todo lo que al hombre la ha hecho ser lo que es: un ser excepcional que se proyecta m¨¢s all¨¢ de s¨ª mismo a trav¨¦s de diversos medios; o sea: un ser medi¨¢tico. Desde la noche de los tiempos, el hombre ha utilizado instrumentos materiales diversos para mejor controlar las m¨²ltiples acechanzas de la hostil naturaleza, pero, sin duda, ninguna herramienta le ha sido tan eficaz en el empe?o de sobrevivir como su capacidad de simbolizaci¨®n, o, si se quiere, el lenguaje, cuyo potencial aumenta exponencialmente en la parad¨®jica medida en que se toma conciencia del radical desajuste entre significantes y significados. Para Groys, en definitiva, este desajuste es el que genera la indeclinable actitud humana de sospecha: la que produce atisbar que, bajo la m¨¢s pulida y brillante faz medi¨¢tica, habita la enorme sombra maligna de lo submedi¨¢tico.
En la segunda parte de su admirable ensayo, titulada 'La econom¨ªa de la sospecha', este agudo pensador, que es adem¨¢s un experto en matem¨¢ticas, en ling¨¹¨ªstica y, muy en particular, en arte de vanguardia contempor¨¢neo, hace un an¨¢lisis pormenorizado, respetuoso y competente de Mauss, Levi-Strauss, Bataille, Derrida y Lyotard y sobre las impremeditadas consecuencias que, de una u otra manera, estas lumbreras han producido para la germinaci¨®n de la confusa ch¨¢chara que hoy se estila practicar en todos los medios en general, pero, sobre todo, en los as¨ª llamados de masas. Y es que no hay nadie mejor que un demonio para volver la sospecha contra los que viven de ella, mediante el infalible procedimiento de levantar bajo sus bien asentados y compactos pies la alfombra de lo submedi¨¢tico. Al fin y al cabo, etimol¨®gicamente sospecha procede del verbo latino "suspicio", que significa "mirar de abajo arriba": o sea, mirarlo todo.
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