Una de ladrones
En la batalla por la propiedad intelectual que se libra en internet, sabemos que pronto o tarde le va a tocar al mundo del libro y, en consecuencia, a la autor¨ªa de los libros, es decir, al pago de derechos a los autores. Hemos visto el cambio radical que ha supuesto, en lo referente a la autor¨ªa, lo sucedido con la m¨²sica. Los m¨²sicos, como sabemos, han desviado su l¨ªnea de ingresos econ¨®micos hacia las actuaciones en directo porque el disco, si no est¨¢ muerto, al menos se lame las heridas con resignada desesperaci¨®n mientras busca alguna salida. La batalla planteada por el cobro del canon -una batalla m¨ªsera, porque a falta de una regulaci¨®n real hablamos de monedas donde parece que se habla de esquilmaci¨®n del consumidor- no merece una l¨ªnea por ahora. Pero s¨ª hay algo que merece atenci¨®n: la idea, que empieza a difundirse, de que hay que explicar de manera convincente que hacerse de manera gratuita con el trabajo de un profesional es una forma de latrocinio incomprensiblemente aceptada por quienes no aceptar¨ªan el mismo trato respecto de su trabajo. ?Por qu¨¦ no se explic¨® en su momento? La informaci¨®n se mueve a tal velocidad hoy en d¨ªa que antecede a la reflexi¨®n.
Pero el centro de este art¨ªculo no van a ser los autores sino, mire usted por d¨®nde, los traductores. A los autores nos inquieta, sin duda, que un cibernauta se baje gratis el resultado de unos a?os de nuestro trabajo porque la merma de ingresos es grave y, en el caso de los novelistas, ya me contar¨¢n ustedes el futuro que tiene la actuaci¨®n en directo. Todav¨ªa los poetas pueden pasar la gorra despu¨¦s de un recital, pero la lectura en vivo de un cap¨ªtulo, por m¨¢s emocionante que ¨¦ste sea, no hay quien la aguante.
Pues bien, pensemos en el mejor de los casos: sociedades modernas en las que sus componentes manejan con mayor o menor soltura uno o dos idiomas adem¨¢s del suyo materno. ?Qu¨¦ podr¨ªan leer fuera de ellos si no existiera alguien que se ocupara de traducir los textos de la Literatura Universal? ?Caer¨ªamos en un deplorable etnocentrismo? Y ?qui¨¦n abona a un traductor su trabajo si el uso de ¨¦ste se vuelve gratuito? Milan Kundera dijo una vez que la cultura occidental existe gracias a los traductores; y George Steiner complet¨® esa afirmaci¨®n con la frase: "Sin la traducci¨®n habitar¨ªamos provincias lindantes con el silencio".
Yo soy un escritor de vocaci¨®n que siempre ha trabajado en otra cosa para poder escribir, pero hoy los tiempos han cambiado y, si bien ahora se puede vivir modestamente del ejercicio de la literatura, por inercia vocacional quiz¨¢ yo siguiera escribiendo -en recuerdo de los viejos tiempos- aunque tuviese que volver a buscarme un trabajo de supervivencia como antes de ahora. Pero ?y el traductor? ?Ese tipo gracias al cual podemos leer a Gogol o a W. G. Sebald o a la dama Murasaki Shikibu? Yo he conocido traductores que, por amor a la literatura, han trabajado a precios irrisorios para la calidad de la obra entregada, pero eso no quita que, por bajo que fuera su salario, ¨¦ste le fuera abonado.
?Qui¨¦n pagar¨¢ su trabajo en este mundo de ladrones cibern¨¦ticos? ?O dejamos de leer y acabamos habitando en provincias lindantes con el silencio, pero, eso s¨ª, gratis? -
Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu publicar¨¢ en septiembre la novela Un asesino piadoso (Alfaguara).
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