'Chill out' sobre la arena

Arena que se escurre entre los dedos de los pies. M¨²sica chill out o de lo m¨¢s pachanga. Durante el d¨ªa, calamares, bravas y refrescos. De noche, mojitos y caipiri?as. Y sobre todo, mar. Mucho mar. Los chiringuitos de playa son el lugar perfecto para vivir el verano, y parece que los barceloneses ya se han dado cuenta. Si a principios de los noventa la revoluci¨®n que vivi¨® la ciudad fue la apertura al Mediterr¨¢neo, ahora toca saborear la victoria y aprovechar el sol y la playa desde primera hora de la ma?ana hasta entrada la noche. Y Barcelona est¨¢ sabiendo amortizar este lujo. Pero por si sus playas no son suficientes, los municipios costeros cercanos cada vez ofrecen mejor calidad, servicios y facilidad de comunicaci¨®n con la ciudad. A menos de treinta minutos, al norte o al sur, encontramos chiringuitos con clase para tomar algo frente al mar y pisando arena.

Al sur

Hace veinte a?os, un grupo de cinco amigos regresaron de Ibiza con la idea de montar en Sitges un chiringuito como los que hab¨ªan visto y vivido en la isla blanca. Un peque?o local utilizado anta?o para guardar barcas de pescadores les sirvi¨® para montar una cocina improvisada. Unas sillas, unas hamacas y la vista espl¨¦ndida de la iglesia de la Punta hicieron el resto. Saulsalito (1) es ahora el chiringuito de la gente de la zona. Uno se puede tumbar en sus hamacas y esperar que le sirvan una espardenya, su tostada con escalivada y anchoas, mientras suena Ben Harper. Muy cerca, en el chiringuito Trillas (2) de Vilanova, Mauri y Paco pinchan en directo para los ba?istas, a los pies de los vestigios del antiguo faro. Este chiringuito, con zona de juegos, sol y sombra, nos permite adem¨¢s organizar cenas de grupo. El aparcamiento de la playa, inmenso pero ca¨®tico, lo convierte en un lugar de f¨¢cil acceso. Al contrario que el Cala Morisca Beach(3).

Por la carretera de las costas del Garraf, un camino de precipicios vertiginosos, se encuentra casi escondida la cala Morisca, una peque?a playa naturista. All¨ª, Francesc y M¨®nica tratan a la clientela como si fueran de la familia. Eso s¨ª, en su chiringuito hay que llevar el ba?ador puesto. Un rinc¨®n ¨²nico en el que no suena m¨¢s m¨²sica que el propio sonido del mar. Un poco m¨¢s ruidoso es el chiringuito Calamar (4) pegado al aeropuerto de Barcelona. Por all¨ª pasan aviones y m¨¢s aviones, como si fueran p¨¢jaros, aunque el Calamar nunca se rinde. La mezcla es extra?a, pero tiene tir¨®n: sirven hummus y nachos con guacamole, y se escuchan por igual bachatas los martes como jam sessions los mi¨¦rcoles mientras saboreas una bandeja de frutas. Aunque nada se celebra tanto como el llamado men¨² Toalla: por 8,50 euros incluye ensalada, bocadillo y refresco, y a comer en la arena.

En la ciudad

La Barceloneta, barrio de pescadores, novela negra y calles estrechas, es quiz¨¢ la zona que m¨¢s ha notado la transformaci¨®n, y sus playas son ahora un lujo. All¨ª est¨¢ el Goa Beach Club (5), que parece un chiringuito cualquiera (y es que en Barcelona todos parecen casi iguales), pero no lo es. Woody Allen se fij¨® en el Goa para rodar una secuencia de su Vicky, Cristina, Barcelona. Scarlett Johansson revolucion¨® a los clientes, trabajadores y ba?istas una tarde de verano que todav¨ªa recuerdan. Aunque quiz¨¢ Scarlett no prob¨® su ensalada de aguacate, kiwi y cangrejo.

Al lado, las playas j¨®venes, Mar Bella, Bogatell y Nova Ic¨¤ria, han sabido encontrar a su p¨²blico. Como los chiringuitos, han sabido crear su estilo y su vida propia. Gracias a las sesiones de reconocidos dj's a pie de playa, el chiringuito de Pach¨¢(6), por ejemplo, ha llamado la atenci¨®n de gente medi¨¢tica y estrellas consagradas. Aqu¨ª estuvieron los Rolling Stones en su ¨²ltima visita a Barcelona. En una pantalla gigante se proyectan videoclips y eventos deportivos, mientras que desde las hamacas se puede contemplar el mar d¨ªa y noche.

La filosof¨ªa es la misma que la de su hermano reci¨¦n nacido, el chiringuito Group Natura (7), un espacio para los que se cuidan. Por menos de 10 euros se puede participar en una clase de yoga o relajaci¨®n y desayunar en su buf¨¦ biol¨®gico. Adem¨¢s de la carta convencional, los macarrones de escanda con tomate natural y el arroz integral son su especialidad. Los chiringuitos gays Lorenzo (8) y Amparo (9) complementan la oferta. Los dos son ya referencia para la clientela homosexual de la ciudad. Sus banderas los hacen inconfundibles, y quien prueba sus c¨®cteles repite.

Al norte

El Petit Moll (10) simboliza el cambio que ha vivido la costa del Maresme en los ¨²ltimos a?os. Una zona que ha dejado de vivir olvidada. Es la historia de un peque?o chiringuito antes regentado por pescadores y ahora convertido en restaurante con clase. Un espacio que mantiene el esp¨ªritu de la playa, pero donde uno puede darse el lujo de comer sardinas a la plancha reci¨¦n pescadas o mejillones frescos. Junto a ¨¦l, algunas pocas barcazas todav¨ªa en uso construyen una postal s¨®lo contaminada por la v¨ªa del tren. El mismo tren que lleva a Matar¨®. ?ltima parada.

Metumbo (11) es lo que su propio nombre indica: para tumbarse. Sus grandes camas con dosel, mosquiteras y vistas al mar son perfectas a todas horas. El sushi, los carpaccios y las noches de mon¨®logos complementan una idea original, aunque Cristian la tom¨® prestada de las islas Phi Phi en Tailandia. Y es que, ya sea a Ibiza o a Tailandia, viajar siempre da buenas ideas.

D¨®nde comer y d¨®nde dormir en Barcelona

Barcelona, abierta al mar