"Las cerveceras no son nada rom¨¢nticas"
Carlos Cervantes se lo sabe todo de la bebida que reina en el verano a golpe de ca?a
Si est¨¢ bien tirada, la cerveza deja bigote y cada sorbo queda marcado con una l¨ªnea de espuma en la copa. "Espuma no, crema. Espuma tiene el jab¨®n, la cerveza tiene crema", corrige Carlos Cervantes, que como m¨ªnimo se merece el t¨ªtulo de empleado del siglo. "Cuando yo tiro una ca?a, se puede clavar un palillo en la crema y no se hunde", dice orgulloso de su pericia (el secreto est¨¢, en parte, en la inclinaci¨®n del vaso). Experiencia no le falta: lleva muchos a?os trabajando en la Damm, como antes lo hizo su padre. All¨ª se dedica a cosas diversas, desde cuidar y nutrir el museo hist¨®rico de la empresa, hasta dar clases de catas a estudiantes de hosteler¨ªa.
En realidad, no desconecta nunca, porque una vez acabada la jornada laboral se dedica en casa a su gran pasi¨®n: el coleccionismo de objetos cerveceros. Los tiene a miles -ya ha perdido la cuenta- y est¨¢n perfectamente ordenados y clasificados en distintas estancias de su casa, ubicada en el barrio barcelon¨¦s del Clot. La acumulaci¨®n lleg¨® a tales extremos que se vio obligado -con gusto, eso s¨ª- a ceder varias piezas al museo que tanto mima. "No es una tarea f¨¢cil, porque las cerveceras no son nada rom¨¢nticas. Se deshacen de todo", lamenta.
La pieza por la que tiene m¨¢s aprecio es una modesta jarra de cobre heredada de su padre
Este tipo de coleccionismo cervecero no tiene en Espa?a una larga tradici¨®n, al contrario de lo que pasa en otros pa¨ªses europeos y, sobre todo, en Estados Unidos, donde est¨¢ n¨ªtidamente codificado. As¨ª, esta afici¨®n, se?ala Cervantes, recibe el nombre de breweriana, que se tilda de "mayor" cuando consiste en reunir piezas que est¨¢n en contacto con el producto, como las latas o los antiguos tapones de corcho.
Para transmitir un poco de lo que sabe sobre la cerveza, ser¨ªa necesario disponer de toda una vida. Hasta escribe art¨ªculos para la revista del Club de Coleccionismo Cervecero, del que es un miembro destacado, y tiene su propia p¨¢gina web (www.webeer.com), donde, entre otras causas, se dedica a aclarar t¨®picos sobre el consumo de esta bebida -aquello de la panza-, y a combatir malas costumbres muy extendidas en chiringuitos veraniegos, como la moda de servir la cerveza en una copa helada.
En su colecci¨®n hay un poco de todo: latas -algunas tan antiguas que necesitaban de abrelatas para embuch¨¢rselas porque no ten¨ªan anillas-, botellas, pegatinas, posavasos, t¨ªtulos de acciones de firmas desaparecidas, figuritas, jarras -las alemanas tienen tapas para que no caigan hojas en su interior cuando se bebe en el campo-, chapas, tapones, calendarios publicitarios, carteles... Con tantos a?os de afici¨®n, se le han ido acumulando las an¨¦cdotas. As¨ª, cuando le dio por los pins, acab¨® pidiendo a su mujer que fuera a compr¨¢rselos en los puestos que se instalaban en Arc del Triomf. Los vendedores, recuerda, ya lo ten¨ªan calado y se los vend¨ªan m¨¢s caros porque no sab¨ªa decir que no.
No obstante, Cervantes reconoce que se ha vuelto m¨¢s selectivo: el espacio manda. Por ejemplo, decidi¨® clausurar su colecci¨®n de etiquetas cuando lleg¨® a tener 30.000. Cada d¨ªa le llegaban entre 10 y 15 cartas con nuevo material. "Me he dado cuenta de que lo bonito no es acaparar. Eso lo puede hacer cualquiera. Me interesa lo delicatessen", apunta con una sonrisa. Para ¨¦l, el valor de los coleccionistas est¨¢ en que se dedican a conservar cosas cotidianas que no aparecen en los libros de Historia.
Y como todos, tiene algunas piezas por las que muestra un gran apego por motivos puramente sentimentales. En su caso, una modesta jarra de cobre que hered¨® de su padre. Antiguamente se utilizaba para catar la cerveza directamente del tanque o del barril y lleg¨® a manos de su progenitor cuando se jubil¨® el maestro cervecero de entonces.
Como se ve, Cervantes se toma muy en serio el mundo de la cerveza. Incluso parece metido en una cruzada personal para conseguir -en la medida de lo posible- que esta refrescante bebida goce del mismo prestigio que el vino, con su celebrada cultura. L¨®gicamente, no utiliza ni una sola vez la palabra birra -tan popular en las farras- y oy¨¦ndole hablar cualquier estereotipo sobre los cerveceros se cae pronto al suelo. Ni la m¨¢s m¨ªnima menci¨®n, por citar un cl¨¢sico, al patriarca de los Simpson, el gran Homer. No, el coleccionista prefiere dedicar su tiempo a popes que realmente han dejado una huella hist¨®rica en el ¨¢mbito que domina al dedillo. Como Carlos V, que introdujo la cerveza en Espa?a, o Santa Hildegarda -muy aficionada a estudiar las propiedades de las plantas-, que a?adi¨® a su proceso de elaboraci¨®n el l¨²pulo, un ingrediente que le quit¨® su primitivo sabor dulz¨®n. "Lo bonito de coleccionar es buscar, aprender", concluye Cervantes a modo de despedida. Y raz¨®n no le falta.
data:image/s3,"s3://crabby-images/362ba/362ba15411e2b18d1c8333ece533f545a6c1d09b" alt="El barcelon¨¦s Carlos Cervantes con algunas de las piezas de su colecci¨®n de objetos relacionados con el mundo de la cerveza.
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