No pasar¨¢n
Hoy me apodero de Rusia; ?qu¨¦ ropa me pongo?", pregunt¨® la futura Catalina la Grande a su doncella horas antes de asestar el audaz golpe palaciego que le permiti¨® acaparar todo el poder imperial. Seguro que el teniente coronel Antonio Tejero lo tuvo m¨¢s claro a la hora de elegir su indumentaria para su propio golpe de 1981. En cualquier caso, es evidente que quien va a salvar una patria o adjudicarse un imperio no puede vestirse de cualquier forma. Son ocasiones hist¨®ricas de gran trascendencia, cuya excepcionalidad exige una cierta prestancia formal.
Sin embargo, este detalle fue groseramente ignorado por los oficiales y guardiamarinas del buque escuela Esmeralda de la Armada de Chile en otra ocasi¨®n hist¨®rica: el golpe pinochetista del 11 de septiembre de 1973. Su forma de salvar a la patria en aquella destacada ocasi¨®n consisti¨® en enfundarse las ¨¢speras prendas de faena y dedicarse a golpear, vejar y torturar desde aquel mismo d¨ªa, a bordo del buque, atracado en el ¨¢rea militar del puerto de Valpara¨ªso, a numerosos detenidos acusados de alg¨²n tipo de militancia favorable al Gobierno socialista que aquella misma ma?ana acababa de ser sangrientamente derrocado.
Durante 30 a?os, la Armada chilena ha entorpecido el juicio contra los criminales del 'Esmeralda'
Entre las v¨ªctimas llevadas al buque en aquellas primeras horas se hallaban el alcalde de la misma ciudad de Valpara¨ªso, Sergio Vuskovitz, y el letrado del Ministerio de Interior Luis Vega. El trato recibido por las mujeres fue particularmente infame. La entonces universitaria Mar¨ªa Eliana Comen¨¦ result¨® contagiada de gonorrea tras las repetidas violaciones que all¨ª sufri¨®. D¨ªas despu¨¦s era tambi¨¦n arrestado y conducido al buque el sacerdote anglochileno Miguel Woodward, que resultar¨ªa muerto como consecuencia de las torturas all¨ª recibidas.
Instituciones tan dispares como Amnist¨ªa Internacional y el Senado de EE UU, adem¨¢s de las dos comisiones investigadoras oficiales (Rettig y Valech), denunciaron en su d¨ªa los criminales excesos cometidos a bordo del buque.
Los recluidos en la nave el mismo d¨ªa del golpe atestiguan que, al llegar al buque, fueron obligados a pasar entre una doble fila de guardiamarinas en ropa de faena, que les golpeaban brutalmente y les somet¨ªan a toda clase de atropellos f¨ªsicos y ps¨ªquicos.
Atenci¨®n al detalle: en ropa de faena. Qu¨¦ zafiedad. Qu¨¦ ignorancia del decoro estamental y de las exigencias formales de un honorable golpe de Estado que se precie. Craso error hist¨®rico y social. Se empieza vistiendo de forma informal y se acaba torturando curas, violando mujeres, asesinando dem¨®cratas y causando horror incluso a ese mismo mundo occidental al que supuestamente se pretende salvar. La Historia nunca perdona este tipo de deslices.
Prescindiendo ya de toda jocosa iron¨ªa sobre las indumentarias adecuadas para las grandes acciones patri¨®ticas, y refiri¨¦ndonos ¨²nicamente al n¨²cleo de la cuesti¨®n, entremos en el ¨¢rea, mucho m¨¢s seria, de los comportamientos institucionales.
Los oficiales y alumnos guardiamarinas que hoy viajan a bordo del Esmeralda en su gira de instrucci¨®n anual n¨²mero 53 no son, obviamente, las mismas personas que incurrieron en tales aberraciones tantos a?os atr¨¢s.
Pero la instituci¨®n s¨ª es la misma. La misma que durante tres d¨¦cadas ha negado lo sucedido y ha entorpecido toda investigaci¨®n. La misma instituci¨®n -la Armada de Chile- cuya presi¨®n corporativa, a lo largo de tanto tiempo, ha impedido el juicio y castigo de los que s¨ª cometieron aquellos cr¨ªmenes. Se trata del mismo estamento que se ha escandalizado hace unos meses, al ver finalmente procesados por la insobornable jueza Eliana Quezada a los cuatro altos jefes (hoy almirantes retirados) que ejercieron el mando en aquellos puestos operativos desde los que se ordenaron las acciones perpetradas en la zona mar¨ªtima de Valpara¨ªso, en aquellas jornadas luctuosas de septiembre de 1973.
No resulta extra?o que las visitas del buque a puertos como R¨ªo de Janeiro, Buenos Aires, Tokio, Sidney, Wellington y tantos otros hayan ido acompa?adas, en distintos a?os, de diversos tipos de protestas, sin olvidar la suspensi¨®n de las visitas a Estocolmo, El Ferrol, Las Palmas y otros puertos europeos en 2003. Tales protestas se siguen produciendo en nuestros d¨ªas. Este mismo verano, al visitar C¨¢diz (en cuyos astilleros la nave fue fabricada), su llegada fue deliberadamente precedida por la proyecci¨®n, por Amnist¨ªa Internacional, del documental El lado oscuro de la Dama Blanca, del cineasta chileno Patricio Henr¨ªquez, reportaje que record¨® a la poblaci¨®n gaditana el historial, no precisamente inmaculado, del hermoso nav¨ªo visitante.
Este 22 de julio, el Esmeralda llegaba al puerto griego de El Pireo. En el muelle le aguardaba una manifestaci¨®n, encabezada por conocidos miembros del Parlamento heleno, que protestaban por la visita. A bordo del buque, la embajadora de Chile en Atenas, en su alocuci¨®n oficial de saludo a los oficiales y alumnos, subrayaba el siniestro significado de la dictadura pinochetista. Ella tiene sobrada autoridad y conocimiento para proclamarlo, pues tal embajadora se llama Sof¨ªa Prats, hija del general Carlos Prats, el jefe del Ej¨¦rcito chileno que precedi¨® a Pinochet, y que fue asesinado por orden del dictador.
Y en la visita del buque al puerto de Split, Croacia, tambi¨¦n fue recibido con manifestaciones hostiles, cuyas pancartas dec¨ªan: "Pinochet y Esmeralda no pasar¨¢n".
Prudencio Garc¨ªa es investigador y consultor internacional del Instituto Ciencia y Sociedad.
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