El JK5022 vuelve a despegar
Spanair retoma el vuelo a Gran Canaria entre el nerviosismo de la tripulaci¨®n y la tranquilidad del pasaje - Uno de los viajeros salv¨® la vida por un error de la agencia"
Rosana respira tras una m¨¢scara de ox¨ªgeno plantada en medio del pasillo del vuelo JK5022 que despega el jueves desde Madrid. Firme sobre sus tacones, la azafata mueve los brazos se?alando las salidas de emergencia. Una hora antes, todav¨ªa lloraba frente al mostrador de Spanair de Barajas. El mi¨¦rcoles hab¨ªa perdido a nueve compa?eros, la tripulaci¨®n del mismo vuelo en el que se encuentra ahora: el JK5022 desde Madrid a Gran Canaria.
En el avi¨®n de Rosana s¨®lo quedaban libres 15 asientos. No es un n¨²mero maldito, pero despu¨¦s de 30 minutos de retraso sobre el horario de despegue, los supersticiosos comenzaron a buscar, en vano, una madera en el interior del MD-82, el mismo modelo que la v¨ªspera se desplom¨® a m¨¢s de 200 kil¨®metros por hora sobre la pista de Barajas tras unos metros de vuelo. La cabina del piloto bull¨ªa, la encargada de pista entraba y sal¨ªa blandiendo permisos y billetes. La causa del retraso era un pasajero que hab¨ªa facturado sin embarcar posteriormente. Las normas de seguridad obligaban a descargar su equipaje antes de volar. El comandante Emilio Colombo cogi¨® el micr¨®fono para pedir calma.
Todas las cabezas se giraron hacia las ventanillas al despegar
"Quer¨ªa volar el mi¨¦rcoles, pero se equivocaron y no protest¨¦"
Estoy afectad¨ªsima, pero tengo que poner una sonrisa", afirma una azafata
Un ni?o de entre la veintena que poblaba el vuelo correteaba cubierto de sudor. Hasta que no se encendieran los motores no funcionar¨ªa el aire acondicionado. Su madre le persegu¨ªa abanic¨¢ndose con el manual de supervivencia en caso de accidente.
Poco despu¨¦s de las 13.30 el avi¨®n comenz¨® a moverse. Encar¨® la pista 36-L, la misma del mi¨¦rcoles. En un momento dram¨¢tico, qued¨® inm¨®vil sobre el asfalto, todas las respiraciones contenidas. Rod¨® suavemente por la pista negra y en el momento de despegar, todas las cabezas se volvieron hacia las ventanillas del lado derecho. Buscaban el punto en el que el vuelo del d¨ªa anterior hab¨ªa ca¨ªdo como un p¨¢jaro bobo y se alej¨® de la pista arrastr¨¢ndose antes de comenzar a arder. Los que no ten¨ªan ventanilla se asomaban sobre el hombro de sus compa?eros de asiento. La pista qued¨® ara?ada por el rastro de las 150 miradas. El aparato despeg¨® y su sombra atraves¨® una placa de vegetaci¨®n carbonizada. Era el lugar donde hab¨ªan ardido 153 vidas.
Los pasajeros dec¨ªan sentirse c¨®modos. "Despu¨¦s de lo del mi¨¦rcoles, hoy ¨¦ste es el lugar m¨¢s seguro del mundo", discurr¨ªa un viajero que no quer¨ªa identificarse. Maribel Salda?a, sentada en la cola del avi¨®n, ojeaba una revista del coraz¨®n. Ayer estaba tranquila. Celebraba su permanencia en el planeta Tierra un d¨ªa m¨¢s, y todo gracias a un error de su agencia de viajes: "Iba a volar el mi¨¦rcoles en el avi¨®n accidentado, pero se equivocaron, y yo lo dej¨¦ pasar porque me daba igual". Durante todo el mi¨¦rcoles su tel¨¦fono son¨® con llamadas de familiares desesperados. "Y hoy la verdad es que me he levantado muy inquieta para coger el vuelo, pero ya estoy bien". Sabe de aviones y de accidentes: su primer vuelo fue de Gran Canaria al S¨¢hara en un avi¨®n de paracaidistas, y ahora vive en Mejorada del Campo, escenario de un accidente en 1983 con 181 v¨ªctimas. Incluso Beneharo, que le¨ªa en la sala de espera un peri¨®dico con una foto gigantesca de una cola de avi¨®n cremada en portada, dec¨ªa volar despreocupado: "Hago esto cada pocos meses desde M¨¢laga, all¨ª estudio trabajos sociales". En cualquier caso, en el interior del avi¨®n no se repart¨ªa prensa.
Las azafatas se paseaban ofreciendo toallitas perfumadas para limpiar el desasosiego. La tensi¨®n se revelaba en algunos detalles, como la insistencia con la que la sobrecargo Matesanz le pidi¨® a un pasajero que no sacara fotos de la cabina: "Entienda que no estamos aqu¨ª para mostrar inseguridades, y mucho menos para crearlas". Para evitar m¨¢s miradas indiscretas, corri¨® las cortinas. Peque?os detalles que delataban que la tragedia no estaba tan olvidada como era necesario creer para guardar la calma en el aire: los mantras tranquilizadores en la cola: "M¨¢s gente muere en carretera"; la empleada de la aerol¨ªnea que desv¨ªa la mirada inc¨®moda tras desear en el punto de embarque suerte a un pasajero; las l¨¢grimas de una pareja que se besa desesperada en la puerta aunque s¨®lo se separen por una semana; la solemnidad del discurso del comandante: "Quer¨ªa saludarles personalmente"; la especial atenci¨®n con que los pasajeros siguen las instrucciones de las azafatas para un caso de emergencia; los ojos rojos de la azafata Rosana tras su m¨¢scara de ox¨ªgeno.
La tripulaci¨®n es quien sufr¨ªa con m¨¢s intensidad el peso del n¨²mero de vuelo maldito. Lo explica la sobrecargo Matesanz: "Como todos, estoy muy afectada por el accidente del mi¨¦rcoles, pero tenemos que trabajar". A lo mejor, ella ten¨ªa razones adicionales para sentirse mal: el d¨ªa del accidente vol¨® desde Barcelona a Madrid en el mismo avi¨®n que m¨¢s tarde se estrellar¨ªa. La acompa?aron tres de los tripulantes fallecidos. "S¨ª, estoy afectad¨ªsima", reconoce recomponi¨¦ndose el mo?o, "pero tengo que poner una sonrisa".
Sobre el Atl¨¢ntico, un padre le lee a su hija un cuento de hadas para que deje de berrear. A los ni?os no les gusta volar. A las 15.30, hora insular, el vuelo aterriza en un viaje sin incidentes. El avi¨®n despliega el tren de aterrizaje, toca tierra y se escuchan unos t¨ªmidos aplausos. En el aeropuerto, una fila de personas espera con carteles y flores. Cuando salen sus familiares, les abrazan.
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