Investigar y educar
Pocos han comentado la decisi¨®n del presidente del Gobierno de desgajar la educaci¨®n universitaria del Ministerio de Educaci¨®n propiamente dicho. Ni siquiera la ministra del ramo, Mercedes Cabrera, puso mala cara ante esa decisi¨®n, que deja su ministerio sin responsabilidad alguna sobre la educaci¨®n superior, siendo ella, como es, profesora universitaria. Ahora, un ministerio de nueva creaci¨®n -el Ministerio de Investigaci¨®n e Innovaci¨®n- se ocupa de la educaci¨®n universitaria y su titular es Carmen Garmendia, al parecer una mujer ducha en asuntos relacionados con la investigaci¨®n puntera, pero no s¨¦ si con experiencia suficiente en temas educativos.
Vaya por delante que no propongo, ni por asomo, enfrentar en estas p¨¢ginas investigaci¨®n y educaci¨®n, porque ser¨ªa un disparate hacerlo. Toda posible educaci¨®n universitaria depende en buena medida de una buena investigaci¨®n, en cualquiera de los campos del saber. Y, adem¨¢s, reconozco abiertamente la necesidad de hacer todos los esfuerzos imaginables para que nuestro pa¨ªs deje atr¨¢s la calamitosa econom¨ªa ladrillesca y pueda adentrarse en las modernas econom¨ªas gobernadas por el famoso I+D+i. Y, para que eso ocurra, la investigaci¨®n puntera en punteras tecnolog¨ªas tiene algo muy importante que decir.
La Universidad no tiene que funcionar con los criterios de rentabilidad de una empresa
Dicho lo cual, tambi¨¦n conviene recordar que la Universidad, desde sus comienzos, fue una instituci¨®n educativa y que, por tanto, la educaci¨®n es una de sus misiones m¨¢s fundamentales y decisivas. La educaci¨®n no es s¨®lo una cuesti¨®n de transmisi¨®n de saberes, sino un amplio campo de actuaci¨®n interactiva en la que est¨¢ en juego el desarrollo integral de un individuo, y ese desarrollo debe ser protegido y amparado por la Universidad, a t¨ªtulo de tanta o mayor importancia que el que pueda tener la actividad investigadora. Puede decirse que ¨¦sta es una actividad que puede desarrollarse en soledad o en grupos coordinados en los que se planifican tareas con vistas a la obtenci¨®n de determinados resultados.
La educaci¨®n, en cambio, es necesariamente una actividad que vincula a alguien con otro y, por tanto, implica un ejercicio de comunicaci¨®n que tiene sus propias exigencias, todas ellas fundamentales para propiciar el pleno desarrollo humano del que habl¨¢bamos antes. La educaci¨®n se enfrenta con el reto de ense?ar a aprender por cuenta propia, y, tambi¨¦n a aprender a ser aut¨®nomo y capaz de reflexionar cr¨ªticamente sobre toda clase de materias, pues sin esa libertad sin amos es imposible crecer hasta el punto de no ser dominado -hasta donde eso pueda llegar a ser posible, pero aqu¨ª se?alamos un ideal hacia el que debemos dirigirnos- por nada ni por nadie, y esto tambi¨¦n en el terreno del puro conocimiento. La educaci¨®n universitaria debe tener tambi¨¦n como misi¨®n contribuir a entablar relaciones humanas ajenas al dominio jerarquizador, de tal modo que la construcci¨®n del conocimiento ayude a romper las ligaduras que dificulten la conquista de la plena autonom¨ªa, sin la cual ninguna decisi¨®n en el futuro ser¨¢ del todo libre.
Por tanto, propongo que no se relegue a un segundo plano de importancia la educaci¨®n en el ¨¢mbito universitario, y eso implica que se proteja adecuadamente su libre ejercicio, en todos los aspectos, modernizando las aulas y su mobiliario, pertrech¨¢ndolas de modernos medios t¨¦cnicos ¨²tiles para el aprendizaje, creando grupos razonables y no masificados, valorando adecuadamente el ejercicio de la docencia y convirti¨¦ndolo en m¨¦rito clave para la obtenci¨®n de cualquier plaza docente o para cualquier promoci¨®n interna en el escalaf¨®n profesoral.
Tambi¨¦n propongo que se modernicen los m¨¦todos de ense?anza universitaria y se destierren por inoperantes las clases que presuponen una actividad monol¨®gica antes que dial¨®gica, es decir, las llamadas clases magistrales, exponentes de una Universidad adocenada en el campo educativo. Tambi¨¦n propongo que se recupere el esp¨ªritu de la educaci¨®n integral de las personas que defendieron los griegos a trav¨¦s de lo que ellos llamaron Paideia, una especie de visi¨®n global de la educaci¨®n, no tan parcelada como la que ahora tenemos y m¨¢s abierta al hombre como asombrosa potencialidad que se autodescubre en medio de los est¨ªmulos educativos del m¨¢s diverso orden.
Por lo mismo, tambi¨¦n propongo que la Universidad p¨²blica no funcione con la l¨®gica de una empresa, para la que ¨²nicamente ser¨¢ ¨²til aquello que tenga rendimientos econ¨®micos palpables e in¨²til todo lo que carezca de ellos. Est¨¢ bien que se ampare y proteja la investigaci¨®n puntera en todos los campos del saber en los que la utilidad pueda brillar por cuenta propia, pero estar¨ªa mal que, como consecuencia de ese plausible objetivo, quedaran relegados, en forma de bajos presupuestos, todos los saberes no experimentales, a los que, por pura conveniencia ir¨®nica, podr¨ªamos llamar in¨²tiles. Pues de esos saberes depende tambi¨¦n la construcci¨®n de una sociedad que sepa pensar sobre s¨ª misma y descubrir sus limitaciones e imaginar nuevos y m¨¢s sanos proyectos de convivencia; sepa apreciar las artes y aspire a saciar sus ansias de conocimiento, y sepa leer y pensar sin pararse a pensar si esa actividad es ¨²til o in¨²til, porque, en todo caso, en su inutilidad antiecon¨®mica y antiproductiva radica su necesidad social, que es poco menos que su necesidad vital, sin la cual la muerte del esp¨ªritu llenar¨ªa de tinieblas cualquier horizonte.
?ngel Rup¨¦rez es escritor y profesor de Teor¨ªa de la Literatura en la UCM.
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