Esta pol¨¦mica va en botella
El consumo de agua envasada se dispara pese al aumento de las cr¨ªticas por su impacto ambiental
La vida de Thomas Boone Pickens, un multimillonario que se ajusta al ideal de empresario hecho a s¨ª mismo, est¨¢ entre las favoritas de la prensa estadounidense. Forj¨® su fortuna hace medio siglo en las explotaciones petroleras de Texas. Con 80 a?os, sigue interesado en el subsuelo.
S¨®lo que ahora, en vez de reservas de oro negro compra reservas de agua. El multimillonario ha vuelto a poner el ojo en un negocio pujante, que tiene en la industria embotelladora a su m¨¢xima expresi¨®n. En una d¨¦cada, el consumo mundial de botellas de agua se ha duplicado. Pero, a una velocidad a¨²n mayor, se suceden los llamamientos para restringir su consumo.
En una dec¨¢da, la demanda dmundial de envases se ha duplicado
Se gastan millones de barriles de crudo en su fabricaci¨®n y trasnporte
El sector opina que otras bebidas menos saludables tienen el mismo impacto
Chicago grava las botellas; en Espa?a, Donostia promueve el agua de grifo
El petr¨®leo y el agua embotellada rivalizan por ser la mercanc¨ªa cuyo comercio genera m¨¢s dinero en el mundo. En ambos casos, Estados Unidos es, de largo, el primer consumidor, con cuotas que superan el 23% y el 17%, respectivamente. Y es tambi¨¦n en EE UU donde el reguero de cr¨ªticas ha cogido la fuerza de un torrente. La primera andanada fue de las organizaciones conservacionistas. Seg¨²n las estimaciones de Pacific Institute, se necesit¨® una cantidad de petr¨®leo equivalente a 100 millones de barriles (el crudo que importa Espa?a en dos meses) para producir el pl¨¢stico de todas las botellas que se utilizaron en 2006 en el mundo. Casi todas son de PET, del que en EE UU s¨®lo se recicla un 14%.
M¨¢s madera verde. Earth Policy Institute hace hincapi¨¦ en las distancias recorridas (y en el impacto ambiental del combustible gastado) para suministrar un producto que, en condiciones m¨¢s que suficientes para su consumo, tambi¨¦n se ofrece a trav¨¦s de las ca?er¨ªas con un coste energ¨¦tico infinitamente menor.
El caso favorito de los ecologistas es el de Fiji Water, una marca con un mete¨®rico ¨¦xito en Estados Unidos. Su botella cuadrada es un complemento habitual de los famosos, encandilados por su exotismo: el agua proviene de un acu¨ªfero bajo una tupida selva de esta isla del Pac¨ªfico de la que la compa?¨ªa destaca que est¨¢ a "cientos de kil¨®metros de distancia de cualquier continente". Aqu¨ª atacan las asociaciones ecologistas: para llegar a sus consumidores norteamericanos, las botellas deben recorrer una enorme distancia en barco, con el gasto en combustible que eso supone. Y, m¨¢s grave a¨²n, en esta rec¨®ndita isla del Pac¨ªfico, casi un tercio de sus habitantes no tienen acceso garantizado a agua potable.
Las protestas conservacionistas cogieron vuelo hace un a?o cuando la conferencia anual de alcaldes estadounidenses aprob¨® una moci¨®n para promover el consumo de agua de grifo. San Francisco secund¨® una decisi¨®n de Los ?ngeles para prohibir la compra con dinero p¨²blico de agua embotellada. Nueva York y Boston financian campa?as para lavar la imagen del agua de grifo. Y Chicago ha establecido un impuesto de 10 c¨¦ntimos de d¨®lar (7 c¨¦ntimos de euro) por botella para desincentivar su consumo. Una tasa ya recurrida por la patronal estadounidense.
"En Espa?a, la situaci¨®n es muy distinta", opone Irene Zafra, secretaria general de Aneabe, la asociaci¨®n nacional que representa al sector. "La inmensa mayor¨ªa del agua embotellada que se consume aqu¨ª es de producci¨®n local, no hay apenas importaci¨®n, el coste de transporte es mucho m¨¢s reducido", se?ala.
En Estados Unidos, m¨¢s de un tercio del agua embotellada es, simplemente, agua del grifo, tratada o no; un negocio monopolizado por Nestl¨¦ y Danone, los dos l¨ªderes mundiales. En Espa?a, el 96% son aguas minerales naturales. "Lo que se est¨¢ ofreciendo es un producto absolutamente natural, que no compite ni tiene que compararse con el agua de grifo", explica Zafra. La dirigente de Aneabe recuerda que "est¨¢ prohibido" tratar el agua que se recoge del acu¨ªfero, que tiene que pasar 12 an¨¢lisis al a?o, y aduce que su contenido en minerales es beneficioso para algunas dolencias.
En cuanto a los reproches medioambientales, la tasa de reciclado del pl¨¢stico en Espa?a es mayor (32,5%) y Zafra subraya el esfuerzo de la industria por reducir el peso de las botellas (ahora son un 45% m¨¢s ligeras que hace dos d¨¦cadas) y, de esa manera, el coste energ¨¦tico del transporte. La dirigente de Aneabe recuerda adem¨¢s que otras bebidas incurren en costes similares o mayores, "cuando es mucho m¨¢s saludable beber agua embotellada".
Pese a las cr¨ªticas, el ritmo de expansi¨®n de la industria no decae. En 2007 se consumieron en el mundo casi 190.000 millones de litros, un 47% m¨¢s que en 2002. Espa?a es el s¨¦ptimo pa¨ªs en consumo por habitante, con 120 litros per c¨¢pita. "En la huelga de transporte de junio, lo primero que se agot¨® en los supermercados fueron las botellas de agua", recuerda Andrea Gambus, de Wawali, una empresa barcelonesa especializada en la distribuci¨®n de aguas premium, las top-model del mercado.
"Con el agua, est¨¢ pasando como ocurri¨® con el vino, hay mucho inter¨¦s por conocer aguas con caracter¨ªsticas muy singulares", comenta Gambus para glosar un fen¨®meno que ha dejado de ser noticia: en las cartas de los restaurantes m¨¢s lujosos, se han hecho hueco aguas que provienen de un manantial bajo un volc¨¢n japon¨¦s (Fin¨¦), de la lluvia recogida en Tasmania (Cloud Juice), o filtrada de glaciares canadienses (Berg). Si el precio del agua mineral m¨¢s com¨²n es entre 350 y 1.000 veces m¨¢s cara que la que sale del grifo, en estos casos la comparaci¨®n es disparatada. La botella de la marca estadounidense Bling, decorada con cristales de Swarovksi, pasa por ser la exclusiva del mundo: no se encuentra por menos de 35 euros, casi 40.000 veces m¨¢s que el precio medio del agua en las ciudades espa?olas.
En Espa?a, las cr¨ªticas apenas se han traducido en iniciativas concretas. La que abandera el Ayuntamiento de San Sebasti¨¢n desde hace un a?o es la m¨¢s llamativa. 70 establecimientos donostiarras se han adherido a su campa?a para sustituir las botellas por agua de grifo en los men¨²s. "Aqu¨ª el agua de la red es de alt¨ªsima calidad. Nuestro objetivo es reducir en origen la producci¨®n de residuos", se?ala Victoria Iglesias, directora de medio ambiente de la corporaci¨®n vasca.
"Queremos concienciar al ciudadano de la importancia de un consumo responsable. Es una soluci¨®n m¨¢s econ¨®mica, m¨¢s respetuosa con el medio ambiente", defiende Iglesias. El Ayuntamiento predica con el ejemplo: no se compra agua envasada y en las reuniones oficiales el agua, de grifo, se sirve en jarras.
"El consumidor debe tener en cuenta el impacto ambiental de una botella, pero en muchas ciudades el sabor del agua de grifo es muy malo", recalca Rub¨¦n S¨¢nchez, portavoz de la asociaci¨®n Facua. Es un mal generalizado en la costa mediterr¨¢nea; en Barcelona, por ejemplo, se bebe m¨¢s agua embotellada que de grifo, seg¨²n la Agencia Catalana del Agua. "Hay que invertir m¨¢s en los sistemas de abastecimiento", mantiene S¨¢nchez. Otra opci¨®n contra el mal sabor son los filtros, una inversi¨®n que se amortiza en unos cuantos meses.
Pero para las asociaciones de consumidores, la principal preocupaci¨®n es c¨®mo la industria lleva al l¨ªmite la publicidad. "Hemos denunciado casos en los que se juega con la idea de que el agua embotellada ayuda a adelgazar o que tienen propiedades, como la hidrataci¨®n, que son comunes a cualquier tipo de agua, mineral o no", explica el portavoz de Facua. "Se ha devaluado la imagen del agua de grifo, cada vez da m¨¢s apuro pedir un vaso de agua en vez de una botella en los restaurantes", opina Iglesias.
Pese a la iniciativa donostiarra, muchos hosteleros son reticentes a ofrecer jarras de agua. La explicaci¨®n econ¨®mica es obvia: en la venta de una botella hay margen comercial, el vaso de agua suele ser gratis. La Vi?a, asociaci¨®n hostelera de Madrid, plante¨® hace unos meses que tambi¨¦n se pudiese cobrar por el agua de grifo, una cuesti¨®n que, adem¨¢s de pol¨¦mica, es compleja: las normas municipales dificultan la reventa del agua suministrada.
Las empresas tambi¨¦n rechazan que el uso de acu¨ªferos para envasar agua mineral ponga en riesgo el suministro p¨²blico de agua. "Apenas usamos el 0,02% del agua subterr¨¢nea en Espa?a", explica Zafra. "El consumo anual de agua mineral de un ciudadano espa?ol es equivalente a tres duchas", a?ade. Pero en Estados Unidos, donde el equilibrio entre poder p¨²blico y la iniciativa privada es mucho m¨¢s precario, ya ha habido problemas de suministro para localidades rurales que se abastec¨ªan de acu¨ªferos explotados por embotelladoras.
Las denuncias ecologistas sobre problemas similares en pa¨ªses emergentes son habituales. En China, Brasil o Indonesia, el crecimiento del consumo de agua embotellada es vertiginoso. Pero tambi¨¦n crece el n¨²mero de personas que no tienen garantizado el consumo de agua potable. Seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, hay m¨¢s de 1.000 millones de personas en esta situaci¨®n. Para reducir a la mitad esa cifra antes de 2015, la ONU abog¨® por duplicar los 10.000 millones de euros que se gastan al a?o en sistemas de abastecimiento y alcantarillado. Muy por debajo de los 70.000 millones que se destinan a pagar botellas de agua en el mundo. Si hay un argumento com¨²n en los conflictos que se auguran para los pr¨®ximos a?os, ¨¦se es el acceso al agua. En Tejas, la ¨¢rida tierra en la que T. Boone Pickens se hizo rico, un dicho popular lo sintetiza as¨ª: "Para beber, whisky; para pelearse, agua".
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